(InfoCatólica) El obispo, como cabía esperar, ha rechazado esta tesis, afirmando que supone una distorsión de la figura de Cristo y de la revelación cristiana, enraizada en las Escrituras y en la tradición de la Iglesia.
En su intervención, publicada en el canal de YouTube «Yo en ti confío», Mons. Munilla analiza las afirmaciones de Pablo d'Ors y otros teólogos como Xavier Melloni y Andrés Torres Queiruga, quienes proponen una visión sincretista entre el cristianismo y filosofías orientales. Según el obispo, esta postura distorsiona la enseñanza bíblica y el sentido de la revelación divina en Cristo, generando confusión entre los fieles.
Munilla comienza rechazando la idea de que Jesús haya aprendido su sabiduría en la India o en el Tíbet, durante los llamados «años ocultos» antes de su vida pública. Sostiene que los Evangelios muestran claramente que Jesús creció en Nazaret, donde fue conocido por sus vecinos, y que su sabiduría no provenía de un aprendizaje externo, sino directamente del Padre. Para respaldar su afirmación, cita pasajes de los Evangelios según San Juan, en los que Jesús dice que su doctrina proviene de Dios y no de una tradición filosófica o religiosa ajena al judaísmo. Advirtió que suposiciones que buscan situar a Jesús en Oriente buscan desacreditar la validez del testimonio evangélico y son inconsistentes con la realidad histórica que narran los evangelistas:
«Y bueno, a uno podría parecer, bueno, pues es una cuestión bizantina. No, no, no lo es. Esto no es algo meramente anecdótico o baladí. Hacer esa afirmación, en primer lugar, supone no respetar los evangelios. Ahora lo vamos a ver. Pero es que además se trata de una suposición que nace de la proyección en Jesús de una ideología o de una teoría sincretista entre cristianismo y budismo que, como no tiene base en los evangelios, necesita forzar una interpretación disparatada del evangelio. Baste asomarse a los evangelios para ver que no tiene encaje esa afirmación».
En su exposición, el obispo también denuncia que la idea de Jesús como un «maestro interior» que solo ayuda a descubrir la verdad en uno mismo es una interpretación sesgada de la fe cristiana. Según Munilla, esta visión se basa en una concepción de la revelación influida por la filosofía inmanentista, promovida por Torres Queiruga, que reduce la revelación a un proceso de autoconciencia en lugar de un encuentro con un Dios personal. Subraya que la fe cristiana enseña que Jesús no solo revela al hombre su identidad, sino que lo pone en relación con Dios Padre de una manera dual y no «unitaria» como proponen ciertas corrientes del pensamiento oriental. Así, Munilla recalca que la revelación cristiana no es simplemente un descubrimiento del interior humano, sino una manifestación del amor divino que se da a conocer de forma personal y trascendente.
Por su parte, Xavier Melloni propone superar la idea de un Dios personal, sosteniendo que la imagen de Dios como alguien externo y separado del ser humano es una construcción cultural que debe evolucionar. Según Melloni, la divinidad no es un ser personal con el que se pueda entablar un diálogo, sino una realidad última en la que todo está integrado. Esta perspectiva, en la que se disuelven las fronteras entre Dios y el hombre, ha sido criticada por la Iglesia por vaciar de contenido la relación personal con Dios que presenta la tradición bíblica y teológica del cristianismo. Munilla advierte que aceptar esta concepción significaría diluir el núcleo de la fe cristiana, pues el Dios revelado en las Escrituras es un Padre amoroso que entra en relación con la humanidad.
«Evidentemente, detrás de este error sobre la revelación hay influencias de errores anteriores. Porque los errores se concatenan. Y conviene conocerlo. Y me estoy refiriendo a los errores que difundió Rudolf Bultmann, un teólogo protestante alemán que falleció en 1976 y que por desgracia también tuvo gran influencia en la crisis del posconcilio en no pocos teólogos católicos.
Bultmann hablaba de que hay que desmitizar el cristianismo. ¿Y qué es eso de desmitificarlo? Pues él descarta como absurda la posibilidad de que Dios llegue a mantener una relación personal con nosotros. Esos son mitos. Eso es demasiado fácil para que sea verdad. A él le repugna que los misterios trascendentes sean presentados con la cercanía y la concreción de que si pudiésemos ver o tocar. Esa revelación entendida como que el hombre puede llegar a ver y palpar es el recurso de los ignorantes, dice él, porque son incapaces de pensar y de abstraer. Entonces hay que desmitificar todo eso...
...Ese prejuicio de Bultmann lo que hace es anular el cristianismo. Pretender anularlo.».
Otro de los puntos en los que el obispo incide es la confusión entre espiritualidad cristiana y prácticas del budismo o el zen. Explica que, aunque la vida interior y el recogimiento son fundamentales en la tradición católica, la meditación cristiana tiene un objetivo distinto al del yoga o la espiritualidad budista: no busca la autoconciencia, sino el diálogo con Dios. Cita a grandes maestros de la espiritualidad católica como San Ignacio de Loyola y San Juan de la Cruz, quienes enseñaron a cultivar la vida interior sin recurrir a filosofías ajenas al cristianismo. Advirtió además que la proliferación de enfoques espiritualistas que se alejan del cristianismo ha llevado a que muchas casas de espiritualidad, antaño dedicadas a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, se hayan volcado hacia el zen y otras corrientes de la Nueva Era:
«...a día de hoy, los errores se han trasladado de las facultades de teología a las casas de espiritualidad. Y existen numerosas casas de espiritualidad, quizás al servicio del Zen, abandonando los ejercicios espirituales de San Ignacio y otros retiros católicos. Y esta es la realidad».
Finalmente, Munilla advierte que el intento de fusionar cristianismo y zen forma parte de una corriente ligada a la «Nueva Era», que pretende reinterpretar la fe cristiana desde paradigmas filosóficos alternativos. Recuerda el documento del Vaticano «Jesucristo portador de agua viva» (2003), que ya alertaba sobre estos intentos de sincretismo y la desnaturalización del mensaje evangélico. También menciona la declaración «Dominus Iesus» (2000), que reafirma la unicidad de Cristo y su papel central en la salvación, frente a visiones relativistas que equiparan todas las religiones como igualmente válidas.
El obispo concluye su reflexión reiterando la unicidad de la revelación en Cristo y la necesidad de preservar la identidad del cristianismo frente a influencias que diluyen su mensaje. «Jesucristo no fue un yogui», sentencia Munilla, reafirmando la centralidad de la tradición bíblica y teológica en la comprensión de la figura de Jesús. Asimismo, exhorta a los profesores de religión católica y a todos los fieles a formarse en la doctrina y rechazar aquellas ideologías que, aunque disfrazadas de espiritualidad, se apartan del verdadero Evangelio.