(InfoCatólica) La AIE recuerda en su nota, cuyo texto completo se puede consultar en su web, la importancia de la labor que ejercen los exorcistas:
«Entre las muchas formas de aplicación de las obras de misericordia, una especial atención es dada al Ministerio del exorcismo, mediante el cual, la Iglesia quiere, siguiendo el ejemplo del buen Samaritano, derramar «aceite y vino» (Lc 10, 34) sobre las heridas de quienes se encuentran viviendo, entre tantas formas de sufrimiento, algún tormento por la acción extraordinaria del Maligno.».
Y al mismo tiempo advierten:
«Las enseñanzas de Cristo y el Magisterio de la Iglesia, que iluminan siempre la vida de los fieles, permiten comprender cuáles deben ser las actitudes que no corresponden plenamente a un ejercicio correcto de la delicada tarea del exorcista».
Precisamente señalar esos comportamientos es el objetivo de la nota. La AIE constanta que «en los últimos años, ha aumentado el número de quienes, dudando o convencidos de ser víctimas de una acción extraordinarias del demonio, en alguna de sus diversas formas (vejación, obsesión, posesión o infestación diabólica), van en busca de exorcistas». Sin embargo, «A veces, esta convicción es avalada por personas que, sin tener ninguna preparación específica en la materia y sin el mandato del Ordinario competente, actúan de manera inadecuada, provocando desconcierto en el pueblo de Dios, especialmente en aquellos que, con motivo de su simplicidad, por la situación de sufrimiento en la que se encuentran y, en algunos casos, por la superstición de la que son víctimas, son más frágiles».
Diez prácticas condenadas
Tras recordar que «el ministerio del exorcismo se administra siempre en nombre y en representación de la Iglesia y que el exorcista actúa como ministro de Cristo (el único que tiene, en sí mismo, autoridad sobre todos los demonios) y de la Iglesia.» la AIE considera oportuno ofrecer las siguientes diez precisiones para esclarecer algunas situaciones que deben ser condenadas:
- Desaprobación de la improvisación y del sensacionalismo
Se reprueba la actitud de algunos sacerdotes, consagrados y laicos que, careciendo de formación adecuada y de mandato episcopal, en lugar de remitir los casos de posible acción extraordinaria del maligno a quien ha recibido un peculiar y expreso mandato del Obispo diocesano, emprenden caminos arbitrarios de liberación, no autorizados por la competente autoridad eclesiástica. Más grave aún es cuando disuaden a los fieles de acudir al exorcista oficial de la propia diócesis, sugiriéndoles que busquen a otros exorcistas «más poderosos» o para sostener la idea de una presencia demoníaca que ellos identifican erróneamente. - Centralidad del Evangelio
Es deplorable que algunos, en lugar de proclamar el Evangelio de Jesucristo que libera al hombre de la esclavitud del mal y del pecado, centren su atención exclusivamente en la presencia y la obra del demonio. Ellos, en lugar de acompañar a los que sufren en un camino de fe, oración, vida sacramental y caridad, recordándoles que spes non confundit (Rom 5,5), «la esperanza no defrauda», les inducen a creer que la liberación depende únicamente de una repetición compulsiva de oraciones y bendiciones, cuando, en cambio, la paz que viene de Cristo, y que todos anhelan, sólo puede obtenerse mediante una vida de caridad, alimentada por la Palabra de Dios, la oración, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión, y de una auténtica devoción a la Virgen Inmaculada. - Discernimiento negligente
Algunos sacerdotes, a veces por desgracia también algún exorcista, descuidando el discernimiento serio y riguroso prescrito por los Praenotanda del Rito de los Exorcismos[13], utilizan criterios ajenos a la fe católica, avalando conceptos de origen esotérico o new age[14]. Este enfoque es inaceptable y contrario a la fe y a la doctrina de la Iglesia[15]. - Prácticas supersticiosas y uso indebido de res sacrae
