(AnálisisDigital) La presentación estuvo a cargo del Cardenal Paul Josef Cordes, presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, y participaron en la conferencia de prensa el Dr. Hans-Gert Pöttering, presidente de la Fundación Konrad Adenauer y presidente emérito del Parlamento Europeo, y Mons. Giampiero dal Toso, secretario del Consejo Pontificio Cor unum, según ha informado Radio Vaticano.
El mensaje, fechado el 30 de octubre del 2009, y hecho público hoy, está articulado en cuatro apartados en donde Benedicto XVI, con su pedagogía magistral y como Pastor de la Iglesia Universal, busca que todos los creyentes interioricen el sentido profundo del tiempo penitencial que es la Cuaresma, y entiendan de manera clara el significado de la justicia de Dios, que es modelo para la justicia de los hombres.
Y precisamente el primer argumento del Papa es el explicar el término “justicia” que desde la antigüedad se ha definido como “dar a cada uno lo suyo”. Sólo que esa definición no explicita lo que significa eso “suyo” que corresponde a cada quien, y que visto desde la perspectiva humana se puede quedar en los anhelos de bienes materiales, que ciertamente son útiles y necesarios – el anhelo de la justicia distributiva dice el Pontífice -, pero que a fin de cuentas no ofrece al ser humano todo los “suyo”. Por eso, en este primer apartado Benedicto XVI dice que además del pan y lo material, el ser humano “necesita a Dios, que es quien concede y comunica gratuitamente su amor a los hijos creados a su imagen y semejanza”.
En el segundo apartado del mensaje para la Cuaresma del 2010, Benedicto XVI se pregunta sobre el origen de la injusticia, que en nuestros días puede ser asociada a las carencias, especialmente de alimentos, que sufre gran parte de la humanidad. Y la respuesta la ofrece tomando como referencia el texto del capítulo 7 del evangelio según san Marcos, en donde Jesús hablando a la gente, dice que no es lo de fuera lo que contamina al hombre, lo que come, sino que es lo que sale de él, lo que se fragua en el corazón del ser humano lo que hace mal.
El Papa llama la atención sobre ciertas tendencias de pensamiento e ideologías actuales que tratan de justificar en “causas exteriores” los males e injusticias de las sociedades, dando como solución la “eliminación” de esas causas exteriores para que entonces reine la justicia. Benedicto XVI dice que “esta visión es ingenua y miope, porque la injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas, sino también tiene origen en el corazón humano, que es el que alberga al egoísmo, el verdadero mal de nuestra caída humanidad”.
Por eso el Papa, en la continuación de su mensaje para la cuaresma, plantea como tercer punto de reflexión el retomar la sabiduría del pueblo de Israel que hace una relación entre la bondad de Dios al “levantar al desvalido” y la justicia para con el prójimo. Benedicto XVI dice que en hebreo se usa la palabra “sedaqad” para significar esa virtud de la justicia en donde por un lado, el creyente acepta plenamente la voluntad de Dios, y por el otro, es movido a actuar con equidad ante su prójimo, especialmente con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda.
Estas ideas están representadas, continúa diciendo en su mensaje el Papa, en el episodio de la entrega de la Ley de Dios a Moisés, hecho que ocurrió después que Dios escuchó el clamor de su pueblo, y lo liberó de la opresión. De allí que para el creyente de hoy, y para entrar en la justicia, es necesario salir de la ilusión de la autosuficiencia, del estado de cerrazón, y realizar un “éxodo” más profundo que el que obró Dios con Moisés, porque lo que se debe buscar es la liberación del corazón.
La palabra final del mensaje para la cuaresma de este 2010, que fue presentado hoy, Benedicto XVI la centra en Cristo, la verdadera justicia de Dios. Si bien se puede preguntar qué justicia es esa donde el justo muere en lugar del culpable, y donde el culpable recibe bendiciones, donde pareciera que cada quien recibe lo contrario, Benedicto XVI responde que esa es precisamente la justicia de Dios, que es distinta a la humana porque con la entrega de su Hijo ha pagado un “precio exorbitante” para rescatarnos del pecado, que es el verdadero origen del mal.
Y esa justicia de cruz pone de manifiesto que el hombre, explica Benedicto XVI, no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro, de ese otro que es Cristo. Convertirse a Cristo, llamado principal del tiempo de la cuaresma, es “salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad”. Benedicto XVI augura que este tiempo de cuaresma, “tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia”.