(El Día de Córdoba/InfoCatólica) El Día de Córdoba realizó la entrevista al nuevo obispo de Córdoba, Monseñor Demetrio Fernández el pasado sábado. Estas fueron sus respuestas:
–¿Qué sintió usted cuándo recibió la noticia del nombramiento como nuevo Obispo de Córdoba por parte del Santo Padre? ¿Conoce la diócesis?
Me produjo una alegría grande porque, como les escribí a los cordobeses, voy con esperanza a una diócesis viva, muy armada, con mucha vitalidad cristiana en varios ámbitos. En primer lugar, en el Seminario, verdadero corazón y futuro de la diócesis en el que me volcaré –como lo he demostrado en mi tiempo no ya sólo de obispo sino como cura–. En segundo lugar, es muy vital en los movimientos. A su vez, la vitalidad de las parroquias denota una gran vida cristiana de fondo, tales como la de la Santísima Trinidad que promueve iniciativas como colegios y residencia de ancianos. Y, por último, la viveza de las cofradías que se cuenta por centenares, formándolas miles y miles de cofrades.
–¿Cuál es el mensaje que trae a los jóvenes cordobeses para que se suban al carro del cristianismo? ¿Un mensaje esperanzador o realista?
El mensaje es el de siempre, que el amor es gratuito, para toda la vida y que amar, sentirse amado, es lo que da un sabor especial a nuestra existencia. Si un matrimonio joven tiene hijos pequeños y convive con sus abuelos que se quieren ahora más que nunca, a pesar de padecer enfermedades, sufrimientos, eso es ya una escuela de valores. Gracias a Dios hay muchos matrimonios jóvenes que viven en cristiano, entregándose y amándose para toda la vida.
–En la defensa de la familia, de la vida, la Iglesia choca con la realidad. ¿Cuáles son sus recetas para afrontar esta crisis?
Las recetas no son mías sino las que lleva proclamando la Iglesia desde hace más de dos mil años, reflejadas en el evangelio; que se respete la vida desde el mismo momento de la concepción y que imitemos a Jesucristo. Me gusta que haya familias cristianas bien formadas con voluntad propia y legítima de transformar el mundo desde dentro, en medio de su familia, de sus amigos, a través de sus aficiones, trabajos y vicisitudes que se les presenta y somos la mayoría. Es verdad que un niño, adolescente, joven que crece con cobertura afectiva es un niño normal, con capacidad de afrontar el sentido de la vida y superar las dificultades que vienen, incluso extremas.
–Últimamente se están conociendo casos de pederastia que sucedieron en el pasado en países como Irlanda, Alemania, Suiza. ¿Cuál es la postura del episcopado español en estos delitos?
En los delitos de pederastia que últimamente se están conociendo a lo largo y ancho de Europa, destacar que la Iglesia pone en práctica tolerancia cero. Nuestra máxima preocupación son las víctimas de dichos abusos, a las que hay que acompañar y ayudar a superar sus traumas, así como colaborar plenamente con la justicia para que los agresores queden neutralizados y puedan ser ayudados a superar sus patologías. Es curioso, dicho esto, como los enemigos de la Iglesia encuentran morbo en este tema, a veces farisaicamente, porque muchos de éstos que se escandalizan y ponen el grito en el cielo fomentan al mismo tiempo la corrupción de menores con una educación sexual inspirada en la ideología de género y la incitación precoz al libertinaje sexual.
–Ante la realidad política ¿qué es lo que echa en falta?
En primer lugar, recordaría aquella frase de Juan Pablo II: ¡no tengáis miedo! Hace falta más presencia de los seglares en la vida pública. Creo que los momentos actuales requieren, más que nunca, de personas valientes, que se lancen a la arena pública y digan bien alto que están ahí dispuestos a desgastarse por el bien común. Ha llegado el momento de que si hay un partido político de inspiración cristiana, católica, que salga a la palestra y que diga, sin miedo, con luz y taquígrafos, que se comprometen a hacer leyes en cristiano y a buscar consensos para defender a los más débiles de nuestra sociedad, sean inmigrantes, recién concebidos, enfermos.
–¿Cuáles son sus retos ante su responsabilidad como pastor de la Iglesia cordobesa?
En primer lugar, llego a esta diócesis con humildad, con una inmensa alegría e ilusión, y con una firme voluntad de trabajar, de desgastarme y de servir al pueblo cristiano y a todas las almas. Es verdad que en Córdoba hay dos personajes importantes que aportaron mucho, tanto a la convivencia entre las diversas culturas –judía, musulmana, cristiana– como a la Iglesia de Roma; el obispo Osio que es considerado santo en la iglesia oriental pero no en la occidental; y San Juan de Ávila, a quien Santa Teresa calificó como “columna de la Iglesia”, y que es una de las tareas inmediatas del obispo de Córdoba al presidir la comisión Pro doctorado de San Juan de Ávila. Ambos retos extenderían, cuando la Santa Sede los declare como tales, su devoción por todo el mundo.
–La ciudad de Córdoba, usted lo acaba de decir, fue lugar del dialogo interreligioso, de convivencia entre culturas ¿Qué le parece se comparta la Mezquita para el culto?
Lo primero, sería recuperar a Córdoba como lugar del diálogo interreligioso, que lo fue, y dar a conocer lo que significó la época árabe en cuanto a la lengua, la cultura y cómo convivió –pacíficamente en muchos aspectos–la Iglesia en aquellas circunstancias; conocer el dialogo que se estableció entonces, en qué nivel se estableció y actualizarlo a día de hoy. En cuanto a compartir la Mezquita para el culto pienso que es incompatible tanto para los musulmanes como para nosotros. Los propios musulmanes no rezan dónde reza un cristiano y al revés lo mismo. En ese sentido, debemos de respetarnos cada uno y para ser buenos amigos, que hemos de serlo, que cada uno rece en su sitio.