(Aica.org) Durante la clausura de la 81ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana, celebrada en Asís del 17 al 20 de noviembre, el Papa dirigió un firme mensaje pastoral centrado en la urgencia de volver al núcleo mismo de la fe: «Primero estamos llamados a mirar a Jesús y, más que nunca, necesitamos poner a Cristo en el centro».
El Pontífice expresó su alegría por esta breve visita a Asís, subrayando el significado espiritual que tiene la ciudad marcada por la figura de San Francisco, cuya fe sencilla, firme y valiente sigue siendo luminosa para la Iglesia. Según señaló, el mundo vive un tiempo de «gran fragmentación», caracterizado por «mensajes y lenguajes que fomentan la hostilidad y la violencia», por una carrera hacia la eficiencia «que deja atrás a los más frágiles», por «la omnipotencia tecnológica que comprime la libertad» y por «la soledad que consume la esperanza».
Frente a esta situación, exhortó a los obispos italianos a regresar sin titubeos a los fundamentos del anuncio cristiano y afirmó que es indispensable volver «al kerigma», a ese acto de fe que permite reconocer a Cristo como Salvador. Señaló que fijar «la mirada en el rostro de Jesús» permite, a la vez, mirar con caridad los rostros de los demás: «Es su amor el que nos atrae hacia ellos. Y la fe en Él, nuestra paz, nos invita a ofrecer a todos el don de su paz».
Recordó también el testimonio de San Francisco, invitando a los obispos a dejarse inspirar por su ejemplo: «Que su ejemplo también les ofrezca la fuerza para tomar decisiones inspiradas por una fe auténtica». En este marco, el Papa delineó varios ejes prácticos: anunciar la salvación, promover la dignidad humana, construir la paz, cultivar el diálogo y sostener una visión cristiana del hombre, hoy tan amenazada por ideologías que oscurecen la verdad sobre la persona y la familia.
El Santo Padre evocó luego el valor auténtico de la sinodalidad, recordando que esta «indica el caminar juntos de los cristianos con Cristo y hacia el Reino de Dios, en unión con toda la humanidad». Insistió en que este estilo de Iglesia exige «trabajar juntos» y que en cada diócesis debe crecer una comunidad cristiana «abierta, hospitalaria y acogedora», donde la corresponsabilidad sea real y se oriente siempre a la proclamación del Evangelio.
Entre las prioridades pastorales, subrayó la cercanía concreta a las familias, a los jóvenes, a los ancianos y a quienes sufren la soledad, así como el compromiso decidido con los pobres y con la protección de menores y adultos vulnerables. Destacó que «la acogida y la escucha de las víctimas son el rasgo auténtico de una Iglesia que, en la conversión comunitaria, sabe reconocer las heridas y se compromete a aliviarlas».
El Papa concluyó animando a los obispos a avanzar con fe y fortaleza, siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís. Tras la reunión, el Santo Padre se trasladó al estadio de Santa María de los Ángeles y posteriormente a Montefalco, donde celebró la Santa Misa en el Monasterio de las Hermanas Agustinas.
En un tiempo marcado por la crisis cultural, la secularización y el avance de ideologías contrarias a la dignidad humana y a la familia natural, el mensaje del Sucesor de Pedro reafirma la necesidad de una Iglesia centrada en Cristo, firme en la verdad y capaz de ofrecer al mundo el testimonio luminoso de la fe católica.







