(Zenit/InfoCatólica) Salwan Momika, un ciudadano iraquí que se hizo conocido por quemar públicamente ejemplares del Corán en Suecia, fue asesinado el 29 de enero en la ciudad de Södertälje. Su muerte ocurrió un día antes de que un tribunal de Estocolmo emitiera un fallo en su contra por el cargo de «incitación al odio étnico».
Momika, nacido en la provincia de Nínive, Irak, en el seno de una familia católica asiria, emigró a Alemania en 2017, donde se declaró ateo. Un año después, se trasladó a Suecia y solicitó asilo, obteniendo la condición de refugiado. En 2021, recibió un permiso de residencia temporal. Sin embargo, en 2023, su nombre adquirió notoriedad cuando quemó públicamente ejemplares del Corán en dos ocasiones: la primera cerca de una mezquita en Estocolmo y la segunda frente a la embajada iraquí en Suecia. Estos actos generaron indignación en el mundo musulmán, desataron protestas y llevaron al gobierno sueco a presentar una acusación formal en su contra.
Pese a haber recibido protección policial, el asesinato de Momika fue captado en video mientras transmitía en vivo por TikTok. Las autoridades lo encontraron con heridas de bala y lo trasladaron a un hospital, donde se confirmó su muerte. La policía sueca arrestó a cinco personas en relación con el crimen, según informó el fiscal Rasmus Ohman. Como consecuencia del asesinato, el tribunal que debía dictar sentencia sobre su caso pospuso el fallo hasta el 3 de febrero.
Su colaborador en actividades de crítica al islam, Salwan Najem, expresó su temor de ser el próximo en la lista. «El asesinato de Salwan Momika, ¿ha matado la libertad de expresión y los derechos humanos en Suecia y Europa?», se preguntó.
Las acciones de Momika contra el Corán provocaron reacciones en distintos países musulmanes. En julio de 2023, manifestantes iraquíes irrumpieron en la embajada sueca en Bagdad e incendiaron el edificio, lo que llevó al primer ministro iraquí a expulsar al embajador sueco y suspender el permiso de trabajo de la empresa sueca de telecomunicaciones Ericsson en Irak. Desde Estados Unidos, un portavoz del Departamento de Estado calificó las acciones de Momika como «irrespetuosas e hirientes».
Durante sus protestas, Momika defendió sus actos como un ejercicio de la libertad de expresión permitida por la legislación sueca. «Mi problema no son los libros de judíos, cristianos u otras religiones. Mi problema es el libro que fomenta la violencia: el Corán», declaró. Sin embargo, su caso plantea interrogantes sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a las creencias religiosas. Mientras que en Suecia su quema del Corán fue tolerada como un acto de protesta, en varios países islámicos ese mismo gesto puede castigarse con cadena perpetua o incluso la pena de muerte.