Hay que censurar a quienes utilizan procedimientos supersticiosos, pidiendo fotos o ropa para reconocer posibles maleficios, tocando determinados puntos del cuerpo de los fieles con el fin de «diagnosticar la presencia de entidades malignas» o para «expulsar la negatividad», o sugiriendo un uso impropio de la res sacrae (agua, sal, aceite bendecido, etc.) a los que algunos denominan «exorcizados». Son comportamientos errados, que alimentan la mentalidad y la práctica supersticiosas, dañan la dignidad del cuerpo, templo del Espíritu Santo, e inducen a un uso mágico de los objetos bendecidos, despojándolos, de hecho, del significado real que es hacer presente la presencia salvífica de Cristo. - Participación de figuras inadecuadas
Es inaceptable que algunos sacerdotes o agentes de pastoral colaboren con quienes se consideran «sensitivos» o presuntos carismáticos, dirigiendo hacia ellos a los fieles que sufren, en vez de ponerlos en contacto con quien ha recibido un peculiar y expreso mandato del Ordinario del lugar para ejercitar el Ministerio del exorcismo. Peor aún es cuando es el mismo exorcista diocesano quien delega en esas figuras la tarea que la Iglesia le ha encomendado a él, hacer un discernimiento autorizado de una real acción demoníaca extraordinaria, a lo que se añade, en algunos casos, un dejarse guiar por ellos para «liberar» del maligno a las personas que sufren. Tal comportamiento rehúye la naturaleza del ministerio confiado al exorcista, que le exige hacerse cargo del sufrimiento ajeno y no omitir el tiempo personal, regular, escrupuloso y, en algunos casos, gravoso por el tiempo de discernimiento necesario, para verificar la eventual acción extraordinaria del demonio y acompañar a quienes son verdaderamente sus víctimas. - Exclusión de las ciencias médicas y psicológicas
En el discernimiento, el exorcista, además de los criterios tradicionales seguidos para individuar los casos de una acción extraordinaria del demonio,[16] puede valerse del parecer de exorcistas de consolidada experiencia y, en algunos casos, de la consulta a personas expertas en medicina y psiquiatría. El Ministerio del exorcismo, como todo sacramental, está al servicio del hombre. No se puede, por tanto, excluir a priori la ayuda de las ciencias psicológicas y psiquiátricas, así como de otras disciplinas positivas, que en algunos casos pueden ayudar a comprender el origen de males no necesariamente de origen preternatural. Este comportamiento, no sólo es equivocado, sino que expone a las personas a riesgos innecesarios, descuidando la contribución, en algunos casos determinante, de las modernas disciplinas médicas y psicológicas. - Afirmaciones temerarias y dañinas
El ansia de querer a toda costa identificar una acción demoníaca extraordinaria como la causa desencadenante de una situación de sufrimiento, cuyo origen se desconoce, habiendo omitido un previo discernimiento serio, además de ser inútil, puede generar daños. También en este caso, las Líneas Guía elaboradas por la Asociación Internacional de Exorcistas constituyen una excelente ayuda y una referencia indispensable. - Maleficios
Sin negar la existencia real de la práctica del maleficio, desgraciadamente más extendida en la sociedad actual de lo que podría pensarse, reprobamos la actitud fóbica de quienes ven en el maleficio el origen necesario de todos los males y desgracias que pueden sobrevenir a la vida de una persona. El buen sentido y la experiencia nos enseñan que, aun cuando un mal pueda haberse originado realmente por un maleficio, concentrarse en individuarlo y sentenciar a las personas diciendo que son víctimas de él, no sólo es inútil e irrelevante a efectos de la liberación, sino que puede resultar perjudicial para quien es víctima, provocando en ella sospechas sobre los presuntos instigadores o autores que han realizado el maleficio y vertiendo sentimientos de odio hacia ellos, como bien explican las Líneas Guía.
