(Andaluciainformacion/InfoCatólica) El obispo de Asidonia-Jerez tiene la ideas claras, sabe de qué quiere hablar, cómo explicar las cosas y qué mensaje se debe enviar a la sociedad.
—Éstas han sido sus primeras Navidades como obispo de Jerez, ¿ya se ha lanzado a cantar zambombas o aún se corta?
—No, todavía no me he lanzado a cantarlas, aunque me gustan mucho porque me gusta la bulería y el flamenco. Soy consciente de que es una cosa maravillosa la que tiene Jerez con su canto a la Navidad, que además siempre es una ayuda
—Desde fuera, usted da sensación de serio, ¿Por el cargo, porque es así o es de los que luego sorprende en el trato?
—No sé cómo autodefinirme. No sé si soy serio, pienso que son más los que traten conmigo los que deban definirme, pero no creo que sea muy serio.
—Usted sabía dónde venía, pero ¿le ha sorprendido Jerez o es lo que se esperaba?
—No me ha sorprendido porque conocía Jerez, su idiosincrasia y conocía, y lo he dicho muchas veces, la riqueza de la costa, de la sierra... No sólo no me ha sorprendido, sino que estoy gratamente contento de estar en Jerez y conociendo Jerez, porque cada día que se va conociendo a Jerez y a su diócesis se le va queriendo más. Ha sido un grata sorpresa.
—¿Y qué le ha llamado más la atención, qué matiz que podría desconocer le ha calado más?
—Me ha llamado la atención que aquí hay una Iglesia viva, que tiene bastante futuro. Y una sociedad hospitalaria, acogedora y, sobre todo, alegre.
—¿Y qué es lo que más le ha defraudado?
—No sé si es porque estoy en plena luna de miel, y los defectos se suelen ver más tarde, pero, la verdad, es que no me ha defraudado nada como tal.
—Como alguien que viene de fuera, su relación con las llamadas ‘fuerzas vivas de la ciudad’, ¿le ha chocado? Y sobre todo ¿cuáles ha visto usted como estas fuerzas vivas, la política, la social, la cofrade,...?
—Con los políticos no he tenido ningún problema y ya lo dije el Día de San Dionisio, que veía una laicidad positiva. Y es que la misma zambomba hace una armonía entre lo que es la cultura, la sociedad y también la Navidad. Por que se celebra la Navidad, se celebra el Misterio de la Encarnación y vemos que podemos vivir un laicismo positivo. Creo que en nuestra sociedad, en nuestro pueblo, todo esto de los crucifijos nos molesta, porque es como una injerencia. Es como decir, déjenos tranquilos, que nosotros sabemos vivir con nuestros crucifijos, con nuestras fiestas,... No nos vengáis a imponer ahora una serie de cosas desde el mundo político. Por eso, nuestros políticos no se deberían meter en esto. Es como entrometerse en las entrañas de un pueblo.
—No pensaba entrar en estos temas tan rápido, pero ya que lo saca... ¿No cree que una parte de la Iglesia no está entrando en el juego de la política?
—Creo que no. Mire, aquí hay que superar el nacional catolicismo y el nacional agnosticismo que se quiere implantar. Hay una cierta generación, que son muchos de los que ahora están gobernando, que tienen metido lo que era el nacional catolicismo, pero ahora va a ser el nacional agnosticismo. Y la Iglesia, después del Congreso Vaticano II y después de la transición, ha aprendido a estar en democracia, porque siempre ha tenido una gran democracia y esa es la suerte de ser católicos, con sus más y sus menos. Y la Iglesia ha aprendido que como ciudadanos somos también responsables de las leyes y ha aprendido a decir a un Gobierno que no quiere que la virtud se imponga, porque ella no está dispuesta a que su virtud se imponga. Es decir, no pedimos que todo el mundo aprenda moral católica, pero tampoco que se imponga una moral laica en nombre de la Educación para la Ciudadanía. La Iglesia sí cree que todo el mundo debe aprender la justicia, el respeto, el saber qué es un ciudadano, que debe participar, que debe respetar al otro, por tocar un poco lo de la Educación para la Ciudadanía. Pero se quiere imponer ahora una moral, pero una moral discutida, porque se quiere imponer una moral desde la ideología de género. Y mire usted, déjeme a mí libre con mi hijo y no me imponga esa moral. Impóngasela a sus hijos si usted quiere, pero no al mío. Otra cosa es la justicia. Ahí debemos ir todos juntos, pero si se tocan temas que violan la justicia, evidentemente la Iglesia no se puede callar.
