(Aci/InfoCatólica) En su mensaje, los prelados agradecen al Papa Benedicto XVI la imagen de la Virgen del Carmen que obsequió a Chile y que ya ha comenzado su peregrinación por el país. Seguidamente animan a trabajar todos juntos por la reconstrucción tras la tragedia del 27 de febrero que dejó cientos de fallecidos y miles de damnificados.
Además, los obispos chilenos exhortan a las nuevas autoridades a "hacer de sus importantes responsabilidades un servicio, a poner siempre a las personas en el centro de las políticas públicas y a cuidar, de un modo preferente, a los más pobres y vulnerables, a los grupos más desprotegidos de la población, así como a la clase media constantemente golpeada en tiempos de crisis".
Los pastores proponen luego que en el Año del Bicentenario se conceda "un indulto jubilar que beneficie a presos que han cumplido gran parte de sus condenas, han demostrado una buena conducta en los recintos carcelarios, particularmente a quienes se encuentran gravemente enfermos, tienen avanzada edad o se hallan en otra situación de vulnerabilidad", para lo cual anuncian una propuesta que presentarán próximamente.
Firme condena de los abusos sexuales
Los obispos de Chile expresan su adhesión a la disciplina mostrada ante este complejo tema por el Papa Benedicto XVI, a quien además le expresan su apoyo y solidaridad ante la campaña mediática que pretende presentarlo como encubridor de los abusos.
Tras recordar que este tema se ha discutido intensamente en la asamblea plenaria, siguiendo lo acordado en mayo de 2003, los prelados precisan que "no hay lugar en el sacerdocio para quienes abusan de menores, y no hay pretexto alguno que pueda justificar este delito. A las personas directamente afectadas y a las comunidades que en Chile han visto en algún sacerdote motivo de escándalo, les pedimos perdón, y les exhortamos a comunicarnos estos hechos. Es total nuestro compromiso de velar incesantemente porque estos gravísimos delitos no se repitan".
Finalmente, los obispos de Chile exhortan a que "no permitamos que estos hechos tan dolorosos nos impidan valorar con inmensa gratitud lo que el Espíritu Santo despierta en nuestro país y en nuestra Iglesia: una verdadera primavera de solidaridad y fraternidad y una gran esperanza basada en el encuentro con Jesucristo vivo, que nos transforma en sus discípulos y misioneros".