(Kath.net/InfoCatólica) Patras Paul nació en 1968 en el seno de una familia suní de escasos recursos. En el año 2000, fue nombrado imán y ejerció su labor en diversas comunidades musulmanas de Pakistán. Sin embargo, en 2003 comenzaron a surgirle dudas sobre su fe cuando leyó en el Corán el relato del sacrificio de Ismael por parte de Abraham. Se preguntó sobre el significado del cordero que apareció en la historia y su búsqueda de respuestas lo llevó al Evangelio.
Un amigo le proporcionó una copia del Evangelio y al leerlo se sintió profundamente impactado por las palabras de san Juan: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito» (Jn 3,16) y «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). A partir de ese momento, comenzó a leer la Biblia con fervor y a rezar solo a Jesucristo, aceptándolo como su Salvador.
A pesar de su conversión interna, continuó ejerciendo como imán hasta 2005. Durante este tiempo, pidió a Dios que le mostrara el camino correcto. Finalmente, en un sueño, escuchó las palabras: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6), mientras se le entregaba una cruz. Al día siguiente, al recitar el rezo matutino en la mezquita, mencionó el nombre de Jesús involuntariamente. Esto despertó la alarma entre los presentes y tuvo que huir para salvar su vida.
Posteriormente, fue arrestado y acusado de blasfemia, pasando un año en prisión. Durante su encarcelamiento, afirma haber fortalecido su fe y experimentado momentos de especial cercanía con Cristo. Al ser liberado, regresó con su familia, que también decidió abrazar el cristianismo. Sin embargo, debido a las amenazas y al rechazo de su entorno, se vieron obligados a abandonar su pueblo.
Desde entonces, ha buscado refugio en diversas aldeas cristianas, pero en muchas ocasiones ha encontrado rechazo por el temor de los cristianos a represalias por parte de grupos musulmanes radicales. Actualmente, su familia vive en condiciones precarias y oculta su fe para evitar ser descubierta. Patras Paul viaja en bicicleta a pueblos lejanos para predicar el Evangelio, a pesar de haber sido atacado en 2020 por un grupo de musulmanes que encontraron una Biblia en su poder.
Uno de sus principales deseos es modificar su documento de identidad para reflejar su fe cristiana, lo que le permitiría acceder a un lugar seguro para vivir y brindar educación a sus hijos sin riesgos. Sin embargo, en Pakistán no se permite oficialmente que un musulmán cambie su religión en los documentos oficiales, a pesar de que la Constitución garantiza la libertad religiosa.
Joseph Janssen, de la organización Jubilee Campaign, que aboga por las minorías religiosas, denuncia que los conversos al cristianismo en Pakistán enfrentan discriminación, amenazas, violencia e incluso riesgo de muerte. Además, las estrictas leyes contra la blasfemia, que pueden acarrear la pena de muerte, suelen ser utilizadas contra quienes dejan el islam. Janssen ha instado a Pakistán a respetar su Constitución y sus compromisos internacionales en materia de derechos humanos.