(ElPunt.cat/InfoCatólica) Salvador García-Arbós entrevista a Monseñor Pardo para El Punt.
Jordi Callejón, el secretario familiar, nos recibe en la casa del obispo, situada en el mismo recinto de la residencia de sacerdotes Obispo Sevilla, junto al parque de Vista Alegre de Girona. Hacemos la entrevista en la sala de reuniones donde el obispo recibe las visitas habitualmente. Nos acompaña Pere Codina, el responsable de relaciones institucionales del obispado.
–Hace un año, cuando empezó su pontificado en la diócesis de Girona, dijo que había más gente que iba a misa que al fútbol. ¿Lo mantiene, después de un año de bares llenos de gente viendo al Barça?
–Los datos que tenía en 2007, cuando era director del Centro de Estudios Pastorales (CEP), decían que en Cataluña iba más gente a misa que al fútbol. Además, hay pueblos en que se dice misa cada domingo y no hay fútbol. Es aquello de la botella: unos pueden decir que está medio vacía y otros medio llena. Ahora no tengo datos, pero también es diferente, según los obispados.
–¿Y el de Girona?
–La importancia de la celebración de la misa dominical para la vida es una cuestión que hay que reconducir. Cuando amas a una persona, buscas momentos para estar en comunión. Si esto no pasa, el amor y la confianza se debilitan y pueden desaparecer.
–¿Y ...?
–Te diré una consigna que aprendí de pequeño: cuando me hacía el rebelde, el padre me decía: «Sin misa no hay fiesta: no hay vermú, no hay fútbol y no hay cine». Era un paquete: por eso aprendí la importancia de la misa.
–¿Ya ha hecho el diagnóstico del Obispado de Girona?
–Hay desafíos de los que he hablado con el consejo diocesano y presbiteral. He visitado 250 parroquias, de 400; he hablado con casi todos los presbíteros y los retos son revitalizar las parroquias. La parroquia es muy importante. Por eso, hemos hecho las agrupaciones de parroquias, porque nos pueden ayudar para ofrecer a todos los fieles lo que necesitan. En la diócesis de Girona tenemos que hacer frente a la indiferencia y la ignorancia.
–¿Habla de agnósticos y ateos?
–«Indiferencia» quiere decir que a Dios no se le acaba de dejar del todo, se le deja en el desván por si un día se le necesita. El «agnosticismo» es lo de «no lo sé ni me lo planteo», que de eso también hay... Una parte de la población quiere celebrar hechos importantes de la vida en la iglesia: bautismo, matrimonio y entierros. Y hoy no hay presión para hacerlo. Hay porque la dimensión religiosa se incorpora, la tenemos dentro. Hay necesidad de relacionarse con Dios. Todavía hay otro aspecto que no afecta sólo al cristianismo: la frivolidad de la sociedad del bienestar.
–Los sociólogos hablan y dicen que es una de las causas de la crisis.
–La sociedad del bienestar nos ha dado posibilidades de vivir mejor, pero no motivos para vivir mejor. Todo el mundo busca felicidad y amor...
–¿Y no piensa que en esta sociedad del bienestar también ha crecido el grado de solidaridad?
–Es bonito valorar las actitudes solidarias, han incrementado los donativos a Cáritas y a otras instituciones. Hay un gran sentido de solidaridad.
–¡Eso es cristiano!
–Sí, fundamentalmente: el sustrato de la humanidad está impregnado de cristianismo, al igual que los fundamentos de la democracia. El cristianismo garantiza unos valores de los que surge la dignidad de la persona, la vida y la solidaridad... Vivimos de renta de los valores cristianos.
–¿No encuentra que ciertas actitudes de la Iglesia han hecho crecer el ateísmo y el anticlericalismo?
–Estamos reflexionando mucho. Sin embargo, hay que pensar que quien va delante recibe los palos de la institución. Por un lado hay un desprestigio de la fe cristiana, como si se quisiera arrancar. Por otro lado, quieren que la fe quede arrinconada en la conciencia de cada uno. Así, a la larga, podemos recoger tempestades.
–¿Eso que dice no es muy exagerado?
–El hecho de querer dejar la fe sólo en la conciencia privada me ha hecho pensar mucho. El atentado a las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, se hizo en nombre de Alá. Alguien reaccionó en nombre de Dios, no el Papa. Ese atentado provocó un vuelco en la historia. ¿Cuántas personas están dispuestas a dar la vida por matar a otros? ¡Fíjate! ¡Es diferente de los que están dispuestos a dar la vida para salvarlos! Querer privatizar a Dios es imposible. Los cristianos buscamos la presencia, no el poder, en la sociedad. Queremos aportar la sal y la luz. No todo el mundo es sal, pero comer sin sal no tiene sabor y sin luz no se puede hacer nada. Es presencia, no poder: dar gusto a la vida e iluminar el camino.
–Quisiera saber su opinión sobre la prohibición de construir minaretes en Suiza a consecuencia de un referéndum.
