(LifeNews/InfoCatólica) En un testimonio recogido por la periodista Sarah Terzo, una mujer llamada Michelle narra la profunda culpa y el dolor que experimentó después de haber ayudado a su compañera de piso a someterse a un aborto. Su relato muestra el proceso de toma de conciencia que la llevó a reconocer el valor sagrado de la vida humana.
Michelle cuenta que, tras acompañar a su compañera de piso a casa después del aborto, emprendió un viaje de cuatro horas hacia Nueva York. Durante el trayecto tuvo tiempo para reflexionar y comenzó a sentirse profundamente inquieta por lo sucedido.
«Hasta entonces, solo había escuchado lo que la gente decía sobre el aborto y aceptaba sus opiniones», explica. «Había creído lo que me habían dicho: “Es una decisión personal”».
Sin embargo, mientras conducía, empezó a sentirse abrumada por una sensación de vacío y silencio interior. «Protestaba interiormente: “¡Yo no hice nada!”», recuerda. «Pero lo ocurrido ese día me perseguía y me dejó paralizada».
El domingo siguiente acudió a la iglesia junto a su madre. Durante la misa escuchó el llanto de un bebé sentado a pocos asientos de distancia. «El llanto resonaba en mis oídos como si escondiera un mensaje que necesitaba oír», cuenta.
En ese momento, Michelle se derrumbó emocionalmente. «De repente, las lágrimas comenzaron a fluir. Cuanto más intentaba contenerlas, más intensamente brotaban. No entendía cómo podía sentir tanta tristeza por un aborto que no había vivido personalmente».
Fue entonces cuando comprendió la verdadera magnitud de lo sucedido. «De pronto me di cuenta, como si me hubieran quitado el aliento, de que el aborto era muerte. Había habido una muerte. No solo acompañé a mi amiga a una clínica; participé en el asesinato de un bebé. Aquel día fatídico no se resolvió “el problema”: se extinguió una vida».
El testimonio de Michelle fue recogido en el libro Make Me Your Choice de Cheryl Chew (Shippensburg, Pensilvania: Destiny Image Publishers, 2006, p. 12).







