(InfoCatólica) Müller subrayó en su conferencia que la esencia del sacramento del Orden se expresa en las palabras del Señor resucitado a sus apóstoles: «Paz a vosotros. Como el Padre me envió, así también yo os envío… Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 21-23). Destacó que este mandato confiere a los sacerdotes una identidad que no es meramente funcional, sino sacramental, configurándolos con Cristo para la salvación de las almas.
El sacerdote como transmisor de la verdad de Cristo
El cardenal explicó que la Iglesia no fue fundada por Cristo para perseguir intereses mundanos, sino para anunciar la salvación de Dios a toda la humanidad. Citando a san Pablo, recordó que el sacerdote es «uno aprobado por Dios, un obrero que no tiene de qué avergonzarse y que expone rectamente la palabra de la verdad» (2 Tim 2, 15).
Müller advirtió sobre el peligro de reducir la verdad del Evangelio a un mensaje relativo o acomodado a las tendencias del mundo. «¿Qué es, entonces, la palabra de la verdad o la sana doctrina que el sacerdote debe proclamar como heraldo y maestro sin avergonzarse ni temer al mundo?», preguntó. Afirmó que la verdad del Evangelio es inmutable y no puede ser modificada para agradar a la cultura dominante.
Citando la Carta a los Romanos, el cardenal reafirmó la centralidad de la fe en la justificación del hombre: «Porque no me avergüenzo del Evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1, 16). Subrayó que el sacerdote no debe sucumbir a la presión del relativismo ni diluir la doctrina católica en un intento de hacerla más aceptable para el mundo.
El sacerdocio como ministerio de reconciliación
Müller explicó que los sacerdotes son «ministros de la nueva alianza» (2 Cor 3, 6), portadores del mensaje de reconciliación entre Dios y la humanidad. Recordó que esta misión no es una mera función administrativa, sino una participación en el sacrificio redentor de Cristo.
«El mensaje de la reconciliación nos ha sido confiado», afirmó, haciendo referencia a la centralidad del sacramento de la confesión en el ministerio sacerdotal. Citando la Carta a los Hebreos, destacó que el sacerdote participa en el sacrificio de Cristo, que «con su propia sangre obtuvo la redención eterna» (Heb 9, 12).
El cardenal también habló de los desafíos que enfrenta el sacerdocio en el mundo actual. Reconoció que muchos sacerdotes son objeto de hostilidad, indiferencia o ridiculización. «Los sacerdotes, que con frecuencia se encuentran con rechazo, silencio y burla por ser considerados fuera de la realidad del mundo, necesitan apoyo y fortaleza espiritual, no paternalismo ni reprimendas públicas», afirmó.
Müller instó a los obispos a ser un ejemplo y una fuente de fortaleza para sus sacerdotes. «Los obispos deben ofrecer seguridad en los fundamentos dogmáticos, porque si no fuera cierto que el sacerdocio católico procede de Cristo y se transmite a través de un sacramento propio, entonces solo actuaría en su propio nombre y no podría mediar la vida sobrenatural en el poder del Espíritu Santo», advirtió.
La estructura sacramental del sacerdocio
El cardenal profundizó en la estructura del sacramento del Orden y la relación entre los distintos grados del ministerio ordenado. Explicó que el sacerdocio ministerial no es una mera función dentro de la Iglesia, sino una realidad sacramental que configura al obispo y al presbítero con Cristo, Cabeza de la Iglesia.
«Los sacerdotes son, junto con su obispo, verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento», afirmó. Citando el Concilio Vaticano II, recordó que los sacerdotes, aunque dependientes de los obispos, comparten con ellos la dignidad sacerdotal y son consagrados «para predicar el Evangelio, apacentar a los fieles y celebrar el culto divino».
Explicó que el ministerio sacerdotal incluye la enseñanza, el gobierno pastoral y la santificación del pueblo de Dios. Enfatizó que la celebración de la Eucaristía es el acto central del sacerdocio, pues en ella el sacerdote actúa in persona Christi y hace presente el único sacrificio de Cristo.
Müller también abordó la relación entre los sacerdotes y los laicos. Aclaró que no se trata de una oposición entre dos grupos, sino de una unidad en la misión de la Iglesia. «La relación entre clero y laicos no está determinada por el principio de dominio, sino por su unidad en el servicio a la Iglesia y en la salvación del mundo», explicó.
La centralidad de la Eucaristía en la vida del sacerdote
El cardenal destacó la Eucaristía como el centro de la vida sacerdotal. Explicó que el sacerdote no es un mero administrador de los sacramentos, sino que su identidad más profunda se encuentra en la celebración del sacrificio eucarístico.
Citando a san Cipriano de Cartago, recordó que «el sacerdote cumple verdaderamente la función de Cristo cuando imita lo que Cristo hizo y ofrece un sacrificio verdadero y pleno en la Iglesia a Dios Padre». Subrayó que la Eucaristía no es solo un rito, sino la actualización del sacrificio de Cristo en la Cruz.
Asimismo, explicó que la Eucaristía es el fundamento de la comunión entre sacerdotes, obispos y fieles. Destacó que la Iglesia vive de la Eucaristía y que la fidelidad a la liturgia es esencial para la vida sacerdotal.
Conclusión: la misión del sacerdote en un mundo secularizado
Para concluir, el cardenal Müller recordó que la misión del sacerdote no es acomodarse a las tendencias del mundo, sino proclamar con fidelidad la verdad de Cristo.
«Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 18-20), citó el cardenal, destacando que este mandato de Cristo es la base de la legitimidad de la Iglesia y del sacerdocio.
Reafirmó que el sacerdote no es un funcionario de una institución religiosa, sino un enviado de Cristo para la salvación de las almas. «El sacerdote no debe temer proclamar la verdad, aunque el mundo lo rechace. Su misión es enseñar, santificar y gobernar en el nombre de Cristo», concluyó.
El cardenal Müller finalizó su intervención exhortando a los sacerdotes a vivir con fidelidad su vocación y a confiar en la gracia de Dios. «Que el Señor nos conceda sacerdotes santos, firmes en la fe y dispuestos a dar la vida por la verdad del Evangelio», afirmó.