—Estamos hablando del aborto...
—Hablamos del aborto, que es hablar de la justicia, que es un pilar de la democracia y uno de sus fundamentos, como son la igualdad y el respeto a todos los seres humanos. Aquí se aprueba una ley en la que ya todos los seres humanos no tienen la misma dignidad ni tienen igualdad. Se mina la igualdad. Y la incoherencia de esta ley es que se dice que hasta los tres meses y medio no tienen los seres humanos dignidad. Se establece una ley que dice que hasta cierta edad, los seres humanos no tienen dignidad. Ningún ser humano tiene dignidad de cero a tres meses y medio. Se podría decir que se ha decidido así y por mayoría, aunque me extraña que esto se pueda decidir por mayoría porque, generalmente, cuando se ha decidido así siempre había detrás muchos intereses económicos y políticos. Pero suponiendo que esto fuera así, se da otro paso más y se quiere meter por ley un racismo genético. ¿Por qué? Porque dice usted que los síndrome de down no tienen dignidad. Y eso, que me dejen a mí de historias, es violar la justicia. Y ante eso, debo exigirle y decirle al Gobierno, como ciudadano, que no estoy de acuerdo con esa ley que viola la justicia. Que estoy totalmente en contra.
—Pero una cosa es decirlo, que es la esencia de la democracia, y otra dar el paso de salir a la calle, de amenazar con la excomunión,... ¿A lo mejor no se está enredando todo un poco más de la cuenta?
—No. En democracia salir a la calle es una de las grandes armas de la libertad de expresión que tenemos. Y, de hecho, en una dictadura lo primero que se prohíbe es salir a la calle y lo primero que hace la democracia es poner la calle para que los ciudadanos se expresen. Y la Iglesia, siguiendo los principios democráticos, no sólo ha expresado que esa Ley va en contra de la justicia, sino que además sale a la calle y dice que no estoy de acuerdo con esta ley, que no quiero ser responsable de esa ley. Una ley que abre la puerta para que no todos los seres humanos tengan dignidad. Y creemos que todos los seres humanos deben tener dignidad y que las leyes deben salvaguardar esa dignidad de todas las vidas humanas.
—En cualquier caso, ¿no se les ha ido de las manos a todo el mundo, al Gobierno, a la cúpula de la Iglesia, a los partidos, este conflicto? ¿No se ha radicalizado demasiado el debate y lo que debería ser un debate más sereno, que refleje el sentir de toda la sociedad, se ha quedado en blanco o negro, en a favor o en contra?
—No creo que sea blanco o negro ni que se haya radicalizado. Aquí lo que se ha promovido es un proyecto de ley y quien se ha felicitado cuando se ha probado ha sido el Gobierno. Ahora, si esto es lo políticamente correcto y todo el mundo debe asumirlo... pues pienso que no, que en una democracia no podemos entrar ahí. Y si estamos en una democracia hay que oír otras voces. Y lo que estamos diciendo es que usted está llevando un debate, en la que está en juego la vida de los seres humanos y su dignidad, y lo lleva a creyente o no creyente, a derecha o a izquierda. Y nosotros no estamos por ahí, estamos en un debate humano, porque en el fondo lo que hay es la dignidad de los humanos, no si se es creyente o no, de izquierdas o de derechas. En el fondo lo que está aquí es la vida de muchas jóvenes, de muchas mujeres que va a tener una depresión grande con el síndrome postaborto, que tampoco se les informa, lo que está en juego son esos síndrome de down, que da la casualidad de que ya sólo nacen un 10% de estos casos. Y qué pasa ¿que el síndrome de down tiene menos dignidad que el resto? Yo me niego a eso. No creo que haya que llevar a una madre al aborto, sino todo lo contrario. Hay medios para que ese niño con síndrome de down pueda ser autónomo, que no sea una carga para nadie. Hay gente con este síndrome que es más feliz y no sabemos quién lo es más, si el que con menos se conforma o el que, en una sociedad donde lo normal es una máquina de consumo, lógicamente sobran los débiles.
