(Claves/InfoCatólica) El P. Jean de Massia, sacerdote francés de la Hermandad Sacerdotal San Pedro y capellán de la asociación que organiza las peregrinaciones de Nuestra Señora de la Cristiandad, ha escrito un interesante y llamativo artículo para el portal católico Claves. En dicho artículo, el sacerdote defiende que los católicos no deben tener «escrúpulo en tomarse unas vacaciones. Las vacaciones son algo cristiano e incluso algo muy virtuoso».
Para justificarlo, llama en su defensa al Doctor Angélico: «Santo Tomás de Aquino, a quien solemos considerar un hombre bastante serio, escribía que los que rechazan distraerse, no cuentan nunca una anécdota y corrigen a los que lo hacen están cayendo en un vicio, porque son duros y maleducados (ST IIa IIae, q. 168, a. 4)».
En consecuencia «el arte de la distracción, del descanso, de la relajación es una virtud, una virtud que lleva el dulce nombre de eutrapelia». Para el sacerdote, se trata de una «virtud capital, realista y esencial», que podríamos considerar «la virtud de las vacaciones».
En efecto, no somos espíritus puros, sino que «somos seres de carne, inmersos en el tiempo y en la duración, sujetos a la fatiga y a la presión» y, por lo tanto, necesitamos descansar. Santo Tomás lo explica con la imagen del arco, que, si siempre está tenso, termina por romperse: «el reposo del alma es el deleite. Por tanto, es conveniente proporcionar un remedio contra el cansancio del alma mediante algún deleite. […] El alma humana se rompería si se mantuviera siempre en la misma tensión. Esto se llama diversiones o juegos. Por eso es necesario hacer uso de ellos de vez en cuando para dar algo de descanso al alma» (a. 2).
En ese sentido, «la relajación es legítima. La diversión, el entretenimiento, la risa, las actividades sencillas y divertidas entre amigos: todo eso es necesario y virtuoso, todo eso es cristiano. El cristianismo es una religión de la alegría y el equilibrio. ¡Hay que saber distraerse!».
Hay que estar vigilantes, sin embargo, para no caer en el «exceso de eutrapelia». Si las vacaciones se dedican a no hacer nada, «el demonio encontrará con qué ocuparnos y el resultado no será nada bueno». En efecto, el «abandonarse por completo» suele estar acompañado del «olvido de Dios y de nuestra vida cristiana», además de la falta de templanza, «que nunca ha llenado a nadie».
Conviene que las vacaciones se preparen e incluyan objetivos, quizá la lectura de unos libros, un proyecto agradable o incluso un desafío. Sobre todo, hay que recordar que, para que unas vacaciones sean buenas, deben ser «coherentes con mi vida interior de cristiano». De ese modo, las vacaciones serán un «anticipo del cielo» y, por lo tanto, estarán orientadas hacia «las únicas vacaciones auténticas que realmente nos llenarán», las «vacaciones eternas de alegría y amistad» en la Jerusalén celeste.