–No entiendo la prohibición. La ley de libertad religiosa se debe respetar y se deben atender las necesidades de cada confesión, de acuerdo siempre con las normas de construcción y urbanísticas. Por eso no me importa que los creyentes del Islam tengan templos de culto dignos. Ahora bien, pediría reciprocidad en los países islámicos: lo mismo que decimos aquí, que sea allí. En Egipto mismo, donde están los coptos, que son de las comunidades cristianas más antiguas, es difícil que den permiso para hacer iglesias o para restaurar antiguas.
–¿Uno de los retos de su episcopado es remontar la falta de vocaciones?
–¡Oh, claro! Nos jugamos el futuro: presbiterado, vida religiosa, catequistas ... todos los servidores que la Iglesia necesita. Pero, sobre todo, sacerdotes. Ahora hay ocho seminaristas, cuando llegué había dos. Hay ocho residentes: uno hace el último curso de teología, otros hacen el curso introductorio.
–¿Quiere reabrir y hacer crecer el seminario?
–En estos momentos el curso ya está reabierto: estudian, comen y duermen en el seminario y el fin de semana en las parroquias, Tengo la esperanza de que el seminario crezca. Hay chicos que se sienten llamados, al menos que se lo plantean, y, por tanto, el «sí» habrá que madurarlo. Esto depende de muchos factores: familias, entorno mediático, parroquias ... A algunos padres no les gusta este camino para sus hijos.
–Ahora mismo hay 220 sacerdotes para 389 parroquias, algunas de las cuales, eso sí, ya no tienen ni parroquianos, pero faltan sacerdotes y muchos de los que hay son mayores e, incluso, jubilados. ¿Cómo lo harán?
–Por eso hacemos agrupaciones de parroquias ... No hay nada más triste para un obispo que te pidan rectores que vivan en la parroquia y tener que decir: «No tengo». Los jubilados, de más de 75 años, continúan sirviendo las parroquias y eso es muy bueno.
–¿El diaconado permanente es una solución?
–¡Ojalá hubiera vocaciones y se pudieran ordenar sacerdotes! El diaconado, llamémosle diaconado, siempre ha existido, ya en la Iglesia antigua. Si Dios quiere, el 14 de febrero, a las cinco de la tarde, en la catedral, ordenaré los tres primeros diáconos de la diócesis. Están al servicio del pueblo para la predicación, para algunas celebraciones y para servicios de caridad. Los servicios del sacerdote y del diácono se complementan. El diaconado es un ministerio muy necesario.
–¿Piensa que la Iglesia continuará en su descenso o que habrá remontada?
–Ha habido un descenso y ahora estamos en un período de crecimiento. Hacía años que no había seminaristas y ahora hay expectativas. En 2009 han entrado más jóvenes que en 2008. En Terrassa hay 40 seminaristas con 1,3 millones de habitantes. Aquí vamos haciendo: oramos y trabajamos desde la delegación de juventud y parroquias. Ahora hay más conciencia de la necesidad de presbíteros. Hemos tocado fondo y creo que podremos remontar. En toda Europa tenemos el mismo problema, salvo Italia, que es excepcional; en África, en América del Sur, en Asia o en Estados Unidos se crece.
–¿Tendrán que venir de fuera a hacer misiones hacia aquí?
–Ya tenemos algunos. Hay seminaristas que son de fuera: tenemos de América del Sur y uno nacido en África.
–Quisiera que me hablara de la COPE
–Había dos programas problemáticos que se han solucionado. Del resto no puedo dar opinión porque faltaría un seguimiento preciso.
–Cómo valoran las incursiones en la política de la Iglesia, y muy especialmente del cardenal Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal española.
–No hemos entrado en política. En cambio, en cuestiones que tienen que ver con la polis, con la ciudadanía, sí. ¡Debemos defender el derecho a la vida! ¿No te parece? Ahora ha salido un documento sobre la crisis económica, la nueva situación social. Después de la crisis ya nada será igual. La Iglesia no hace propuestas concretas para organizar la sociedad, en todo caso, alerta de que los caminos pueden ser equivocados, pero no es política de soluciones inmediatas, de organización social.
–He oído decir que, para Roma, Girona necesita una atención especial. Que hablan de una diócesis en la que hay Cattivo, malos.
–No me lo han dicho nunca y no lo he oído. Todas las diócesis necesitan una evangelización constante. Cuando me nombraron obispo, algunos compañeros obispos me decían con buen humor: «Francisco, Girona es la diócesis más bonita de España, pero no queremos estar en tu lugar». Otros me dijeron: «Francisco, piense que Girona es un lugar que tiene muchas posibilidades».
–¿Y qué ha encontrado?
–Hay una gran entrega de sacerdotes y cristianos. Hay las dificultades de un país de Europa, pero también ilusión y esperanza. No tenemos derecho a desanimarnos si Jesús está con nosotros hasta el fin del mundo. La gente habla demasiado de las cosas que van mal y no debemos olvidar todo lo que es positivo.
–Tengo entendido que el Fórum Alsina es molesto para Roma.
–Será de las cuestiones que más preocupan, no por su existencia, sino por algunas declaraciones. No tengo nada que decir.
