(Diariodenavarra/InfoCatólica) El arzobispo de Pamplona se dirigió especialmente a la juventud congregada en la explanada del Castillo y les transmitió el valor de ser misionero. “Francisco Javier, joven como tantos de vosotros, se abrió a los valores y encantos de la vida temporal hasta que descubrió el misterio del supremo valor de la vida cristina y se hizo mensajero del amor y de la vida de Cristo entre sus hermanos en los grandes pueblos de Asia”, les dijo.
Además, monseñor Francisco Pérez exhortó a los jóvenes a ser evangelizadores, diciéndoles que “no os podéis sentir indiferentes ante la salvación del género humano. Creer en Cristo es creer en su programa de vida para nosotros. No hay servicio al hombre que pueda equipararse al servicio misionero”, afirmó.
Asimismo, el arzobispo de Pamplona y Tudela animó a la juventud a “situarse en la primera línea de la evangelización de la sociedad” y destacó que “Javier se está convirtiendo en un santuario misionero”, ya que, según resaltó, “más de 500.000 personas pasan todos los años por aquí”.
Seguir descubriendo la sabiduría de la Cruz redentora
Refiriéndose a la cruz de las Jornadas mundiales de la juventud, Monseñor Pérez González se dirigió a los peregrinos, jóvenes, familias y niños y les invitó a “seguir descubriendo lo que hay de sabiduría en la cruz redentora”. El arzobispo recordó que “el dolor, el sufrimiento de los más débiles, o las consecuencias de los desastres naturales son signos fehacientes de la cruz de Cristo, que sigue gritando ¡Dios mío, por qué me has abandonado!”
A este respecto, defendió que “no estamos solos; tenemos el mejor padre que podíamos imaginar”, y que “cada uno de nosotros somos hijos predilectos de Dios y Dios nunca está ausente de nuestras vidas. No ha venido a dar respuestas, porque él es la respuesta". "Dios, padre perfecto, atiende siempre a sus hijos", indicó.
En su homilía, el arzobispo de Pamplona deseó que los participantes en la Javierada "vuelvan a casa con el corazón limpio, después de haberse confesado". Asimismo, expuso que "el contexto cultural, marcado por la mentalidad hedonista y relativista que tiende cancelar a Dios del horizonte de la vida, no ayuda a descubrir los valores auténticos, a discernir el bien del mal y a reconocer que el pecado existe". "En esta situación donde se ha perdido el sentido del pecado conviene recuperar la salud interior del corazón", añadió.