(Agencias/InfoCatólica) En una iniciativa sin precedentes, 86 senadores franceses firmaron a comienzos de esta semana un manifiesto público denunciando el preocupante incremento de actos anticristianos en Francia e instando al Gobierno a adoptar medidas concretas para proteger a los fieles y los lugares de culto.
La declaración, liderada por la senadora Sylviane Noël del departamento de Alta Saboya (sureste de Francia) y publicada en «Boulevard Voltaire», dibuja un panorama grave del creciente clima de violencia contra las iglesias y los cristianos en todo el territorio nacional, así como de lo que los firmantes califican como una indiferencia culpable por parte de las autoridades públicas.
«No transcurre una semana sin que la prensa regional o las redes sociales nos informen de estos ataques, que van desde profanaciones e incendios hasta agresiones físicas», alerta el manifiesto.
Según los datos recogidos en el texto, únicamente en los primeros cinco meses de 2025 se contabilizaron 322 actos anticristianos, lo que supone un incremento del 13% respecto al mismo periodo de 2024. El hurto de objetos litúrgicos también se ha disparado más de un 20% en dos años, con 820 casos denunciados en 2024 frente a los 633 de 2022.
El manifiesto menciona brevemente algunos sucesos emblemáticos que ilustran esta alarmante tendencia. En la región de Las Landas, al menos 27 iglesias han sido vandalizadas o profanadas en cuestión de semanas, mientras que en Niza, la profanación de una cruz en el bulevar de la Madeleine ha conmocionado a la población local.
El caso más emblemático de los últimos meses fue el asesinato de Ashur Sarnaya, un refugiado cristiano asirio-caldeo de 45 años procedente de Irak con discapacidad, mientras retransmitía en directo en las redes sociales el 10 de septiembre. Su historia se ha convertido en un símbolo tanto de la resistencia cristiana como de la trágica vulnerabilidad de los creyentes en la Francia actual.
«Había huido de Irak y de la persecución para encontrar refugio en nuestro país», señalan los senadores, subrayando el coste humano y la urgencia moral de estos actos de violencia.
También recuerdan el trágico asesinato en 2016 del padre Jacques Hamel, quien fue asesinado en el altar por un musulmán radicalizado mientras celebraba la misa.
Los senadores denuncian la indiferencia de los círculos políticos y mediáticos hacia los cristianos. Observan que los incidentes que afectan a otras confesiones suelen provocar reacciones oficiales inmediatas y una amplia cobertura mediática, mientras que los ataques a lugares cristianos suelen pasar desapercibidos.
Para ilustrar este desequilibrio, comparan la indignación pública provocada por las cabezas de cerdo abandonadas ante varias mezquitas de París el mes pasado con el silencio casi absoluto que siguió a la quema de una estatua de la Virgen María en Guingamp durante una misa por la festividad de la Natividad de María el 8 de septiembre.
Mientras que Francia ha establecido plataformas de denuncia y sistemas de apoyo para las víctimas de actos antisemitas y antimusulmanes, no existe un mecanismo equivalente para los incidentes anticristianos.
«Hoy, hacemos un llamamiento solemne al Gobierno para que actúe sin demora», declaran los senadores en el comunicado. «Es urgente establecer un sistema nacional de denuncia y apoyo para las víctimas de actos anticristianos, accesible al público en general, claro y eficaz».
«Esta disparidad alimenta entre muchos fieles la impresión de que algunas víctimas de violencia religiosa son tratadas como menos dignas de atención», prosigue el manifiesto. «En medio de esta innegable oleada de hostilidad, muchos cristianos en Francia se sienten cada vez más abandonados».
El manifiesto insiste en que el lema de Francia –libertad, igualdad y fraternidad– debe aplicarse por igual a todos los creyentes.
«La libertad exige que cada ciudadano pueda practicar su fe sin temor a amenazas ni profanaciones», dice. «La igualdad exige que el Estado, en su nivel más alto, despliegue los mismos medios de protección para todos. La fraternidad, finalmente, nos obliga a considerar que cuando un creyente es herido, es toda la comunidad nacional la que se ve afectada».
Sin intentar enfrentar a las comunidades entre sí, los senadores concluyen que proteger a los cristianos forma parte de un esfuerzo más amplio para defender la unidad de Francia.
«Cuando se profana una sinagoga, cuando se ataca una mezquita, cuando se vandaliza una iglesia, siempre se amenaza la misma libertad esencial», escriben. «Jamás se tolerará el odio, jamás se relativizará la violencia contra un creyente».
Este debate más amplio sobre el respeto debido a los cristianos en Francia también se ha reavivado con la polémica en torno a la película «Sacré Cœur», que narra la historia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que comenzó hace 350 años en Paray-le-Monial. Antes de su estreno, las compañías ferroviarias nacionales rechazaron los carteles promocionales de la película, alegando «laicidad» (laicismo estatal) y oposición al «proselitismo».
La decisión provocó una reacción generalizada y subrayó lo que muchos observadores describen como una hostilidad más profunda hacia el cristianismo, una actitud que busca marginar la presencia y la expresión cristiana en la esfera pública, incluso cuando la fe continúa dando forma a la identidad moral y cultural de Francia.