Con respecto a este importante asunto, reiteramos que es necesario, en cambio, concentrar nuestra atención en los remedios de gracia ofrecidos por la Iglesia y en el camino cristiano a seguir, recordando que es fundamental enseñar a los que sufren:
- La certeza de la fe de que Dios no abandona a su criatura en la prueba, sino que de alguna manera sufre con ella y al mismo tiempo la sostiene y la conforta con su gracia;
- la convicción de que cualquier sufrimiento, causado por cualquier mal que pueda golpearnos en la vida, si se acepta con amor y se ofrece a Dios, convierte el mal en bien. En efecto, «la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria» (2 Co 4,17), al completar en nuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia (cf. Col 1,24). - Sanación intergeneracional (sanación del árbol genealógico)
Aunque animados por las mejores intenciones y con el deseo de aliviar el sufrimiento de las personas, algunos Sacerdotes, e incluso algún exorcista, llevan a cabo la práctica de la llamada sanación intergeneracional, como condición sine qua non, sin la cual, no se puede alcanzar una sanación o una liberación, sin darse cuenta del daño que hacen a su fe y a la de las personas, así como de las consecuencias que estas últimas pueden sufrir a nivel existencial. Diversos Ordinarios del lugar y Conferencias Episcopales ya han intervenido en este ámbito, dando las motivaciones doctrinales que demuestran cómo tales prácticas no tienen fundamentos bíblicos y teológicos. A esta toma de posición remitimos, en particular a la última, en orden de tiempo, de la Conferencia Episcopal Española. - Desterrar el miedo
El exorcista debe conducir a los fieles atormentados a recibir la paz que viene de Cristo. Para ello, él es el primero que debe estar habitado por esta paz, rechazando toda forma de miedo y educando a los que acompaña con su Ministerio a combatirlo. Porque el miedo, cualquiera que sea la razón que lo provoque, cuando se cultiva, conduce al debilitamiento de la fe y a la pérdida de la confianza en Dios. El diablo se sirve de él para esclavizar al hombre (cf. Hb 2,14-15), mientras que en la Biblia resuena la invitación de Dios a no tener miedo, al menos 365 veces. Un sacerdote que tuviese miedo del demonio en el ejercicio de su Ministerio o en su vida cotidiana no podría ejercer el Ministerio del exorcismo sin exponerse a graves peligros para su vida espiritual, sobre todo si, en lugar de cultivar la confianza y el abandono total de sí mismo en las manos misericordiosas de Dios, intenta afrontarlo con prácticas más o menos supersticiosas.
La AIE asegura que la sociedad contemporánea, marcada por una realidad fluida y a menudo distorsionada por el cine, presenta una percepción errónea del exorcismo como sombrío y aterrador. Esta visión fomenta una curiosidad malsana hacia lo sobrenatural. Para contrarrestar esto, es esencial formar a sacerdotes, consagrados y laicos, preparándolos para guiar a otros con sabiduría y evitar caer en caminos peligrosos.
Contrario a las ideas generalizadas, el exorcismo es una experiencia de fe y alegría, donde se evidencia la poderosa acción de Cristo Resucitado y la intercesión de la Virgen, los santos y los ángeles. La Comunión de los Santos se manifiesta como un apoyo disruptivo contra las tinieblas, resaltando la fuerza de la fe.
El acompañamiento es fundamental en este ministerio. Siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, el exorcista debe cargar con las necesidades del otro, ofreciendo esperanza y evitando causar confusión o miedo. Su misión es dar testimonio del amor de Cristo, fortaleciendo la fe y la humildad frente a las adversidades espirituales.
La Iglesia, al reconocer la santidad de sacerdotes exorcistas como San Vicente Pallotti, enseña la dignidad del ministerio. Pallotti destacó la importancia de la humildad y la confianza en la Trinidad durante los exorcismos, sirviendo como ejemplo para quienes ejercen este oficio.
El exorcista debe ver al fiel necesitado como «el más pobre entre los pobres», ofreciendo consuelo y liberación. Este ministerio, además de combatir el mal, busca transmitir amor y esperanza, testimoniando la victoria de Cristo sobre las fuerzas adversas y la restauración de la vida plena en Dios.
La AIE
La Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) es una organización católica fundada en 1990 por el sacerdote italiano Gabriele Amorth, reconocido exorcista de la diócesis de Roma, junto con otros sacerdotes dedicados al ministerio del exorcismo. Esta asociación fue oficialmente aprobada por la Santa Sede en junio de 2014, lo que le otorgó un reconocimiento formal dentro de la Iglesia Católica.
Propósitos de la AIE
La AIE tiene como objetivos principales:
- Apoyar a los exorcistas en su ministerio:
- Brindar formación, guía y recursos para el ejercicio adecuado del exorcismo, siguiendo las normas de la Iglesia Católica.
- Promover el conocimiento correcto sobre el exorcismo:
- Combatir la desinformación y las representaciones sensacionalistas que se difunden a través de los medios de comunicación.
- Fomentar la colaboración y el intercambio entre los exorcistas:
- Ofrecer un espacio para compartir experiencias y buenas prácticas en el ministerio, garantizando que este sea ejercido con prudencia y respeto.
- Proteger la doctrina y la liturgia:
- Asegurar que el rito del exorcismo se lleve a cabo conforme a las enseñanzas y directrices de la Iglesia.
Actividades principales
- Organización de congresos internacionales y reuniones regionales para exorcistas.
- Difusión de materiales formativos y teológicos.
- Colaboración con laicos capacitados y otros ministerios en temas relacionados con la liberación espiritual.