(Zenit/InfoCatólica) El testimonio “quiere decir ante todo la Cruz y la Resurrección”, es “el misterio de Cristo, del Hijo de Dios hecho hombre, muerto por nosotros y resucitado, vivo para siempre y así garantía de nuestra vida eterna”.
Pero además, explicó el Papa, “conociendo a Cristo – este es el punto esencial – conocemos el rostro de Dios”.
“En todos los tiempos, los hombres perciben la existencia de Dios, un Dios único, pero que está lejos y no se muestra. En Cristo este Dios se muestra, el Dios lejano se convierte en cercano”, añadió.
Pero este testimonio no se puede dar sólo desde el punto de vista intelectual: “es un proceso existencial, es un proceso de la apertura de mi yo, de mi transformación por la presencia y por la fuerza de Cristo, y así es también un proceso de apertura a todos los demás, que deben ser cuerpo de Cristo”.
“Todo esto, por tanto, es muy sencillo, en última instancia: conocemos a Dios conociendo a Cristo, su cuerpo, el misterio de la Iglesia y la promesa de la vida eterna”, explicó el Papa.
Cien años
Precisamente, el problema de la falta de coherencia entre la predicación y la situación de división entre los cristianos, fue una de las grandes reflexiones que llevaron a la apertura del camino ecuménico, hace más de un siglo.
En este sentido, el Papa subrayó la importancia de la Conferencia Mundial para la consideración de los problemas en referencia al mundo no cristiano, que tuvo lugar en Edimburgo (Escocia), entre el 13 y el 24 de junio de 1910, como un momento crucial para este diálogo.
“Entre los problemas entonces discutidos estuvo el de la dificultad objetiva de proponer con credibilidad el anuncio evangélico al mundo no cristiano por parte de cristianos divididos entre sí”, explicó.
Esta relación entre unidad y misión “desde aquel momento ha representado una dimensión esencial de toda la acción ecuménica y su punto de partida. Y es por esta aportación específica por lo que esa Conferencia de Edimburgo permanece como uno de los puntos firmes del ecumenismo moderno”, añadió.
En este sentido, quiso subrayar el compromiso de la Iglesia católica, la cual “en el Concilio Vaticano II, retomó y reafirmó con vigor esta perspectiva”.
“El movimiento ecuménico moderno se ha desarrollado de forma tan significativa que se ha convertido, en el último siglo, en un elemento importante en la vida de la Iglesia, recordando el problema de la unidad entre todos los cristianos y sosteniendo también el crecimiento de la comunión entre ellos”, afirmó el Papa.
Esta importancia del ecumenismo “no sólo favorece las relaciones fraternas entre las Iglesias y las Comunidades eclesiales en respuesta al mandamiento del amor”, sino que implica también a “la investigación teológica”, y tiene repercusiones pastorales y sacramentales, añadió.