(La Región/InfoCatólica) Llegó al Palacio Episcopal de Ourense en 2002, procedente de la Diócesis de Santiago. Luis Quinteiro se integró desde el primer momento en el transcurrir cotidiano de la provincia. Pero nunca creyó que tendría que abandonarla tan pronto. "Siempre pensé que me moriría aquí como obispo"’, afirma.
–Se fueron sus antecesores y ahora se va usted. ¿Su traslado no convierte a la Diócesis de Ourense en una escuela de obispos?
Sí, reflexioné sobre eso estos días, y visto humanamente no es fácil de entender, tres obispos en tan poco tiempo. Comparto esa preocupación de los fieles y religiosos pero, por otra parte, todos los que nos marchamos de Ourense lo hacemos con una gran tristeza. Pero son razones humanas, quien conduce todo esto es el Señor y estoy plenamente convencido de que vendrán personas mejores para llevar a la Iglesia ourensana a buen puerto. La diócesis tendrá un obispo como se merece y el más adecuado para el momento en que vivimos.
–¿Ese nuevo obispo debe ser gallego?
Que sea un hombre entregado a Dios y a los fieles. Después si es gallego, mejor, se sentirá más identificado con la gente.
–Los párrocos ourensanos cuando fue nombrado usted obispo de Ourense exigían que fuera gallego.
Ojalá que sea un obispo gallego, pero yo no soy quien lo decide, es el Santo Padre. Dicho esto, sólo pido que sea un hombre entregado a la provincia.
–¿Qué consejo le daría?
Qué venga con mucha ilusión y que se entregue a todo, porque esta diócesis termina enamorándote.
–Usted acaba de finalizar una visita pastoral por todas las parroquias de la provincia, ¿están bien conservados los templos?
Nunca olvidaré el cariño y el efecto que me mostró la gente durante las visitas pastorales. Los templos nunca estuvieron mejor. Están bien conservados gracias a la colaboración de los feligreses, administración y concellos. Todos se volcaron y, salvo casos excepcionales, tenemos un patrimonio religioso perfectamente conservado. No hay que olvidar que está provincia tiene una riqueza artística envidiable.
–¿Qué le sorprendió durante esas visitas?
Sin duda ninguna, la fe. Después, el cariño de la gente hacia su obispo. Nunca podré olvidar esas visitas, el encontrarse con personas tan profundamente identificadas con su Iglesia.
–Usted llegó a afirmar que hay más gente que cree en Dios de la que nos pensamos. Sin embargo, las iglesias están vacías, ¿a qué se debe esto?
Hay un alejamiento, pero debemos entender que la Iglesia no son las piedras, no es un edificio, son las personas y, en este sentido, creo que hay muchos seguidores.
–¿Por qué los jóvenes no se identifican con la Iglesia?
Esa es la gran tarea que tiene ahora mismo la Iglesia, acercarse a los jóvenes, quererlos y sentirse querida por ellos, interesarse por sus problemas, inquietudes y enseñarles a descubrir a Jesús, la grandeza de la fe. Tenemos que estar con ellos, porque una casa sin hijos se viene abajo.
–Usted planteó reestructurar las parroquias, ¿cómo van a ser los cambios?
Las parroquias no pueden desaparecer, llevan ahí cientos de años. De lo que soy partidario es de buscar otras fórmulas para atenderlas pastoralmente mejor, porque la falta de sacerdotes es un problema que tenemos ahí.
–¿Qué quedó o no pudo hacer en Ourense?
Tantas, tantas cosas... La ilusión de no estar al lado de todos los fieles para que recuperen el protagonismo que se merecen.
–¿Vivimos en una provincia marginada?
Es una provincia con graves problemas, sobre todo, demográficos. Pero Ourense es una tierra fantástica para vivir.