(InfoCatólica) El reciente resurgimiento político de Donald Trump, impulsado en parte por el rechazo de amplios sectores populares a la ideología «woke» y al lenguaje políticamente correcto promovido por las élites progresistas, no se limita al ámbito electoral de Estados Unidos. Según el vaticanista Sandro Magister, también constituye una advertencia para la Iglesia católica, en la medida en que esta reproduce posturas similares bajo el paraguas de la inclusión.
En el artículo de Magister se recogen señales de autocrítica entre figuras destacadas del progresismo italiano. Giuliano Amato, ex primer ministro y expresidente del Tribunal Constitucional, reconoció el pasado 6 de marzo en una entrevista con la Repubblica que él mismo, como tantos otros demócratas convencidos, apoyó durante décadas todas las causas progresistas sin advertir la creciente distancia respecto a los valores tradicionales que sostienen la cohesión social. A su juicio, una democracia liberal no se debilita por aceptar ciertas restricciones a las libertades y una convivencia con dichos valores.
El desencanto de las clases populares
En la misma línea, el historiador Ernesto Galli della Loggia escribió el 12 de marzo en Corriere della Sera que el progresismo italiano abrazó sistemáticamente las causas del pensamiento políticamente correcto, con una actitud de «superioridad moral», e incluso hostil hacia quienes pensaban de forma diferente. Esta hegemonía cultural, argumenta, provocó en amplios sectores populares una ruptura dolorosa con su identidad, aún muy vinculada a tradiciones del pasado.
Sandro Magister destaca también la intervención de Giuliano Ferrara, fundador de Il Foglio, quien recordó el 13 de marzo cómo Amato fue criticado por manifestar reservas éticas ante el aborto, convertido por las élites progresistas en un derecho absoluto. Ferrara advierte, retomando el célebre ensayo La rebelión de las masas (1930) de Ortega y Gasset, que el rechazo popular a las élites puede derivar en una deriva populista si no se reconstruye una cultura de élite capaz de escuchar a las mayorías sin despreciarlas.
Una Iglesia alineada con las nuevas corrientes
Según Magister, esta fractura también se refleja en la Iglesia católica. La decisión de la Santa Sede, a finales de 2023, de autorizar la bendición de parejas homosexuales desató una protesta generalizada de las conferencias episcopales del África subsahariana, así como de otros sectores del mundo católico. Aunque el papa Francisco ha expresado su rechazo a la ideología de género, su imagen pública es la de un pontífice acogedor, que evita juzgar y que insiste en abrir las puertas a «todos, todos, todos».
La cultura de la cancelación y la memoria histórica
Magister señala que esta actitud ha llevado al Papa a alinearse con ciertas corrientes culturales que pretenden borrar o reescribir el pasado —una tendencia que en el ámbito anglosajón se denomina “cultura de la cancelación”—, deslegitimando épocas enteras por sus supuestas culpas históricas. Este enfoque se evidenció durante su viaje a Canadá en 2022, cuando pidió perdón por la muerte de niños indígenas en internados católicos, calificada como «genocidio», a pesar de que nunca se hallaron pruebas concluyentes sobre la existencia de fosas comunes. Las investigaciones oficiales finalizaron recientemente sin resultados, mientras que los ataques y quema de más de un centenar de iglesias quedaron sin esclarecer.
Otro ejemplo de esta sensibilidad, según el vaticanista, fue el Sínodo de la Amazonía celebrado en 2019, donde se exaltó la vida tribal como expresión de un equilibrio ancestral con la naturaleza, sin apenas críticas a prácticas como el infanticidio o la eliminación de ancianos, aceptadas en algunas comunidades indígenas. Estas cuestiones fueron abordadas sin juicio moral en conferencias de prensa por parte de algunos participantes, lo que generó sorpresa incluso dentro del ámbito eclesial.
Élites aisladas
Sandro Magister concluye que tanto las élites políticas como las eclesiásticas corren el riesgo de aislarse si ignoran los vínculos profundos que muchas sociedades mantienen con sus tradiciones. El voto de castigo, como el que dio impulso a Trump en Estados Unidos, podría tener paralelismos en otros ámbitos si no se reconduce esta desconexión entre élites y mayorías.
«La rebelión de las masas contra la ideología “woke” le dio la victoria a Trump. Pero también es una lección para la Iglesia» (texto completo)