(InfoCatólica) En su mensaje, el Pontífice subraya la necesidad de reconocer la «dignidad infinita y trascendente» de cada persona y llama a los fieles cristianos y a todos los hombres de buena voluntad a rechazar cualquier medida que identifique, de manera tácita o explícita, la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad.
En su carta, el Papa recuerda el itinerario de la esclavitud a la libertad que el pueblo de Israel recorrió, tal y como lo narra el libro del Éxodo, estableciendo un paralelismo con la situación migratoria actual. Francisco resalta que Jesucristo mismo fue un migrante y refugiado, lo que interpela a la comunidad cristiana a abordar este fenómeno con una visión moral y espiritual. En este sentido, citando al Papa Pío XII, el Pontífice rememora que «la familia de Nazaret en exilio, Jesús, María y José, emigrantes en Egipto y allí refugiados para sustraerse a la ira de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de cada época y país».
El Pontífice enfatiza que la dignidad de la persona humana debe ser el criterio fundamental para evaluar cualquier política migratoria y advierte que «un auténtico estado de derecho se verifica precisamente en el trato digno que merecen todas las personas, en especial, los más pobres y marginados». Subraya que el verdadero bien común se promueve cuando la sociedad y el gobierno, con creatividad y respeto a los derechos de todos, acogen, protegen, promueven e integran a los más vulnerables. A su vez, advierte sobre los peligros de una política migratoria que privilegia a unos en detrimento de otros, sosteniendo que «lo que se construye a base de fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará».
No a las deportaciones masivas
Francisco reconoce el derecho de las naciones a proteger a sus ciudadanos y a mantener la seguridad de sus comunidades frente a quienes han cometido delitos graves. Sin embargo, señala que las deportaciones masivas afectan mayoritariamente a personas que huyen de la pobreza extrema, la violencia, la explotación y la persecución. Enfatiza que estas medidas no solo agravan la vulnerabilidad de quienes ya se encuentran en situaciones precarias, sino que además les colocan en un estado de especial indefensión.
Réplica a J.D. Vance
El Papa también responde de manera implícita a la interpretación del concepto teológico del «ordo amoris» realizada por JD. Vance, vicepresidente de los Estados Unidos, según la cual, es deber de un gobernante priorizar el bienestar de sus compatriotas sobre el de los inmigrantes. Francisco, en cambio, aclara que «el verdadero 'ordo amoris' que debe promoverse es el que descubrimos meditando constantemente en la parábola del 'buen samaritano', es decir, el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción».
En su exhortación final, el Papa Francisco anima a los obispos estadounidenses a seguir su labor pastoral junto a los migrantes y refugiados, insistiendo en la importancia de anunciar el Evangelio con un compromiso real con los más necesitados. Pide a los fieles no ceder ante discursos discriminatorios y llama a construir «puentes que nos acerquen cada vez más, evitando muros de ignominia». Además, encomienda a la Virgen de Guadalupe la protección de quienes sufren las consecuencias de la migración forzada y la deportación, pidiendo que «la Virgen morena, que supo reconciliar a los pueblos cuando estaban enemistados, nos conceda a todos reencontrarnos como hermanos, al interior de su abrazo, y dar así un paso adelante en la construcción de una sociedad más fraterna, incluyente y respetuosa de la dignidad de todos».