(Zenit/InfoCatólica) Desde hace un mes, los “camisas rojas” del Frente unido por la democracia y contra la dictadura, coalición dispar que reúne a los partidarios del ex primer ministro, han retomado el centro de la capital tailandesa para exigir elecciones legislativas anticipadas y la vuelta al orden constitucional. Frente a e ellos, las élites tradicionales y el primer ministro Abhisit Vejjajiva rechazan la disolución del Parlamento, sin por tanto acceder a una salida negociada.
El Gobierno decretó el estado de emergencia el 7 de abril y, durante el fin de semana, las manifestaciones, hasta ahora pacíficas, experimentaron una escalada sangrienta. En la noche del sábado al domingo, los choques con las fuerzas del orden se saldaron con 21 muertos y 860 heridos. En la televisión, el primer ministro afirmó que se habían mezclado con los manifestantes “terroristas”. Los líderes “rojos” replicaron que no podría haber ninguna negociación hasta que Abhisit no dimita y abandone el país.
En este contexto, responsables religiosos, tanto católicos como budistas, han tomado la palabra para pedir la vuelta a la calma. Paz, negociación y oración por el bien del país son las “palabras claves” para resolver la crisis actual en Tailandia, declaró a la agencia Fides monseñor Francis Xavier Kriengsak Kovithavanij, arzobispo de Bangkok, quien advierte de las “fuerzas oscuras que tratan de hacer precipitar la situación en el caos”. El arzobispo representa a la pequeña minoría católica, el 0,5% de la población.
El arzobispo, manifestando su preocupación por la violenta evolución de las manifestaciones, dijo: “la situación es muy delicada. Existe una evidente separación política entre los ‘camisas rojas’ que piden nuevas elecciones y el Gobierno que es legalmente reconocido y está en el cargo legítimamente. Se está negociando y todos esperamos que todo termine bien. El hecho es que existe una agenda política escondida tras estas manifestaciones. Es opinión común que esté maniobrada por el ex premier Thaksin Shinawatra, quien además financia a los manifestantes”.
“En esta fase de confusión social y política –continúa el prelado- entran en juego grupos que siembran violencia. Aquellos que han atacado con granadas las bases militares quieren empeorar la situación pero ¿a dónde quieren llegar? Ciertamente no es necesario llegar a la guerra civil, que sería una tragedia nacional. Esperamos que la situación pueda proceder pacíficamente: pedimos a todas las partes que rechacen la violencia y respeten el estado de derecho”.
Los obispos, agrega el arzobispo, “desde hace más de un mes han movilizado a los fieles, invitándolos a la oración. Nuestra oración continúa: pedimos la ayuda, la gracia de Dios y la paz en Tailandia y en todas las Santas Misas que son celebradas en la archidiócesis”. También los líderes budistas “oran y siembran palabras de paz que esperamos lleguen a buen fin”.
La Iglesia promueve en entendimiento
A mediados de marzo, reunidos en su asamblea bianual, los obispos estimaban que, si los católicos tenían derecho a tal o cual campo, la Iglesia no debía tomar posición. “En tanto que Iglesia, debemos promover el entendimiento común”, dijo el padre Pipat Rungruangkanokkul, secretario general adjunto de la Conferencia Episcopal. Y añadió: “La situación es muy sensible. Salvo un envenenamiento del conflicto, la Iglesia no se decantará sobre quién tiene razón o quién se equivoca”.
Tras los acontecimientos de este fin de semana, que son los más mortales desde la sangrienta represión de las manifestaciones de 1992, el obispo emérito de Ubon Ratchathani, monseñor Bunluen Mansap, se expresó públicamente. El ex responsable de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal estimó que “en Tailandia, hoy, la cólera y el odio se expanden por todo el país. Lo que amenaza a este país no es la guerra civil sino la cólera y el odio”. El obispo pidió a todos los tailandeses aceptar las diferencias de opinión y de creencia. “Los seres humanos están hechos para amarse los unos a los otros pero están divididos por la política y la ideología”, añadió, pidiendo al Gobierno y a los manifestantes poner fin a la violencia y volver a la mesa de negociación.
También los budistas piden medidas pacíficas para encontrar una salida a la actual crisis
Hasta ahora, los movimientos y organizaciones de budistas, que son ampliamente mayoritarios en este país, habían tenido cuidado de no intervenir en el campo político. Sin embargo, este lunes, el venerable Paisan Visalo, monje budista a la cabeza de la Red por la no violencia, coalición de ONG próximas a medios budistas y universitarios, declaró “estar entristecido por los muertos y los heridos, ya sean soldados o manifestantes”. “La violencia puede contribuir a regular un problema temporalmente, pero crea en realidad nuevos problemas a largo plazo y a menudo exacerba los problemas antiguos”, añadió.
Respecto a la actual sociedad tailandesa, declaró: “Lo que nos une es más importante que lo que nos separa: la persecución de la felicidad, la aversión del sufrimiento, la búsqueda del respeto, el deseo de hacer el bien y de defender la dignidad de cada uno”. Hizo un llamamiento al Gobierno tailandés y a los manifestantes “rojos” a emprender medidas pacíficas para encontrar una salida a la actual crisis.
Más allá de las cuestiones personales y de las presiones ejercidas por los “camisas rojas”, para pedir la vuelta de Thaksin Shinawatra, los enfrentamientos en Bangkok atestiguan la profunda brecha que separa a las élites tradicionales, ligadas a la aristocracia y a la burguesía de los negocios, y a las poblaciones rurales, especialmente del nordeste, que consideran que se aprovechan poco del desarrollo económico del país. Un informe del Banco Mundial subraya que la distribución de la renta en Tailandia es una de las menos equitativas de Asia.