(Agencias/InfoCatólica) En la víspera de la fiesta de San José, a quien puso como ejemplo para todos aquellos que desempeñan cargos de responsabilidad en el mundo del trabajo, Benedicto XVI recibió ayer en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano a los miembros de la Unión de Industriales y de las Empresas de Roma. El presidente de esta asociación aseguró que venían al Vaticano para testimoniar ante el Santo Padre su compromiso, en estos tiempos difíciles y confusos en la búsqueda de sincera coherencia con las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.
Refiriéndose a la crisis económica, en el contexto de la globalización, y a sus repercusiones negativas, el Papa les alentó a enfocar esta compleja situación como una oportunidad para revisar los modelos de desarrollo, impulsando un “tiempo nuevo” en el mundo financiero. Benedicto XVI ha reiterado el magisterio pontificio y de la Iglesia y ha evocado su Encíclica sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad. La empresa, aseguró el Santo Padre, producirá “riqueza social” si la guía un empresario previsor “que prefiere inversiones a largo plazo frente al beneficio especulativo y que promueve la innovación antes que pensar en acumular riqueza sólo para él”.
“En la Encíclica social, Caritas in veritate, he señalado que venimos de una fase de desarrollo en que se ha privilegiado lo que es material y técnico, con respecto a lo que es ético y espiritual. Y he alentado a colocar, en el centro de la economía y de las finanzas, a la persona (cfr n.25), que Cristo desvela en su dignidad más profunda. Proponiendo, además, que la política no se subordine a los mecanismos financieros, he solicitado la reforma y la creación de ordenamientos jurídicos y políticos internacionales (cfr n. 67), proporcionados a las estructuras globales de la economía y de las finanzas, para conseguir de forma más eficaz el bien común de la familia humana”.
“Siguiendo las huellas de mis predecesores, he reiterado que el aumento del desempleo, en especial de los jóvenes, el empobrecimiento económico de muchos trabajadores y el surgimiento de nuevas formas de esclavitud, exigen como objetivo prioritario el acceso a un trabajo digno para todos (cfr n. 32 y 63). Lo que guía a la Iglesia en hacerse promotora de esta meta es la convicción de que el trabajo es un bien para el hombre, para la familia y para la sociedad y es fuente de libertad y de responsabilidad. En el logro de estos objetivos están implicados, naturalmente, junto con otros sujetos sociales, los empresarios, que deben ser alentados en su compromiso al servicio de la sociedad y del bien común”.
“El empresario atento al bien común está llamado a ver su propia actividad siempre en el marco de un ‘todo’ plural (…). Un humanismo abierto a Dios y, justo por ello, abierto al hombre y a una vida entendida como tarea solidaria y gozosa (cfr n. 78). El desarrollo, en cada sector de la existencia humana, implica también una apertura a lo trascendente, a la dimensión espiritual de la vida, a la confianza en Dios, al amor, a la fraternidad, a la acogida, a la justicia y a la paz (cfr n. 79). Me complace subrayar todo esto mientras nos encontramos en Cuaresma, tiempo propicio para la revisión de las propias conductas profundas y para interrogarnos sobre la coherencia entre los fines a los cuales tendemos y los medios que utilizamos”.