—Me sorprende mucho este planteamiento, y no lo digo como crítica...
—... yo soy médico, he estudiado bioética, sé lo que hay detrás de todo esto y por eso soy tajante. Y le digo más, hace unos años, se podría poner en duda sobre si es persona o no es persona, pero hoy día con los avances de la genética, de la embriología, de la ecografía,.. lo que digo es que va contra la razón y, además, todos los científicos están en contra. Cuando uno ve una ecografía tridimensional de tres meses y una semana y luego una de tres meses , una semana y un día, no hay ninguna diferencia. ¿Cuál es el criterio? Y usted dice que tengo que asumir ese criterio y no lo puedo hacer. Ahora, ¿que se trata de ponerse una venda y decir que se tiene que decir esto por que es lo políticamente correcto? Pues yo le digo que no.
—Vamos a cambiar un poco de tercio con otro tema que también está afectando de pleno a la sociedad, como es la crisis económica. ¿Cómo le está afectando la crisis a la Iglesia? Y no me refiero a lo netamente económico, sino si está provocando o no un acercamiento de la gente a la religión o esa falta de valores de los últimos años de bonanza sigue imperando y la gente no sabe cómo reaccionar...
—Lo primero es que ya hace muchos años, el anterior Papa, en diferentes encíclicas y en diferentes denuncias ya dijo que no se podía seguir construyendo una sociedad con este neocapitalismo, donde todo era tener y el ser humano sólo era un engranaje de la producción. El Papa actual ha seguido y la Iglesia ha seguido diciendo que no se puede entrar en esta dinámica del consumo y del tener, olvidándose del ser y de los valores. Y eso está ahí en el fondo. Y esta crisis económica viene a reafirmar lo que ya se estaba profetizando. Y el problema es si ahora se están corrigiendo las causas. Cuando en un fábrica de gas hay un escape hay dos opciones. O se deja que siga saliendo el gas y le damos máscaras a todo el mundo, pero que provocará que siga muriendo gente, porque algunas máscaras no funcionan, a otros se les ha olvidado,... O vamos y atajamos el foco del escape del gas. Ha venido la crisis, se han puesto las máscaras y ya empezamos a ver si tendremos máscaras para todo el mundo. Y la Iglesia lo que dice es muy bien, demos máscaras, pero no olvidemos que el foco sigue ahí soltando gas y que hay que atajar ese escape. Y que el escape viene fruto de los valores y que tiene que ver, como dice el actual Papa, con un desarrollo integral. ¿Tiene que ver con esta Ley del Aborto? Creo que sí.
Que tiene mucho que ver, porque toda Ley del Aborto viene cimentada en una eliminación de la transcendencia de la vida humana, de la eliminación de la vida humana; en unos derechos por encima de otros, en que unos humanos tienen más derechos que otros en función de la edad; no existen deberes. Y si se sigue fomentando una sociedad y un hombre materialista, que se va construyendo en que el hombre es pura materia, si seguimos echando de comer a este materialismo, con estas legislaciones, con esas educaciones de género, que no es más que puro materialismo, después nos olvidamos que las personas descubran la transcendencia, porque es la transcendencia del ser humano lo que nos hace ver que yo tengo una responsabilidad, un deber contigo, que tengo una necesidad y una obligación con los más débiles, que debo ser solidario. Por eso el Papa dice, en su última encíclica, que no es posible un desarrollo integral el ser humano si no tenemos una concepción integral de la persona humana. Entonces, creo que la Iglesia tiene más credibilidad en su mensaje. Y la crisis ¿cómo le afecta a la Iglesia? Pues haciendo el triple de esfuerzo, para darle de comer a tanta gente.
