«No hay historia tan marcada por el desengaño o el pecado que no pueda ser visitada por la esperanza»

El Papa da una catequesis sobre la resurrección de Cristo

«No hay historia tan marcada por el desengaño o el pecado que no pueda ser visitada por la esperanza»

Durante la audiencia general celebrada esta mañana en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV ha proseguido con el ciclo de catequesis dedicado al Jubileo 2025, centrado en el tema «Jesucristo, nuestra esperanza». En esta ocasión, ha reflexionado sobre la Pascua de Jesús y la forma en la que se manifiesta su presencia tras la resurrección.

(InfoCatólica) Durante la audiencia general celebrada esta mañana en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV ha proseguido con el ciclo de catequesis dedicado al Jubileo 2025, centrado en el tema «Jesucristo, nuestra esperanza». En esta ocasión, ha reflexionado sobre la Pascua de Jesús y la forma en la que se manifiesta su presencia tras la resurrección.

El pontífice ha invitado a meditar sobre «un aspecto sorprendente de la resurrección de Cristo: su humildad». Lejos de mostrarse con signos extraordinarios, el Señor se acerca «discretamente, como un viandante cualquiera, como un hombre hambriento que pide compartir un poco de pan». «No aparece rodeado de huestes de ángeles, no hace gestos sensacionales, no pronuncia discursos solemnes para revelar los secretos del universo», ha añadido.

Recordando diversos pasajes evangélicos, León XIV ha afirmado: «María de Magdala lo confunde con un jardinero», «los discípulos de Emaús creen que es un forastero» y «Pedro y los demás pescadores creen que es un simple transeúnte». En lugar de buscar pruebas abrumadoras, el Señor «prefiere el lenguaje de la proximidad, de la normalidad, de la mesa compartida».

El Papa ha subrayado que «la Resurrección no resta vida al tiempo y al esfuerzo, sino que cambia su sentido y su ‘sabor’». Ha insistido en que «cada gesto realizado en gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios», y ha explicado que incluso los actos más cotidianos pueden llenarse de gracia: «comer, trabajar, esperar, cuidar de la casa, apoyar a un amigo».

Sin embargo, León XIV ha advertido sobre «un obstáculo que a menudo nos impide reconocer esta presencia de Cristo en lo cotidiano: la pretensión de que la alegría debe ser sin heridas». Refiriéndose a los discípulos de Emaús, ha señalado que «caminaban tristes porque esperaban otro final, un Mesías que no conociera la cruz». Solo al compartir la mesa con Jesús «se les abren los ojos. Y se dan cuenta de que su corazón ya ardía, aunque no lo sabían».

«Esta es la mayor sorpresa: descubrir que bajo las cenizas del desencanto y del cansancio siempre hay un rescoldo vivo, a la espera de ser reavivado», ha afirmado el Papa. En esta línea, ha asegurado que «no hay historia tan marcada por el desengaño o el pecado que no pueda ser visitada por la esperanza», ni «ninguna herida destinada a permanecer abierta para siempre».

El Pontífice ha invitado a dejar atrás la idea de que Dios se manifiesta solo en momentos espirituales o de claridad interior: «El Resucitado se acerca en los lugares más oscuros: en nuestros fracasos, en las relaciones desgastadas, en los trabajos cotidianos que pesan sobre nuestros hombros, en las dudas que nos desaniman». «Nada de lo que somos, ningún fragmento de nuestra existencia le es ajeno», ha dicho.

«No se impone con clamores, no exige ser reconocido inmediatamente», ha recalcado el Papa, subrayando que el Señor «con infinita delicadeza nos pide que nos dejemos calentar el corazón». «Pidamos, pues, la gracia de reconocer su presencia humilde y discreta, de no esperar una vida sin pruebas, de descubrir que todo dolor, si es habitado por el amor, puede convertirse en lugar de comunión».

Finalmente, León XIV ha concluido su catequesis con una invitación a vivir la alegría pascual como los discípulos de Emaús: «Una alegría sencilla, que no borra las heridas, sino que las ilumina». Y ha añadido: «Una alegría que nace de la certeza de que el Señor está vivo, que camina con nosotros y nos da en cada momento la posibilidad de recomenzar».

Texto completo de la catequesis del Santo Padre

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 10. Volver a encender. «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». (Lc 24, 32)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera invitaros a reflexionar sobre un aspecto sorprendente de la resurrección de Cristo: su humildad. Si recordamos los relatos evangélicos, nos damos cuenta de que el Señor resucitado no hace nada espectacular para imponerse a la fe de sus discípulos. No aparece rodeado de huestes de ángeles, no hace gestos sensacionales, no pronuncia discursos solemnes para revelar los secretos del universo. Al contrario, se acerca discretamente, como un viandante cualquiera, como un hombre hambriento que pide compartir un poco de pan (cf. Lc 24,15.41).

María de Magdala lo confunde con un jardinero (cf. Jn 20,15). Los discípulos de Emaús creen que es un forastero (cf. Lc 24,18). Pedro y los demás pescadores creen que es un simple transeúnte (cf. Jn 21,4). Habríamos esperado efectos especiales, signos de poder, pruebas abrumadoras. Pero el Señor no busca eso: prefiere el lenguaje de la proximidad, de la normalidad, de la mesa compartida.

