(RV/InfoCatólica) Moisés y la liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto para guiarlo a la tierra prometida fue el tema elegido por el Santo Padre para hablar de dos conceptos importantes: Dios y la libertad. Porque en el caso de Moisés, "no se trataba simplemente de poseer una parcela de terreno o del territorio nacional al que todo pueblo tiene derecho". "En la lucha por la liberación de Israel y en su salida de Egipto –ha subrayado el Papa–, lo que destaca en primer lugar es, sobre todo, el derecho a la libertad para adorar, a la libertad de un culto propio. A lo largo de la historia del pueblo elegido, la promesa de la tierra acaba asumiendo cada vez más este significado: la tierra se da para que haya un lugar de obediencia, para que haya un espacio abierto a Dios".
En este contexto, el Santo Padre advirtió de que "en nuestro tiempo, cuando en extensas regiones de la tierra la fe corre el riesgo de apagarse como una llama que se extingue, la prioridad más importante de todas es hacer a Dios presente en este mundo y facilitar a los hombres el acceso a Dios".
El Papa agradeció la devoción y el afecto de todos los fieles y concluyó diciendo: "Traigo conmigo las preocupaciones y las esperanzas de nuestro tiempo y los sufrimientos de la humanidad herida, los problemas del mundo, y vengo a ponerlos a los pies de Nuestra Señora de Fátima: Virgen Madre de Dios y Madre nuestra querida, intercede por nosotros ante tu Hijo, para que las familias de los pueblos, tanto aquellas que llevan el nombre de cristianas como las que todavía no conocen a su Salvador, vivan en paz y en concordia hasta que todas formen un solo Pueblo de Dios".