(CNAd/InfoCatólica) «La población no debe ser castigada por las decisiones del Gobierno. Apelo a la comunidad internacional para que siga apoyando a nuestro pueblo en su búsqueda de un desarrollo pacífico», declaró monseñor Nestor-Désiré Nongo-Aziagbia, obispo de Bossangoa, en el noroeste del país.
En 2021, el Gobierno centroafricano recurrió al grupo de mercenarios rusos Wagner, actualmente conocido como «Africa Corps», para contener la guerra civil que asola el país desde 2013. La ofensiva llevada a cabo por estos combatientes junto con el ejército, equipado y entrenado por Rusia y la Unión Europea, logró avances militares significativos. Sin embargo, también estuvo marcada por numerosas atrocidades contra la población civil. En contraste, los obispos valoran positivamente otras intervenciones internacionales, como el despliegue de tropas de paz de la ONU.
La realidad es que las tropas de la ONU jamás han conseguido parar el avance del yihadismo. En mayo del 2022, Mons. Juan José Aguirre, por entonces obispo de Bangasú, dijo no era la ONU quien hacía algo por evitar dicho avance sino los rusos:
«Esto ha creado un volumen de sufrimiento enorme. Se ha destruido mucho en Centroáfrica. Ahora, los mismos rusos que están pisoteando Ucrania han echado a una parte de los señores de la guerra que nos hicieron tanto daño. En Centroáfrica le tiran piedras a los militares de la ONU y a los rusos les echan flores».
El papel clave del diálogo interreligioso
A pesar de la fragilidad del proceso de paz, el país está en una senda esperanzadora. «La esperanza está resurgiendo. Los niños pueden volver a la escuela, los agricultores a sus campos, los comerciantes continúan con su labor y los enfermos tienen acceso a medicamentos», aseguró el cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui.
El prelado atribuye esta mejora a la cooperación entre cristianos y musulmanes: «La religión no nos divide, nos une. Cristianos y musulmanes tenemos la responsabilidad de decir no a la violencia y sí a la paz y la reconciliación». Por su parte, monseñor Bertrand Guy Richard Appora-Ngalanibé, obispo de Bambari, destacó que el conflicto no se ha convertido en una guerra de religiones gracias a la acción conjunta de líderes religiosos de ambas confesiones. No obstante, advirtió que los intereses geopolíticos relacionados con el control de recursos y rutas comerciales han dificultado estos esfuerzos durante años.
Actualmente, las comunidades religiosas trabajan junto al Gobierno en ámbitos como la educación y la sanidad. «Todo aquel que nos ayuda hace posible que sigamos contribuyendo al desarrollo positivo de nuestro país», subrayaron los obispos.
Un conflicto que no termina
La guerra civil en la República Centroafricana estalló en 2013, cuando la coalición rebelde Séléka, compuesta mayoritariamente por musulmanes, tomó la capital, Bangui. En respuesta, grupos armados cristianos conocidos como Anti-Balaka contraatacaron y recuperaron el poder. Ambas facciones han sido acusadas de cometer graves violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra.
El país firmó un acuerdo de paz en 2019, pero se rompió al año siguiente. Los rebeldes se han fragmentado en numerosos grupos y continúan operando en zonas rurales. Según la ONU, el conflicto ha provocado hasta 700.000 desplazados internos.
La República Centroafricana es una de las naciones más pobres del mundo. De sus cinco millones de habitantes, aproximadamente el 75 % son cristianos y el 13 % musulmanes.
Sanciones de la Unión Europea
La República Centroafricana está sometida a sanciones internacionales impuestas por la Unión Europea. La razón es que su gobierno ha sido acusado de colaborar (ndr:en realidad sería contratar) con el grupo de mercenarios rusos Wagner, ahora conocido como Africa Corps, que ha sido señalado por cometer crímenes de guerra y abusos contra civiles. En otras palabras, el hecho de que los rusos hayan ayudado al gobierno del país a combatir a los rebeldes les ha enemistado con la UE, que a su vez está enemistada con Rusia por la guerra en Ucrania.
Crímenes cometidos por los mercenarios rusos
El 21 de julio de 2021, en el pueblo de Bongboto, cerca de Bossangoa, 13 civiles desarmados fueron asesinados. Testigos presenciales y una investigación de Human Rights Watch señalaron a mercenarios rusos del Grupo Wagner como responsables de este ataque. Las víctimas fueron detenidas en un puesto de control, despojadas de sus pertenencias y posteriormente ejecutadas.
Entre el 16 y 17 de enero de 2022, mercenarios del Grupo Wagner, apoyados por las fuerzas armadas centroafricanas, llevaron a cabo una operación en las aldeas de Aïgbado y Yanga, cerca de Bria. Durante esta acción, al menos 65 civiles fueron asesinados, incluyendo mujeres y niños. Los informes indican que los mercenarios dispararon indiscriminadamente contra la multitud y quemaron varias casas. Algunos sobrevivientes relataron que las víctimas fueron llevadas al bosque y ejecutadas sumariamente.
En junio de 2022, durante los taques de mercenarios en minas situadas en áreas fronterizas entre la RCA y Sudán, se registraron decenas de mineros y civiles asesinados, además de saqueos y destrucción de propiedades.