(RV/InfoCatólica) El Papa asegura que “una fe adulta, capaz de confiar totalmente en Dios con postura filial, nutrida por la oración y el estudio de la verdad de la fe, es condición para poder promover un humanismo, fundado sobre el Evangelio de Jesús”. Benedicto XVI explica que es “el Padre, quien nos llama a ser hijos amados en su Hijo, el Amado, y a reconocernos todos hermanos en Él, don de salvación para la humanidad dividida por la discordia y el pecado”.
“Queremos ver a Jesús”, es la petición en el Evangelio de Juan, que algunos griegos llegados a Jerusalén en peregrinación pascual, presentan al apóstol Felipe. Es la misma, señala el Papa, que resuena en nuestro corazón en este mes de octubre, y que nos recuerda como el compromiso y la tarea de anuncio evangélico le corresponde a toda la Iglesia “misionera por su naturaleza” y nos invita a hacernos promotores de la novedad de vida, hecha de relaciones auténticas, en comunidades fundadas en el Evangelio.
“En una sociedad multiétnica en la que cada vez más hay formas de soledad y de indiferencia preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de esperanza y de hermandad, cultivando los grandes ideales que transforman la historia”, dice el Papa. Como los peregrinos griegos de hace dos mil años, también los hombres de nuestro tiempo, piden a los creyentes no sólo hablar de Jesús, sino “hacer ver a Jesús”, hacer resplandecer su rostro Redentor, ante las generaciones del nuevo milenio. Y especialmente ante los jóvenes de todos los continentes destinatarios privilegiados y sujetos del anuncio evangélico.
La conciencia a la llamada a anunciar el Evangelio estimula no solo a cada uno de los fieles, sino a todas las comunidades diocesanas y parroquiales a una renovación integral y a abrirse siempre más a la cooperación misionera entre las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de todas las personas de todos los pueblos, culturas, razas, nacionalidades y latitudes. Una conciencia, puntualiza el Santo Padre, que nos alimenta a través de la obra de los sacerdotes Fidei Donum, los Consagrados, los catequistas, los laicos misioneros en una búsqueda constante de promover la comunión eclesial.
La Iglesia se convierte en Comunión -ha recordado Benedicto XVI- a partir de la Eucaristía, en la que Cristo presente en el pan y en el vino, con su sacrificio de amor edifica la Iglesia como su cuerpo, uniéndonos a Dios uno y trino y entre nosotros. Pero “no podemos tener sólo para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento”, advierte el Papa. “Tiene que ser comunicado a todos”. Es por ello “que la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia, sino también de su misión: una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera”.
Al final de su mensaje el Pontífice expresa su particular afecto que dirige a todos los misioneros y misioneras que dan testimonio de la fe con su entrega en los lugares más remotos y más difíciles, a menudo arriesgando su propia vida. A ellos que representan la vanguardia del anuncio del Evangelio, el Papa expresa su amistad, su cercanía y el apoyo de todos los creyentes.