(RV/InfoCatólica) “Cristo vino al mundo", explicó el Papa, "para liberarnos del pecado y de la fascinación ambigua de proyectar nuestra vida prescindiendo de Dios (…) Éste ejemplo vale para todos: el mundo se mejora comenzando por uno mismo, cambiando, con la gracia de Dios, lo que no va en nuestra vida”.
Analizando las tres tentaciones a las que fue sometido Jesús, el Papa recordó que representan la necesidad material –el hambre–, el engaño del poder –la promesa de todos los reinos–, y la obediencia a Dios, que nunca hay que poner a la prueba. “Ésta es una enseñanza fundamental para nosotros: si llevamos en la mente y en el corazón la Palabra de Dios, si ésta entra en nuestra vida, si confiamos en Dios, podemos rechazar todo tipo de engaño del Tentador”.
En este sentido, la Cuaresma se convierte en un lugar de “retiro” durante el que cada uno de nosotros entra en uno mismo y escucha la voz de Dios, para vencer las tentaciones del maligno y encontrar la verdad. “Un tiempo, podemos decir, de ‘entrenamiento’ espiritual para vivir junto a Jesús, no con orgullo y presunción, sino usando las armas de la fe, es decir, la oración y la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia. De este modo podremos celebrar la Pascua en verdad, preparados a renovar las promesas de nuestro Bautismo”.
Por último Benedicto XVI invocó a la Virgen María para que ayude a cada uno a vivir con felicidad este tiempo de gracia, y para que interceda en particular por él y por sus colaboradores en la Curia Romana que hoy inician sus ejercicios espirituales.
Saludo a los peregrinos de lengua española
Y tras el rezo mariano del Ángelus y el responso por los fieles difuntos, el Pontífice ha saludado como es tradicional, en varias lenguas, éstas han sido sus palabras en español: “Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. En este inicio del itinerario cuaresmal, la liturgia nos va introduciendo poco a poco en un clima de mayor austeridad y recogimiento para propiciar en los fieles una reflexión profunda sobre el fin último de nuestra existencia y su dimensión eminentemente sobrenatural. Es Cristo el que se nos ofrece como única riqueza que perdura, como el verdadero alimento de vida eterna y la plenitud para nuestras almas. Confiemos a las manos maternas de María Santísima la vivencia humilde y fructífera de este tiempo de preparación para la Pascua. Muchas gracias y feliz domingo”.