(Agencias/InfoCatólica) En la jornada en la que la Iglesia conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, el Papa llegó al recinto vaticano en medio del cántico Hossanna. Delante del obelisco, adornado con flores rojas y verdes, el Pontífice bendijo las palmas y las ramas de olivo. Después se leyó el Evangelio de San Lucas, que narra la entrada de Jesús en la Ciudad Santa, tras lo cual la procesión se dirigió hacia el altar mayor levantado en el atrio de la plaza vaticana para oficiar la misa.
Jesús, ha dicho el Papa en relación a las fiestas del Triduo Pascual, “se encamina a esta fiesta consciente de ser Él mismo el Cordero” que será inmolado. Pero sabe también “que su camino irá más allá no tendrá en la cruz su fin (…) que Él subirá hasta el trono de Dios y reconciliará a Dios y al hombre en su cuerpo (…) que su cuerpo resucitado será el nuevo sacrificio y el nuevo Templo (…) porque en su pasión Él ha abierto el confín entre el cielo y la tierra”.
El camino de Jesús es camino hacia lo alto
Aunque, advirtió el Papa “el hombre puede elegir un camino cómodo y descansar de todo esfuerzo (…) también puede descender hacia lo bajo, lo vulgar (…) puede hundirse en el pantano de la mentira y la deshonestidad”, el seguimiento de Jesús es una “subida hacia la verdadera altura de ser hombres”. En efecto “Jesús caminó ante nosotros y se dirige hacia lo alto”.
El camino hacia la meta, que es la comunión con Dios, dijo el Papa, requiere humildad, porque “caminar con Jesús es simultáneamente siempre caminar en el `nosotros´ de los que desean seguirle”, en la Iglesia, con la responsabilidad de la comunión, de “no romper la cuerda con la obstinación y el orgullo”. “Creer humildemente con la Iglesia, sólidos en la cordada de la subida hacia Dios, es una condición esencial del seguimiento”. Una subida de la que “forma parte la Cruz”, “expresión de lo que significa el amor: sólo quien se pierde a sí mismo, se encuentra”.
Sólo en comunión con Cristo podemos amar
El Papa se refirió se refirió a la plegaria “para que en la comunión con Cristo podamos dar el fruto de obras buenas”, concretando que “forman parte de este amor los Mandamientos (…) que no son otra cosa sino las reglas fundamentales del verdadero amor: ante todo y como principio fundamental la adoración a Dios, el primado de Dios, que expresan los tres primeros mandamientos (…) Continúan después la santidad de la familia (cuarto mandamiento), la santidad de la vida (quinto mandamiento), la ordenación del matrimonio (sexto mandamiento), el orden social (séptimo mandamiento) y finalmente la inviolabilidad de la verdad (octavo mandamiento)”.
“Jesús nos conduce hacia lo que es grande, puro. Nos lleva hacia el aire salubre de las alturas, hacia la valentía que no nos deja amedrentarnos de las murmuraciones de las opiniones dominantes, hacia la paciencia que soporta y sostiene al otro”, afirmó, con voz fuerte, ante varias decenas de miles de fieles que asistían al acto.
Olivos centenarios traídos de la sureña región italiana de Puglia (Apulia), ramas de olivos procedentes de la residencia papal de Castelgandolfo, en el sur de Roma, y palmas procedentes de Elche (España) y Sanremo (Italia) adornaban la plaza vaticana, donde entró el Pontífice en medio de los aplausos de los presentes. La palma tejida que portaba el Pontífice era un regalo precisamente de Elche, mide más de dos metros de altura, pesa unos cinco kilogramos y está rematada por una insignia papal, formada por las llaves de San Pedro y la tiara.