(AIN/InfoCatólica) Al referirse a África y al aumento del odio y la violencia que afectan a los cristianos en algunas zonas de Nigeria, el cardenal Parolin —citando fuentes locales— subrayó ayer que la situación allí «no es un conflicto religioso, sino más bien social; por ejemplo, disputas entre pastores y agricultores».
«También debemos reconocer que muchos musulmanes en Nigeria son a su vez víctimas de esta misma intolerancia», señaló. «Se trata de grupos extremistas que no hacen distinciones a la hora de perseguir sus objetivos. Utilizan la violencia contra cualquiera que consideren un adversario».
El obispo John Bakeni, de la diócesis de Maiduguri (Nigeria), habló en el acto de presentación del informe Religious Freedom in the World 2025 de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), celebrado hoy (21 de octubre) en el Parlamento del Reino Unido y organizado por el diputado Brendan O’Hara.
Según el obispo Bakeni, las causas subyacentes de la violencia en la franja central de Nigeria son complejas y pueden atribuirse a factores como la pobreza, el cambio climático y la competencia por la tierra.
Sin embargo, subrayó:
«Aunque el conflicto no sea únicamente religioso, sería igualmente simplista no reconocer que la dimensión religiosa actúa como un factor que agrava significativamente la situación, sobre todo porque iglesias, sacerdotes y otros símbolos potentes del cristianismo son atacados, aparentemente con impunidad».
El obispo explicó ante los presentes —entre los que se encontraban parlamentarios y altos miembros del clero— que los pastores nómadas fulani militantes han devastado comunidades agrícolas cristianas de la región.
Añadió:
«En los últimos años, la violencia se ha intensificado —incluidas horrendas masacres en el último año—; en muchos de los ataques, los militantes suelen atacar primero las iglesias».
En junio de 2025, más de 270 personas murieron cuando militantes fulani arrasaron Yelewata, en el estado de Benue.
El obispo Bakeni señaló:
«El primer lugar que atacaron fue la iglesia católica local; afortunadamente, una pequeña patrulla policial logró contenerlos, pero después dirigieron su ataque al centro del pueblo, que estaba indefenso. En estos estados de la franja central, los pastores fulani han aterrorizado sin descanso a muchas comunidades, borrando a algunas de ellas del mapa. Y en lugares como Agatu, Yelwata, Ukum, en el estado de Benue; Mangu y Bokkos, en el estado de Plateau; y Gwantu y Manchok, en el estado de Kaduna, estos ataques adquirieron un carácter genocida, ya que más de mil personas vulnerables fueron asesinadas en una sola noche en varios ataques».
En su propia diócesis de Maiduguri —donde supervisó investigaciones sobre el terrorismo de Boko Haram—, más de 200 iglesias y capillas, así como 20 casas parroquiales y centros pastorales, habían sufrido daños para la primavera de 2017.
Al menos 1,8 millones de personas del estado de Borno, en el noreste de Nigeria, habían sido desplazadas en marzo de 2017.
Los yihadistas militantes han secuestrado mujeres —obligando a niñas cristianas a convertirse al islam—, incluidas las alumnas de Chibok en abril de 2014 y la adolescente Leah Sharibu en abril de 2018. Muchas de las secuestradas siguen cautivas, entre ellas la señorita Sharibu y al menos 80 de las niñas de Chibok.
Subrayando que el extremismo religioso es un factor clave de la violencia en Nigeria, afirmó: «Debemos ser valientes y tener el coraje de nuestras convicciones para decir que, aunque las causas son complejas, el cambio climático nunca secuestró a las niñas de Chibok, ni mató a sacerdotes, ni quemó iglesias».
Junto al informe, la organización caritativa católica lanzó también una petición global para instar a los gobiernos y a las organizaciones internacionales a garantizar la protección efectiva del artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que garantiza a toda persona el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
El informe Religious Freedom in the World, de carácter bienal y publicado por primera vez en 1999, es un estudio global sobre la libertad religiosa y la persecución en 196 países.
Miembros de casi todos los grupos religiosos —incluidos budistas, cristianos, hindúes, judíos y musulmanes— han sufrido discriminación, violencia física, arrestos, secuestros, abusos sexuales e incluso la muerte.
El obispo Bakeni concluyó:
«Ante la persecución, no podemos permanecer en silencio. Que este encuentro renueve la atención mundial hacia el sufrimiento de los cristianos y de otras minorías religiosas que padecen por su fe Las hostilidades deben cesar y la protección debe estar garantizada».






