El Papa Francisco publicó su autobiografía el viernes de esta semana pasada, a bombo y platillo, al menos por parte del Vaticano y de algunos medios de comunicación.
Titulado Spera en italiano –Esperanza en español, que debe leerse no como un sustantivo sino como un verbo en modo imperativo– el libro llegó a las tiendas el 16 de enero y sigue de cerca el lanzamiento de otros tres libros: un libro-entrevista con el periodista Hernán Reyes, un libro-entrevista sobre su relación con Benedicto XVI con el periodista Javier Martínez-Brocal, y otro libro sobre su vida en relación con los acontecimientos históricos, con el periodista Fabio Marchese Ragona.
Esperanza fue escrito por el editor literario italiano Carlo Musso, por lo que «autobiografía» es un término bastante impreciso, aunque así es como lo presentan. Como mínimo, «autobiografía» no explica del todo el esfuerzo literario que se encuentra en las páginas del libro.
El Papa Francisco no se limita a mirar al pasado, poner en orden los acontecimientos y tratar de darles una historia orgánica, ordenada y completa. Por el contrario, Francisco utiliza episodios del pasado para justificar algunas de sus acciones como Papa.
Esperanza, en otras palabras, es más bien una especie de Apologia pro vita sua. El Papa Francisco responde incluso a las críticas, entre ellas el hecho de que rara vez sonríe desde su elección a la sede de Pedro. Sobre todo, selecciona los episodios y elige cuidadosamente lo que quiere y lo que no quiere contar, saltándose trozos enteros que, cronológicamente, habrían merecido algún tratamiento.
Poco o nada se dice de su «exilio» en Córdoba. Poco o nada se dice de su doctorado, que comenzó y nunca terminó en Alemania. Incluso sus viajes papales están cuidadosamente escogidos, al igual que los episodios que relata. En el libro del Papa Francisco hay gusto por los pormenores históricos, al menos cuando se trata de dar una imagen precisa del pontificado.
Por supuesto, todo puede interpretarse de distintas maneras. El Papa Francisco se detiene largamente en el cónclave que le eligió. No da detalles, pero proporciona un contexto esencial. Nos enteramos de que Francisco no había escrito el famoso discurso que más tarde pronunciaría el cardenal Ortega. Éste le pidió una copia, y él reconstruyó sus palabras para hacérselo llegar.
Nos enteramos de que el Papa Francisco no se planteó su nuevo trabajo con un sentido oficial. Sólo miraba cómo se sentía personalmente. Se quitó el anillo de cardenal, se puso el de arzobispo, rechazó lo que le ofrecían, y así con la cruz pectoral. No se puso la mozzetta porque «no es para él». No llevaba pantalones blancos porque «no quería ser vendedor de helados».
Hay quien ve en estos detalles la grandeza de un hombre que no se pliega a la tradición, y quien, en cambio, ve la vanidad de un hombre que no cree servir a una institución, sino gobernar una institución. La historia nos dirá cuál es la interpretación más correcta. Por el momento, todas las lecturas parecen tener algo más que el Test de Rorschach.
La relación con su madre ayuda a explicar por qué dijo que si alguien hablaba de su madre, le daría un puñetazo, una declaración que creó bastante controversia. El Papa también dice que hizo todo lo que pudo para hablar con el dictador argentino Jorge Rafael Videla y conseguir noticias de los jesuitas desaparecidos en su país, e incluso pidió a los sacerdotes que debían celebrar con los generales que se pusieran enfermos para que él pudiera sustituirlos.
El tema sigue siendo una discusión abierta, aunque las declaraciones que el Papa Francisco había hecho a los jesuitas húngaros que le habían preguntado por el asunto hace unos años fueron algo así como un intento de dar carpetazo al asunto.
Entonces, ¿qué nos dice este libro del Papa Francisco?
Nos dice, en primer lugar, que el Papa ha decidido pasar a la historia dando su explicación de los hechos.
El género de la autobiografía papal, así como el libro-entrevista con el Papa, no es nuevo. Sin embargo, Juan Pablo II y Benedicto XVI utilizaron estos medios con discreción. Siempre pusieron a la Iglesia en primer lugar, aunque ambos fueron acusados de cierto protagonismo personal. El Papa Francisco antepone sus propios pensamientos a todo lo demás, y sus propios pensamientos abarrotan y desbordan las historias que cuenta en el libro. Cada detalle es un pretexto para que el Papa reitere su visión del mundo y niegue o critique a quienes le han criticado.
En segundo lugar, la biografía nos dice que el Papa Francisco es consciente de las controversias que rodean su pontificado.
El Papa Francisco defiende sus decisiones con respecto a temas tan candentes como la Fiducia Supplicans y Amoris Laetitia. Sin embargo, la cuestión de los abusos, que ha sido un punto central del pontificado, se toca casi superficialmente, como si necesitara una exploración en profundidad en otro lugar. La diplomacia sólo se incluye en llamamientos genéricos a la paz y al alto el fuego, pero no existe un razonamiento geopolítico real. Incluso las relaciones ecuménicas se abordan casi superficialmente.
Donde hay una controversia profunda, el Papa Francisco no la aborda. Da su opinión, a veces incluso fuera de los cánones de la Santa Sede, y luego deja que otros encuentren una solución, buscando un equilibrio a sus palabras.
Finalmente, la biografía del Papa Francisco confirma este pontificado como uno de redención más que de construcción. Francisco llegó al cargo con su visión del mundo y desde el principio ha deseado imponerla de alguna manera. Esto se nota en sus duros comentarios sobre la resistencia a sus reformas o incluso en los de los llamados «identristas».
Que el pontificado de Francisco es también el de la «venganza» queda patente en muchos pequeños detalles. Por ejemplo, creó «cardenales remediadores» o cardenales cuya púrpura sirve para responder, apoyar o revertir situaciones del pasado.
También reconstruye la narración en la que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, dirigido por el Papa amigo del Papa Francisco, el cardenal Fernández, también está comprometido.
A finales de mes, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicará un documento sobre la inteligencia artificial. Después, prepara otro sobre la esclavitud de ayer y de hoy, otro sobre la monogamia actual y uno sobre mariología. Es una actividad pública sin precedentes, pero que pretende crear un precedente.
La verdad es que no hay un gran cuidado por la institución tal y como se transmite tradicionalmente. La institución se ha convertido en el Papa Francisco, y todo gira en torno a él: su humor, sus decisiones. Francisco, sin embargo, llegó al cargo no con una tradición que defender, sino con prejuicios que superar.
Lo único en lo que todo el mundo estaba de acuerdo al entrar en el cónclave que eligió a Francisco era que la institución romana estaba -está- corrupta y necesita una reforma.
Con Francisco, las reformas institucionales por las que clamaban los eclesiásticos en las reuniones previas al cónclave han recibido escasa atención. Francisco ha dado básicamente a la Curia Romana un lavado de cara.
¿Es esto una señal de que la corrupción no está tan extendida o de que en realidad se está extendiendo en secreto?
La autobiografía parece más bien una excusa para reiterar los conceptos caros al pontificado, que el Papa Francisco repite hasta el cansancio. No es una autobiografía, pues, sino ni siquiera una exploración espiritual de la voluntad de Dios.
En este libro, sólo está el Papa. Nunca está la Iglesia, a la que el Papa está llamado a servir.
Publicado originalmente en MondayVatican.