(InfoCatólica) El obispo de Aguascalientes, monseñor Juan Espinoza Jiménez, ha publicado una Carta Pastoral con motivo de la conmemoración de los fieles difuntos. En ella, se dirige a toda la comunidad diocesana para destacar la importancia del valor religioso, cultural y social de esta fecha, y para recordar la importancia de mantener su sentido espiritual frente a manifestaciones que, según advierte, pueden desvirtuarlo.
En su mensaje, el prelado señala que en torno a esta festividad numerosos organismos públicos y privados promueven actividades comerciales y turísticas, algunas de las cuales —afirma— responden a una tradición viva que debe ser custodiada, mientras que otras suponen una deformación que deshumaniza y falta al respeto a la memoria de los difuntos. Su propósito, explica, es invitar a la comunidad a no perder el significado profundo del día: la oración por los fallecidos y el recuerdo agradecido hacia ellos.
Raíces históricas y espirituales
El obispo recuerda los orígenes de la diócesis de Aguascalientes, cuya fundación se remonta a la creación de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, el 22 de octubre de 1575, y su erección como diócesis en 1899. A lo largo de su historia, indica, la comunidad ha forjado una identidad marcada por la fe, la religiosidad popular y el respeto a los antepasados.
Según indica, los primeros evangelizadores supieron sembrar el Evangelio en el corazón de las personas, enseñando el amor a Dios, a la familia y al prójimo, así como la esperanza en la vida eterna. De ahí —añade— que el culto a los difuntos haya formado siempre parte esencial de la espiritualidad del pueblo, vinculado al anhelo de la bienaventuranza y a la convicción en la resurrección.
Tradiciones que expresan la fe
Monseñor Espinoza dedica un amplio apartado a valorar las tradiciones mexicanas en torno a la muerte, conocidas por su colorido y su simbolismo. Resalta que estas costumbres, arraigadas en la fe, expresan una esperanza viva en el reencuentro con los seres queridos fallecidos. Entre ellas menciona la música, la poesía, los altares y los relatos populares que transmiten de generación en generación una memoria agradecida.
El prelado destaca también el valor de las leyendas locales —como Los Túneles de Juan Chávez, La China Hilaria o El Origen del Cerro del Muerto— y el ingenio cultural que, en su opinión, ha sabido unir la tradición popular con la expresión artística. Cita como ejemplo la creación de La Catrina Garbancera por José Guadalupe Posada, símbolo del carácter crítico y festivo del pueblo mexicano. “Esta es nuestra tradición, que debemos cuidar, contar y difundir”, escribe el obispo, animando a no avergonzarse de los propios orígenes.
Influencia de EE.UU
El obispo expresa su preocupación por la difusión de prácticas inspiradas en el modelo de ocio y entretenimiento estadounidense, como espectáculos de terror, representaciones de zombis o alusiones al satanismo, que —según explica— banalizan la muerte y promueven una visión contraria al respeto debido a los difuntos.
Menciona, en particular, la organización de eventos en cementerios históricos de la ciudad, donde reposan familiares de los fieles, y señala que convertir esos lugares en escenarios de espectáculo resulta ofensivo para muchos. “Las tumbas son auténticos relicarios”, escribe, subrayando que deben ser tratados con veneración y recogimiento. A su juicio, quienes deseen realizar representaciones o actividades teatrales pueden hacerlo en otros espacios adecuados.
Propuestas pastorales
Igualmente, Mons. Espinoza invita a sacerdotes y agentes pastorales a reforzar las acciones litúrgicas y catequéticas en torno a estas fechas. Propone celebrar Misas comunitarias en los cementerios el 2 de noviembre, así como peregrinaciones, rezos del Rosario y vigilias de oración por las almas del Purgatorio.
El prelado recuerda que este año la conmemoración coincide con el domingo, pero anima a no dejar de celebrar la Eucaristía en los cementerios o columbarios, incluso trasladando alguna Misa desde los templos si es necesario. En el marco del Año Jubilar, sugiere también lucrar la Indulgencia Plenaria como obra de misericordia mediante la oración por los difuntos.
Además, anima a que el 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, se promuevan actividades catequéticas con niños, alentándoles a conocer la vida de los santos y a representarlos como ejemplo de fe y alegría cristiana.