–¿Se ha hablado?
–He hablado con todos los sacerdotes del obispado.
–¿Y qué tiene que decir?
–Todos los curas de Girona son sacerdotes que he de amar, que tengo que valorar y los que tengo que ayudar.
–Otro de los problemas de la Iglesia gerundense es que «las misas no llegan».
–Debemos hacer frente a créditos antiguos, sobre todo pedidos para restaurar iglesias. Si uno sabe cuánto cuesta restaurar una casa, sabe cuánto vale restaurar un tejado. Hay cuatrocientas parroquias, pero si añadimos las ermitas tenemos novecientos tejados. Esto es un coste importante, sólo para poder mantener dignamente. Esto solo vale una cantidad importante de dinero. Ciertamente, no hay recursos para todos los gastos. Estudiamos un plan económico para equilibrar el balance financiero del obispado, a partir de los donativos, las aportaciones colectivas, las prioridades del obispado...
–¿Y las aportaciones vía crucecita en la declaración del IRPF?
–Son para ayudar a pagar el sueldo ajustado de los sacerdotes. Todos estos presupuestos son independientes del de Cáritas. Todas las Cáritas del obispado manejan tres millones de euros.
–¿Hará un llamamiento para ser más generosos cuando se pase la bandeja?
–Sí, pero tenemos que aprovechar mejor los recursos que tenemos. Algunos inmuebles hay que restaurarlos, pero hay que alquilar bien. Muchos municipios han optado por quedarse y utilizar los equipamientos de la Iglesia. Hemos de procurar que lo que tenemos dé para hacer frente a los gastos.
–La Iglesia es del pueblo, los herederos del pueblo que la construyó.
–Cuando el cura se va, se va solo. Toda mejora queda en el pueblo. En muchos lugares la gente siente suya la iglesia, no hablo de propiedad jurídica. Ni de templos, sino de otros edificios, como rectorías o terrenos.
–¿Esto afecta la librería Les Voltes, situada bajo la Casa Carlos, sede administrativa del obispado, en Girona?
–Estamos en un tiempo de reflexión, y cuando sea el momento ya hablaremos.
–¿Tiene pensada alguna acción de choque para hacer frente a los problemas del Obispado de Girona?
–Para dar a conocer el valor que hay en las parroquias he organizado una visita pastoral, una visita en profundidad para hablar con el rector, el consejo pastoral, los catequistas, los voluntarios de Cáritas, los que llevan los jóvenes... Se visita la iglesia, se miran los libros parroquiales y hay un momento en que el obispo está en un lugar de la parroquia recibiendo a todo el que quiera sin tener que pedir audiencia. Se pueden visitar enfermos y escuelas religiosas. Es una visita para compartir todo lo que hacen, para confortarlos, para animarlos y para reflexionar con ellos sobre todo aquello que no acaba de salir.
–De la visita pastoral habló en la carta de inicio de curso a todos los sacerdotes de la diócesis. ¿Desea visitar todas las parroquias?
–La visita pastoral a todas las parroquias y los 13 arciprestazgos durará cinco años. En un año se pueden hacer tres pequeños. Se harán en tiempo de Adviento y en tiempo de Cuaresma.
–¿Y en tiempo ordinario?
–Tengo que ir a fiestas de pueblos, de casas de ancianos, de ermitas, de reuniones y asistir a actividades culturales y visitas a escuelas. Y en Tiempo Pascual, confirmaciones.
–¿Comienza esta Cuaresma que viene?
–La primera visita será en el arciprestazgo de Banyoles. Ahí dedicaré toda la Cuaresma, hasta la víspera de Ramos, excepto el día de los Dolores, que iré a Amer, donde celebran los 300 años. Dejaré la procesión de los Dolores de Mieres para 2011.
–En la Semana Santa del 2009, tuvo que defender la salida en la procesión del Viernes Santo de Girona de la cruz procesional del XIV. Esto levantó críticas.
–Si es una procesión, una cruz procesional debe ir. El obispo, que les esperaba en las escaleras –yo– les dijo: «Si os mojáis, me mojaré yo también». Ya iban los sacerdotes, en la procesión ... Era un contrasentido que yo fuera en Besalú, en Amer o Banyoles y no en Girona. ¿No?
Obispo futbolero y dibujante
Nacido en Torrelles de Foix (Alt Penedès) el 26 de junio de 1946, Francesc Pardo i Artigas es el 114 º obispo de Girona desde el 19 de octubre de 2008. Es futbolero: «Jugué en el seminario y en el pueblo. Me distrae ver el fútbol en el campo, más que por televisión, porque me gusta dibujar jugadas». Aunque se había declarado seguidor ferviente de Tintín, aclaró que eran las aventuras de Astérix las que distraían, y que las versiones en latín le sirvieron para hacer atractiva la asignatura a sus alumnos de bachillerato en Sant Sadurní d'Anoia, que reflejaban las costumbres de la antigüedad. «Tintin también lo leía y me hacían gracia los Dupont y la Castafiore».