(Kath.net/InfoCatólica) La Holy Family Mission, situada en Kilsheelan, en el condado irlandés de Tipperary, nació en 2016 con el decidido apoyo del obispo Alphonsus Cullinan, titular de la diócesis de Waterford y Lismore. Su sede se encuentra en el histórico «Glencomeragh House», construido en 1820 y ampliado en 1980 con un edificio adicional de ocho habitaciones. Además, el recinto cuenta con cuatro ermitas modernas que favorecen el retiro y la oración personal.
El objetivo principal de esta misión es contribuir a la renovación de la Iglesia católica en Irlanda, formando jóvenes que deseen convertirse en discípulos misioneros de Cristo. Para ello, la propuesta se dirige a personas entre 18 y 30 años, que pueden solicitar su participación hasta finales de abril para el curso 2025/26. Aunque la iniciativa se centra en jóvenes irlandeses, también está abierta a participantes de otros países.
El sacerdote Patrick Cahill, de nacionalidad irlandesa y miembro de la comunidad Obra de Jesús Sumo Sacerdote – Familia de María, actúa como director espiritual del proyecto y es uno de sus fundadores. Le acompaña el sacerdote austríaco Taddeo Hammerle, también de la misma comunidad.
La formación que reciben los participantes se estructura en torno a cinco pilares fundamentales: espiritualidad, formación académica, desarrollo personal, vida comunitaria y misión. Hasta la fecha, más de 90 jóvenes han completado este itinerario de profundización en la fe.
La vida espiritual ocupa un lugar central en el día a día de los residentes. «Dios es nuestro origen y nuestro destino», afirma el portal oficial de la Holy Family Mission. La misa diaria, la adoración eucarística, la liturgia de las horas, el rezo del rosario, la meditación sobre la vida de los santos y los tiempos de oración personal son elementos esenciales de este proceso formativo.
En el ámbito académico, los participantes profundizan en el conocimiento de la fe a partir del Catecismo de la Iglesia Católica, conscientes de que para anunciar el Evangelio es necesario conocerlo primero.
El crecimiento personal también es una prioridad. La propuesta invita a los jóvenes a descubrir su identidad como hijos de Dios, a reconocer sus talentos y a aceptarse a sí mismos. Asimismo, se promueve el ejercicio de las virtudes y la superación de los defectos personales, en un ambiente comunitario donde todos colaboran en tareas como la cocina, la limpieza o la asistencia en los retiros.
Holy Family Mission también organiza jornadas de retiro para distintas personas y grupos, incluidas escuelas católicas que deseen preparar a sus alumnos para la Primera Comunión o la Confirmación. Además, se ofrecen ejercicios espirituales individuales.
Desde esta experiencia de vida y fe, los jóvenes son enviados como misioneros a parroquias y colegios, donde desarrollan actividades evangelizadoras con otros jóvenes. «El amor al Señor y la alegría de la fe motivan la misión», expresan desde la organización.
El obispo Cullinan, impulsor del proyecto, destaca:
«No tengo ninguna duda de que Holy Family Mission es una obra de Dios y traerá muchas bendiciones a la diócesis y más allá. He visto de primera mano la alegría de los jóvenes y del equipo. Es un testimonio vivo de su búsqueda de Jesús y de su deseo de compartir su alegría con los demás. Holy Family Mission en Glencomeragh es un lugar al que la gente puede venir para experimentar esa alegría».