La fe no es solo privada
Monseñor Espinoza concluye su mensaje invitando a toda la comunidad diocesana a promover la formación y la sensibilidad cristiana, tanto entre los fieles católicos como entre quienes no lo son. Señala que la fe no puede reducirse a una expresión privada, sino que tiene implicaciones en la vida social, y que debe ser respetada en todo el territorio diocesano.
El obispo afirma que la Iglesia, en su misión profética, está llamada a anunciar la Buena Noticia, comunicar esperanza y advertir sobre aquello que puede dañar a la persona, la familia y la sociedad. Finalmente, pide que la conmemoración de los fieles difuntos sea un momento para vivir las auténticas tradiciones iluminadas por la fe, en una memoria agradecida y orante hacia quienes han partido.
Carta pastoral de Mons. Juan Espinoza
CARTA PASTORAL SOBRE LA CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
A TODA LA FAMILIA DIOCESANA
Queridos hermanos, los saludo con aprecio y respeto.
En torno a la conmemoración de los fieles difuntos, distintos organismos privados y públicos realizan acciones para aprovechar esta fecha y que con su ocasión se oferte algún producto o se realicen promociones turísticas. En la gran mayoría de los casos, estos comportamientos responden a la tradición viva de nuestro pueblo, que es necesario fomentar y custodiar. Pero en otros, vemos un avance deformante de cosas que deshumanizan y llegan a constituir faltas de respeto auténticas a la memoria de nuestros difuntos.
Nuestra labor evangelizadora nos mueve a invitar a la reflexión de las personas, para que este día no sea privado de su sentido más profundo: orar por nuestros difuntos, al tiempo que los recordamos con verdadero cariño.
Bajo esta intención, deseo compartir esta Carta.
1. VALORES FUNDACIONALES
Esta Diócesis tiene su origen remoto en la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, el 22 de octubre de 1575. Desde ese tiempo se ha forjado una identidad propia en lo espiritual y en los aspectos temporales, hasta ser erigida como diócesis en 1899. En sus 450 años de vida, se puede reconocer una síntesis de fe y cultura, de religiosidad popular y desarrollo humano integral.
Nuestros pueblos surgieron de la fe de sus primeros evangelizadores, quienes supieron sembrar el Evangelio arraigándolo en las expresiones más profundas del corazón de las personas. Su misión no se limitó a instruir a las comunidades en los valores del cristianismo, sino que enseñaron también el respeto y el amor a Dios, a la familia, a los antepasados y al prójimo.
En este contexto evangelizador y colonial, siempre se manifestó un profundo respeto por los difuntos, por la esperanza en la vida eterna y el anhelo de alcanzar la bienaventuranza infinita. La evangelización de los difuntos se basó, desde siempre, en ese principio antropológico que confiesa al hombre a la manera de Nazaret.
2. LA BELLEZA DE LA TRADICIÓN VIVA DE LOS DIFUNTOS
México es valorado a nivel internacional por la belleza colorida de las tradiciones sobre los difuntos, teniendo todas ellas una vinculación con la vida de la fe, que nos hace aguardar con esperanza el reencuentro con nuestros muertos. Para nosotros, nuestras costumbres también son hermosas y cargadas de una memoria agradecida a nuestros familiares fallecidos. Las canciones, la poesía, los ornatos, etcétera son claro ejemplo de ello.
Además, el imaginario popular ha creado verdaderas obras de dramaturgia, basadas en los relatos que escuchábamos a los abuelos contar. Me refiero a las leyendas que cuando éramos niños nos emocionaba escuchar, algunas de dominio público nacional y otras de creación local como Los Túneles de Juan Chávez, La China Hilaria, El Origen del Cerro del Muerto, por mencionar solo algunas. La vitalidad de la sociedad y el ingenio creador del hombre podrán realizar otras más, como en su momento José Guadalupe Posada creó La Catrina Garbancera como una burla y crítica a quienes renegaban de su pasado humilde y pretendían ser nobles europeos.
Esta es nuestra tradición, que nos enorgullece y que debemos cuidar, contar, difundir y mostrar. Nunca nos avergoncemos de nuestros orígenes.
3. LA PROPAGACIÓN DE NUEVAS CULTURAS
En riesgo de nuestras raíces, vemos el avance de espectáculos mercantiles basados en géneros fílmicos estadounidenses que exaltan la bestialidad de la humanidad: crímenes sangrientos, zombis, culto satánico, juegos perniciosos como la ouija, etcétera. Nuestra sociedad vive ya demasiada violencia como para realizar apología de ella o considerarla algo emocionante. Este tipo de manifestaciones son fruto de deformaciones ideológicas y revisten mayor gravedad cuando se permiten en los cementerios.
