(InfoCatólica) En una extensa y detallada carta titulada «La familia cristiana, la fecundación in vitro y el testimonio heroico del verdadero amor», Mons. Burbidge aborda la fecundación in vitro (FIV) y su impacto en la dignidad humana, la familia y el plan divino para la vida, ofreciendo una guía pastoral para entender los dilemas éticos y espirituales de estas prácticas tecnológicas desde una perspectiva cristiana.
El amor verdadero: fundamento de la vida y la familia cristiana
El obispo explica que «Dios, como creador y autor de toda vida, siempre desea nuestro bien verdadero y nuestra vida en abundancia». Bajo esta premisa, el amor auténtico —un don total de uno mismo por el bien del otro— es la base sobre la que se construye la vida familiar. Este amor, explica, no puede separarse de la dignidad humana ni del respeto por el diseño divino para la procreación.
El prelado recuerda que «el amor implica el rechazo de cualquier acción que instrumentalice o degrade al ser humano», subrayando que la fecundación in vitro, aunque nace del deseo legítimo de tener hijos, plantea serias preocupaciones morales y espirituales porque desvía el acto procreativo de su contexto natural de amor conyugal.
Infertilidad: acompañamiento, sufrimiento y esperanza
Mons. Burbidge aborda la profunda tristeza que enfrentan las parejas que desean formar una familia pero se encuentran con dificultades de fertilidad. «El anhelo de tener un hijo que sea la expresión viva del amor entre esposos es un deseo natural profundamente humano», afirma, al tiempo que recuerda cómo las Escrituras reflejan tanto el gozo de la maternidad como el dolor de la infertilidad.
En este contexto, el obispo destaca el compromiso de la Iglesia en acompañar a estas parejas y promover alternativas éticamente aceptables, como la naprotecnología, que «aborda las causas subyacentes de la infertilidad en lugar de sustituir el acto procreativo». También anima a las parejas a considerar la adopción o a vivir su vocación matrimonial mediante la paternidad y maternidad espirituales, haciendo de su vida un testimonio fecundo en la comunidad cristiana.
Entre el progreso médico y el dilema ético
Desde la primera concepción asistida en 1978, la FIV ha sido presentada como un avance médico revolucionario, permitiendo el nacimiento de más de 12 millones de niños. Sin embargo, el obispo llama la atención sobre las serias implicaciones éticas de este procedimiento. «Aunque la FIV busca satisfacer el legítimo deseo de tener hijos, su práctica a menudo implica la creación, destrucción y congelación de embriones humanos, lo que constituye una grave injusticia moral», explica.
El prelado señala que, por cada niño nacido gracias a la FIV, «decenas de millones de embriones han sido destruidos, experimentados o abandonados en nitrógeno líquido, negándoseles su derecho natural a desarrollarse plenamente». Esta realidad, agrega, es una clara violación de la dignidad humana que la Iglesia no puede ignorar.
Además, subraya que la FIV no solo plantea problemas éticos relacionados con la destrucción de embriones, sino que también desnaturaliza el acto procreativo. «La fecundación in vitro reemplaza el amor conyugal expresado en la unión matrimonial por un proceso técnico, reduciendo a los esposos y al niño a meros objetos de un procedimiento médico», advierte.
El papel del Estado y los riesgos de una regulación inadecuada
Otro aspecto clave de la carta pastoral es la preocupación del obispo por el creciente papel del Estado en la promoción de la FIV. Burbidge alerta sobre iniciativas legislativas que buscan convertir la fecundación in vitro en un derecho garantizado, financiado públicamente o mediante mandatos a aseguradoras. «Un mandato estatal sobre la FIV supondría entregar al Estado algo que pertenece únicamente a Dios: el don de la vida y el bien de la familia», afirma.
El obispo insta a los legisladores a adoptar políticas que promuevan la vida y la familia, como el apoyo financiero a los gastos relacionados con el embarazo y el parto, y la promoción de tratamientos de fertilidad restaurativos que respeten la dignidad humana. También llama a regular estrictamente la industria de la FIV, actualmente descrita como un «oeste salvaje» por su falta de supervisión y estándares de seguridad.
Testigos del amor verdadero
El obispo Burbidge concluye su carta invitando a las familias cristianas a ser testigos heroicos del amor verdadero y la dignidad humana. «Dios nos llama a confiar en su amor y a vivir como santos, reflejando su misericordia y su plan perfecto para nuestras vidas», declara. También pide oraciones por las parejas que enfrentan la infertilidad y por los legisladores, para que promuevan leyes que respeten el bien común y la dignidad de toda persona.
Finalmente, el obispo recuerda que «Dios nunca se cansa de perdonarnos; somos nosotros los que nos cansamos de buscar su misericordia», invitando a los fieles a confiar en la misericordia divina y a abrazar su plan con valentía y fe.
Oración final
La carta culmina con la siguiente oración:
«Dios bueno y misericordioso, creador de toda vida, concede a las parejas que desean formar una familia la gracia de abrirse a tu voluntad perfecta. Que podamos valorar siempre el don de la vida humana y proclamar tu amor con valentía. Te lo pedimos por intercesión de María y José, y por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.»