(InfoCatólica) La derrota del régimen de Bashar al-Assad en diciembre de 2024, a manos de una coalición islamista liderada por Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), no ha traído la esperada estabilidad a Siria. Por el contrario, según denuncia la USCIRF en su informe de julio de 2025, el vacío de poder ha dado paso a una ola de violencia sectaria que amenaza la existencia misma de comunidades religiosas históricas en el país.
En apenas 72 horas tras la caída del régimen, se registraron en Latakia y Tartus más de 1.300 muertes, la mayoría de ellas civiles alauíes, según el documento. Milicianos leales al nuevo gobierno interino habrían actuado con total impunidad, lanzando insultos religiosos como «cerdos nusairíes» antes de ejecutar a familias enteras sin vínculos conocidos con el antiguo régimen. Posteriores investigaciones periodísticas sitúan la cifra de víctimas entre 1.700 y 2.246.
Cristianos atrapados
Los cristianos también se han visto atrapados en la violencia. En diciembre de 2024, dos iglesias de Hama fueron atacadas a tiros, un cementerio ortodoxo resultó profanado y varias familias huyeron de Alepo por miedo a la imposición de normas religiosas. «Nos ordenaron poner el velo incluso a quienes éramos cristianas», denunció una feligresa kurda. Aunque las autoridades transitorias afirmaron haber detenido a los responsables, líderes eclesiásticos temen una persecución sistemática.
En la comunidad drusa, los enfrentamientos en Jaramana entre abril y mayo de 2025 dejaron al menos 134 muertos. El jeque Hikmat al-Hijri calificó los ataques como «una campaña genocida» y denunció que militantes islamistas culpaban a los drusos de blasfemar contra el islam por un audio difundido en redes sociales. El Ministerio del Interior, aunque investigó los hechos, reconoció la blasfemia como categoría legal, alimentando el temor a una legislación discriminatoria.
Sharia
Pese a las promesas del autoproclamado presidente interino, Ahmed al-Sharaa, de formar un gobierno inclusivo, la constitución provisional firmada en marzo establece la jurisprudencia islámica como fuente principal de legislación. El texto solo garantiza libertad de culto para el islam, el judaísmo y el cristianismo, dejando fuera a otras religiones consideradas «desviaciones» por la ideología salafista.
El informe también critica el nombramiento de figuras señaladas por crímenes sectarios en altos cargos del gobierno. Anas Khattab, excomandante de Al Qaeda, dirige ahora los servicios de inteligencia. Abu Hatem Shaqra, líder de Ahrar al-Sharqiya y acusado de la trata de mujeres yazidíes, ocupa un puesto clave en el Ministerio de Defensa. «Estas decisiones socavan cualquier confianza en las garantías de protección a las minorías», señala el texto.
Noreste en llamas
La situación en el noreste es igualmente crítica. Las comunidades cristianas asirias y armenias se encuentran entre dos fuegos: las milicias kurdas y los ataques turcos. En marzo, un bombardeo turco destruyó la iglesia de Mar Sawa en Tel Tawil por segunda vez en tres años, obligando a las familias cristianas a abandonar la zona.
Ante estos hechos, Estados Unidos mantiene una política cautelosa. Aunque el presidente Donald Trump anunció en mayo el levantamiento parcial de las sanciones, el secretario de Estado, Marco Rubio, advirtió que la medida será revisada periódicamente y condicionada a «avances claros en la protección de comunidades religiosas».
La USCIRF recomienda mantener e incluso ampliar las sanciones contra individuos y entidades responsables de violaciones de la libertad religiosa. Además, insta a exigir a las autoridades transitorias que investiguen y castiguen los crímenes sectarios como requisito para recibir ayuda económica o cooperación internacional.
El futuro de las minorías religiosas
La violencia sectaria y las nuevas disposiciones legales plantean un escenario sombrío para las minorías religiosas en Siria. Si el gobierno interino no logra frenar los ataques y garantizar derechos plenos, comunidades como la cristiana y la drusa podrían ver reducida su presencia en el país a mínimos históricos. Mientras tanto, líderes religiosos locales apelan a la solidaridad interconfesional: «Solo un país democrático y plural podrá detener esta espiral de odio», afirma un sacerdote ortodoxo en Tartus.
El informe de la USCIRF concluye con una advertencia:
«La diversidad religiosa en Siria está en riesgo de ser borrada. Es imprescindible una respuesta firme para evitarlo».