«¡Queremos curas que nos digan lo que no queremos escuchar!»
© IA

«¡Queremos curas que nos digan lo que no queremos escuchar!»

Como dice un anciano y benemérito hermano sacerdote: Si no logramos que los jóvenes se enamoren de Cristo, terminarán haciéndolo, en no pocos casos, de falsos profetas.

Dios nos muestra todo el tiempo, a sus hijos sacerdotes, su omnipotencia; especialmente cuando vemos naufragar tantos «planes pastorales», con mucho de nosotros, y poco de Él. Sí, efectivamente, sonoras carcajadas se escuchan en el Cielo ante tantas ocurrencias y creatividades de este destierro; que no cuentan con perspectivas de eternidad. Como si el Señor fuese solo un notario, cuya única función es rubricar, sin más, todas nuestras ocurrencias. Sorprende que, ante tanta exaltación de la escucha, del encuentro con los demás, de abrirnos al parecer del otro, y de oír y ver los «signos de los tiempos», olvidemos con tanta frecuencia qué quiere el Padre de nosotros. Y si en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17, 28); y solo en Él todo tiene su sentido, ¿podemos, acaso, prescindir con tanta rapidez de su Voluntad?

Conmueve el salmista con una expresión contundente: Con la alabanza de los niños y de los más pequeños, erigiste una fortaleza contra tus adversarios para reprimir al enemigo y al rebelde (Sal 8, 3). En efecto, los niños son los mejores maestros, como bien nos enseña la Santa Madre Teresa de Calcuta. Y siempre tenemos pruebas de ello. Lástima que, a la hora de escuchar a los pequeños y a los jóvenes, solemos tener tan poco espacio; o creyéndonos «de vuelta de todo» - ¿de vuelta de qué, si no hemos llegado al Fin? -, tengamos ante sus dichos, calladas o manifiestas expresiones de cierto desdén, como si todo en ellos fuese candidez sin sabiduría.

Como sacerdote, todo el tiempo, escucho a hijos de diferentes edades. La plandemia del controlavirus, por un lado; y mi apostolado en los medios y en las redes, ha hecho de cualquier modo que me aumentaran, geométricamente, las consultas provenientes del ámbito digital. Por cierto, en el ciberespacio no podemos confesar, ni administrar otros sacramentos. Pero allí la cosecha es abundante (Mt 9, 37). Y, permanentemente, están esperándonos a los trabajadores (Mt 9, 38). Hay que armarse, claro está, de paciencia y perseverancia; para arrancarle, también allí, al demonio, a las almas que tiene de rehenes.

No se trata, por cierto, de idealizar a los jóvenes. Pero tampoco, ni mucho menos, de caer en el estereotipo fácil y mentiroso de decir que están perdidos. Siempre les recuerdo a tantos adultos cómodos, que hacen derroche de su pilatismo, a la hora de lavarse las manos, que si hay jóvenes que se pierden es porque los adultos los perdemos… ¿O es que acaso sabemos encauzarlos en su sed de heroísmo proponiéndoles, por caso, los ideales del caballero cristiano? Como dice un anciano y benemérito hermano sacerdote: Si no logramos que los jóvenes se enamoren de Cristo, terminarán haciéndolo, en no pocos casos, de falsos profetas. ¿Cómo se entiende que muchos cristianos lleven ropa y tatuajes de guerrilleros, y hasta busquen imitarlos en su violencia? Evidentemente, algo no hemos hecho bien

Más de un joven me lo ha dicho con esas o similares palabras. Pero quiero compartirles el testimonio de Juan Pedro; un muchacho de 20 años, converso, que volvió al Señor, con el fervor propio de quien descubrió el Tesoro escondido (Mt 13, 44). Y que, luego de experimentar el abrazo y el beso del Padre (cf. Lc 15, 20), no ahorra esfuerzos y sacrificios, con la gracia de Dios, en su lucha por la santidad. Y sabe, en consecuencia, que debe llevar a la práctica lo que manda el propio Cristo:

Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí.(Mt 7, 13). Por eso, no anda con vueltas, a la hora de exigir reglas claras: Queremos curas que nos digan lo que no queremos escuchar. Que nos trasmitan, sin descuentos ni manipulaciones lo que el Señor nos pide. Que nos enseñen una Cruz sin rebajas; y un Evangelio sin suavizantes. Que se hagan cargo, en definitiva, de que somos sus hijos; y que, para la gloria de Dios, deben llevarnos al Cielo. Así de clarito, así de sencillo, y así de demandante, gracias a Dios. Y no teme, por cierto, en duplicar su apuesta: Queremos curas que nos escuchen sin consentirnos; que nos eduquen sin subestimarnos, ¡y que sean padres de tiempo completo! Bastante sufre nuestra generación con padres y abuelos ausentes; que no están, ni se los espera…

Y es aquí, en este punto, donde con frescura y franqueza pone a fondo el dedo en la llaga:

Los jipis de los ’60 --los que sobreviven- hoy son octogenarios que se creen de veinte años… Y que, en el colmo del ridículo, no solo no se arrepienten de habernos traído el descontrol sexual, el «prohibido prohibir», la «marihuana libre», el divorcio, la anticoncepción, el aborto y un montón de perversiones, sino que hasta se tatúan y buscan imitar a quinceañeros. Sus hijos, o sea nuestros padres e, incluso, abuelos, se creen la versión mejorada, más abierta, y más trasgresora de ellos. Y nosotros aquí estamos: hipotecados espiritual y materialmente por unos y otros. Y, a la hora de buscar ser católicos en serio, tenemos en ellos mismos los peores enemigos. Es muy triste, también, encontrarnos con sacerdotes con posturas similares; que siguen viviendo de una supuesta primavera sesentona, que nos trajo estos tiempos glaciares… No hay que asombrarse, entonces, de que las comunidades católicas florecientes sean aquellas que conducen sacerdotes fieles, ortodoxos, y coherentes. Y que están debidamente alineados en lo que el padre Julio Meinvielle, llamaba la Iglesia de las profecías, frente a la Iglesia de la propaganda

Sí, en verdad, Juan Pedro, es uno de aquellos pequeños que el salmista alaba. Por eso, su testimonio, y el de tantísimos otros jóvenes -para nada perdidos-, nos conmueve. Y son el bálsamo para tantos buenos sacerdotes que, «por no dar el perfil» --como se afirma desde el progresismo- sufren toda clase de destierros, cancelaciones y ninguneos. Lo afirma el propio Jesús: Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. (Mt 5, 11). Y, como dicen los jóvenes, es por ahí, es por ahí, queridos hermanos curas…

 

+ Pater Christian Viña

La Plata, miércoles 19 de marzo de 2025.
Solemnidad del Glorioso Patriarca San José.
En el 21° aniversario de mi ingreso al Seminario. -

 

Dejar un comentario



Los comentarios están limitados a 1.500 caracteres. Faltan caracteres.

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.

Los comentarios aparecerán tras una validación manual previa, lo que puede demorar su aparición.