En cada estación del recorrido sobre coloridas alfombras de aserrín en las estrechas calles capitalinas, el cardenal fue dando mensajes diferentres.
Deploró que en el mundo moderno "los imperios crucifican a pueblos enteros para obtener sus objetivos (...y) los imperios de hoy se rifan a los países, los bienes que pertenecen a todos; nada quieren dejar para los pobres, sólo la miseria y el hambre".
"La cruz era para los romanos el peor instrumento de muerte aplicado a todo el que se opusiera al imperio (...) ahora todo el que se oponga al sistema económico, político o cultural va a tener que cargar la cruz, el egoísmo, la incertidumbre, el rechazo", advirtió.
Manifestó que al contrario a lo que acontece ahora en que "la ambición es origen de la corrupción, del robo, de la acumulación de la tierra, de las casas, del poder económico y del poder político (...), Jesús nació pobre en un pesebre y murió pobre en la cruz, sin posesión alguna más que su propia dignidad".