En días recientes, muchas personas me han expresado su doloroso sentir, y algunas su enojo, porque en panteones históricos de nuestra ciudad, donde reposan sus queridos familiares fallecidos, se permite la función de eventos grotescos. Admirar la belleza arquitectónica de los cementerios es algo entendible como fomento del turismo, pero que estos se conviertan en escenarios teatrales no puede ser comprendido ni normalizado.
Para los deudos que tienen a sus familiares difuntos reposando en los cementerios, las tumbas son auténticos relicarios de alguien que sabemos volverá el día de la Resurrección. Una actuación funesta en una tumba es vista como un verdadero acto de profanación. Lo expresado por las personas no es una simple queja ni una incomodidad infundada: es una falta de respeto grande. A nadie le gustaría que sobre la tumba de sus padres o de sus hijos se monten este tipo de eventos.
Para quienes gustan de este tipo de exhibiciones, hay otros espacios, incluso teatros, que pueden ser ambientados de la forma deseada.
4. CREATIVIDAD PASTORAL
Una labor de los sacerdotes y de los agentes de pastoral es realizar todo lo posible para que la conmemoración de los fieles difuntos sea manifestación de nuestra fe y de nuestra convicción en la resurrección de los muertos. El día 1 de noviembre veneramos a nuestros hermanos mayores que han llegado al Cielo y son santos, aunque desconozcamos sus nombres y estos no sean canonizados aquí en la Tierra; y el día 2 de noviembre pedimos por las almas de los fieles que, estando en el Purgatorio, aún no alcanzan la Gloria Eterna.
Los sacerdotes no podemos solamente lamentarnos por el uso profano de estos días. Debemos pedir la Luz del Espíritu Santo para iluminar la sana y recta creatividad pastoral que permita que estos días sean una experiencia de fe, añadiendo a lo que ya hacemos en esos días: Misas de Sufragio, rezo del Rosario y otras acciones litúrgicas o de piedad acordes.
Pienso, por ejemplo, en el cuidado que se debe tener en las parroquias que tienen cementerios dentro de su jurisdicción, de celebrar la Santa Misa comunitaria en los cementerios el día 2 de noviembre; incluso esta práctica podría hacerse mensualmente.
A propósito, este año el día 2 de noviembre coincide con el Día del Señor, pero esto no debe ser obstáculo para que en los cementerios o columbarios se celebre al menos una Santa Misa en ese día. Pido a los párrocos que se organicen para que esto pueda suceder, incluso si es necesario trasladar una Misa del templo al cementerio.
En este Año Jubilar, también podemos realizar la obra de misericordia de orar por los difuntos y lucrar la Indulgencia Plenaria, realizando un peregrinaje desde algún punto de la parroquia rumbo al panteón, mientras cantamos y rezamos el Santo Rosario. O incluso se puede tener una Vigilia de Oración por el eterno descanso de las ánimas del Purgatorio en los mismos panteones o fuera de ellos. Son muchas las iniciativas que podemos realizar.
Pensando en el día 1 de noviembre, les pido que aprovechemos este día de catequesis infantil para fomentar en los niños el ideal de la santidad. Es bello observar cómo se va haciendo común que los niños se caractericen como un santo que admiran y paseen así por las calles.
5. CONCLUSIÓN
Quiero concluir esta Carta invitando a todos a generar acciones de formación y sensibilidad cristiana, especialmente con los fieles católicos; pero también debemos ser claros, firmes y caritativos con quienes no son católicos, para que comprendan que las repercusiones de nuestra fe deben ser respetadas y que no son meramente sentimientos o acciones privadas. Esto es enteramente válido para todo el territorio diocesano.
A la Iglesia siempre se le critica cuando se posiciona ante un hecho social o defiende la dignidad humana, pero no comprendemos que su labor profética nos exige: anunciar la Buena Noticia, comunicar la esperanza cristiana en el advenimiento de tiempos mejores y también señalar cuando hay riesgos que dividen y dañan a la persona, a la familia y a la sociedad.
Que estos momentos sean para todos un tiempo en el que vivamos nuestras auténticas tradiciones, iluminadas por la fe, que nos permiten mantener una memoria agradecida y orante.
Con mi bendición,
✠ Mons. Juan Espinoza Jiménez
VIII Obispo de Aguascalientes