Hermanos y hermanas, en esto hay un mensaje precioso: la Resurrección no es un giro teatral, es una transformación silenciosa que llena de sentido cada gesto humano. Jesús resucitado come una porción de pescado delante de sus discípulos: no es un detalle marginal, es la confirmación de que nuestro cuerpo, nuestra historia, nuestras relaciones no son un envoltorio para tirar. Están destinados a la plenitud de la vida. Resucitar no significa convertirse en espíritus evanescentes, sino entrar en una comunión más profunda con Dios y con nuestros hermanos, en una humanidad transfigurada por el amor.

En la Pascua de Cristo, todo puede convertirse en gracia. Incluso las cosas más ordinarias: comer, trabajar, esperar, cuidar de la casa, apoyar a un amigo. La Resurrección no resta vida al tiempo y al esfuerzo, sino que cambia su sentido y su "sabor". Cada gesto realizado en gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios.

Sin embargo, hay un obstáculo que a menudo nos impide reconocer esta presencia de Cristo en lo cotidiano: la pretensión de que la alegría debe ser sin heridas. Los discípulos de Emaús caminaban tristes porque esperaban otro final, un Mesías que no conociera la cruz. A pesar de haber oído que la tumba está vacía, son incapaces de sonreír. Pero Jesús está a su lado y, con paciencia, les ayuda a comprender que el dolor no es la negación de la promesa, sino el modo en que Dios ha manifestado la medida de su amor (cf. Lc 24, 13-27).

Cuando por fin se sientan a la mesa con Él y parten el pan, se les abren los ojos. Y se dan cuenta de que su corazón ya ardía, aunque no lo sabían (cf. Lc 24, 28-32). Esta es la mayor sorpresa: descubrir que bajo las cenizas del desencanto y del cansancio siempre hay un rescoldo vivo, a la espera de ser reavivado.

Hermanos y hermanas, la resurrección de Cristo nos enseña que no hay historia tan marcada por el desengaño o el pecado que no pueda ser visitada por la esperanza. Ninguna caída es definitiva, ninguna noche es eterna, ninguna herida está destinada a permanecer abierta para siempre. Por distantes, perdidos o indignos que nos sintamos, no hay distancia que pueda apagar la fuerza infalible del amor de Dios.

A veces pensamos que el Señor sólo viene a visitarnos en momentos de recogimiento o de fervor espiritual, cuando nos sentimos con fuerzas, cuando nuestra vida parece ordenada y luminosa. En cambio, el Resucitado se acerca en los lugares más oscuros: en nuestros fracasos, en las relaciones desgastadas, en los trabajos cotidianos que pesan sobre nuestros hombros, en las dudas que nos desaniman. Nada de lo que somos, ningún fragmento de nuestra existencia le es ajeno.

Hoy, el Señor resucitado viene junto a cada uno de nosotros, tal como recorremos nuestros caminos -los del trabajo y el compromiso, pero también los del sufrimiento y la soledad- y con infinita delicadeza nos pide que nos dejemos calentar el corazón. No se impone con clamores, no exige ser reconocido inmediatamente. Con paciencia espera el momento en que nuestros ojos se abran para ver su rostro amigo, capaz de transformar la decepción en confiada espera, la tristeza en gratitud, la resignación en esperanza.

El Resucitado sólo desea manifestar su presencia, hacerse nuestro compañero de camino y encender en nosotros la certeza de que su vida es más fuerte que cualquier muerte. Pidamos, pues, la gracia de reconocer su presencia humilde y discreta, de no esperar una vida sin pruebas, de descubrir que todo dolor, si es habitado por el amor, puede convertirse en lugar de comunión.

Y así, como los discípulos de Emaús, también nosotros volvemos a nuestras casas con un corazón que arde de alegría. Una alegría sencilla, que no borra las heridas, sino que las ilumina. Una alegría que nace de la certeza de que el Señor está vivo, que camina con nosotros y nos da en cada momento la posibilidad de recomenzar.

 

7 comentarios

Mariana
El Resucitado también se acerca a los grandes Santos en la contemplación, en la vida Mística y Ascética!!!
8/10/25 6:56 PM
Francisco Javier
Lástima lo del lenguaje inclusivo "hermanos y hermanas".
8/10/25 8:10 PM
Daniel
Me gustó el escrito! Me parece correcto. Sin ideologías. Jesucristo está vivo y nos acompaña sencillamente en el camino de nuestra vida. Y así es. Yo lo compruebo a menudo. No con hechos muy rimbombantes sino con pequeñas cosas que a veces son grandes milagros. Silencio y presencia. Yo vivo como si Él estuviera a mi lado y Él está. El salmo 91 se puso en medio de mi oración recientemente y tal cual. Mejor que lo tengamos en cuenta. Porque Él es!
8/10/25 9:11 PM
Mateos gago
Personal y espiritualmente me resulta una catewu sis muy alentadora. León Xiv me parece un hombre de fe. Una gran pena que este lastrado de bastante ideología modernista.
8/10/25 9:32 PM
Giacomo Arlecchi
Pero la esperanza como la acción del Espíritu Santo es tan sutil que por la confusión y la ambigüedad de los que deberían conducirnos por el camino de la sana doctrina y santidad la hacen muy difícil, amadisimo Santo Padre.
8/10/25 10:09 PM
Mariano
Gracias, Santo Padre, tus palabras de esperanza consuelan ante cualquier adversidad.
9/10/25 4:43 AM
Generalife.
De acuerdo con Mariano
9/10/25 2:32 PM

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