(Agencias/InfoCatólica) Toda la región murciana se hizo presente ayer en la basílica que se quedó pequeña para albergar a todos las personas que no querían perderse el primer acto de un año especial que llevará a miles de peregrinos a Caravaca de la Cruz.
Las bajas temperaturas determinaron los acontecimientos. Por una parte obligó a celebrar la ceremonia en el interior del templo; por otra, impidió que el arzobispo de Zaragoza, monseñor Manuel Ureña, pudiera llegar a tiempo para concelebrar la eucaristía. Sí que estuvieron presentes junto al cardenal Rouco Varela, el obispo diocesano, Lorca Planes; el obispo de Albacete, Ciriaco Benavente, y el obispo emérito Javier Azagra.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española pronunció las palabras con las que se declaraba abierto el Jubileo y se iniciaba una ceremonia que estuvo preparada hasta el más mínimo detalle. Tras las palabras de Rouco se procedió a encender la Luz Jubilar, que desde las almenas del castillo servirá de guía y reclamo para los peregrinos. En la homilía, el cardenal hizo referencia a varios santos, como a Santa Teresa de Jesús y a San Ignacio de Loyola; también recordó las palabras de Juan Pablo II, en especial las pronunciadas por el Santo Padre y referidas a España a la que el Pontífice no dudó en llamar Tierra de María.
"El peregrino que llega aquí - señaló el purpurado - sabe dónde llega, sabe qué se encuentra; si es cristiano viene al encuentro de Cristo, de su Amor Misericordioso, se encontrará con el sacramento de la reconciliación y con la comunión; si no es cristiano, sentirá en su corazón un deseo grande de búsqueda, de reencuentro".
Al hablar sobre la crisis, el arzobispo de Madrid aseguró que la misma es incontrolable para la pura técnica económica, sociológica y política, y que reclama soluciones éticas y espirituales de fondo. "Como puso de manifiesto Benedicto XVI, existe una interrelación entre los elementos financieros y económico, bioéticos y culturales que configuran la actual crisis. Más aún, el Papa indicó la razón última antropológica que la explica: el fracaso del modelo del superhombre como el salvador único de los problemas de la sociedad y el mundo", subrayó.
En este punto, el cardenal recordó "ese mito del superhombre que animó con tanto éxito histórico el pensamiento y la cultura del siglo pasado ha vuelto con nuevas formas", y añadió que "ese hombre del siglo XX despreciaba la vía del amor misericordioso de Jesucristo Crucificado, porque creía que se bastaba a sí mismo con el manejo de su poder socioeconómico, político y cultural para resolver las injusticias del mundo".
Asimismo, para el prelado esa figura "parece volver a aparecer en el umbral del tercer milenio, con la ciencia empírica como última instancia de la vida y del comportamiento humano capaz de garantizar la felicidad y el bienestar de los ciudadanos del mundo, sin necesidad de una razón trascendente y moral fundada en el mandamiento inequívoco del amor, que clarifique y dignifique el uso de la libertad".
Por otro lado, explicó que el mensaje cristiano, "la experiencia viva del Jubileo de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca de la Cruz, no puede ser de más actualidad en este momento tan crítico que atraviesa la sociedad contemporánea, en el que se interpela con gravedad a la Iglesia convocada por Juan Pablo II y Benedicto XVI a una nueva evangelización".
Por último, don Antonio María se refirió a los frutos del Jubileo de Caravaca de la Cruz, "que serán muchos y en muchos ámbitos de la vida de las personas y de la sociedad: frutos de convivencia, acercamiento entre pueblos, ciudades y regiones de España y de fuera, especialmente entre los hermanos de Europa, así como el aumento de la fe y de la vida cristiana".