—En este sentido, ¿quizás a la Iglesia le falta que no sabe vender todo ese esfuerzo? Es decir, están las monjitas, el comedor del Salvador, Cáritas,... todo son Iglesia, pero parecen que son organismos independientes...
—Eso es lo que se quiere hacer ver, que no son Iglesia. Mire usted, esas hermanitas de El Salvador, las de la Cruz, la de los Pobres,.. para ellas, la razón de su ser, de hacer lo que están haciendo, es Cristo. ¿De dónde les viene la fuerza? No de ser una ONG o que los periódicos le reconozcan su labor, no, su fuerza les viene de su vinculación a la Iglesia, de su Eucaristía, de su dirección espiritual, de su comunión con el obispo, de recibir la gracia de Dios a través de la Iglesia. Y esa gracia es la que les permite estar con los más pobres todos los días del año, porque no tienen vacaciones, que es algo que se le olvida a la gente. Y ellas sin Iglesia, se irían a sus casas. Ahí está la fuerza. Es la Iglesia quien actúa, porque esas monjitas necesitan de la oración, de los sacerdotes, de los laicos,.. de todos. Usted dice que no sabemos venderlo, yo diría más, es que no quieren verlo.
—Sin embargo, hay colectivos de la Iglesia que parece que cogen un cierto protagonismo, como el de El Salvador, y luego se ve que Cáritas de la zona sur no tiene para atender sus necesidades. ¿No hace falta una mayor coordinación?
—Eso está hecho, porque cuando a alguien le sobra, lo cede a los demás. Este año, quizás por la crisis, ha habido algún problema, pero la gente ha respondido perfectamente y ha sacado a la luz esos valores. La sociedad tiene mucho que enseñar y, diría más, la sociedad andaluza de lo que es un laicismo positivo, esa solidaridad que da nuestra cultura, nuestras fiestas, que enseñan a ser solidarios. En una sociedad materialista se ha perdido la gratuidad. Y la gratuidad significa ver que hay cosas que nos vienen regaladas y eso se ve en la sociedad rural. Y qué difícil es verlo en una sociedad urbana, materializada totalmente, en la que todo lo hemos hecho nosotros, que no le debemos nada nadie. Y lo peor es que se quiere imponer este tipo de sociedad, pero nosotros tenemos esa riqueza de esa gratuidad. Ya está bien de que esta sociedad urbana y materialista nos acompleje y vamos a sacar los valores de nuestra sociedad rural religiosa, cultural y maravillosa.
—Y dentro de esos valores, en Jerez hay que hablar de Semana Santa. ¿Le ha sorprendido el mundo cofrade?
—No porque lo conocía. Por eso digo que Andalucía, sobre todo la occidental, tenemos una vinculación muy grande con nuestras tradiciones, con nuestra Semana Santa, con nuestras cofradías. Ha sido un canal de devoción de nuestro pueblo y a todos nos han enseñado de pequeños esto y esto nos ayuda a ser sentimentales, nos han ayudado a adelantar a nuestra Iglesia. Dicen que estamos atrasados, pero nos adelantamos, en este mundo de la imagen a tener nuestras imágenes. Por eso no me ha sorprendido porque lo he vivido, lo vivo y me alegra de que aquí esté vivo, se siga viendo y siga teniendo ese protagonismo. Y no sólo a nivel espiritual, de riqueza patrimonial gracias a tanta gente que lo ha estado cuidando, sino que detrás está ese entramado social, que no se ve, pero que está ahí. Habría que hacer una abstracción, pero qué pasaría si se cerraran todos los centros de la Iglesia 24 horas. Una huelga general, sería horrible. No se va a hacer porque el amor a Dios no se puede poner en huelga, pero haciendo una abstracción, qué pasaría si se cerraran todas las cofradías, si todo el entramado que tienen, de atención a los pobres, cultural,...qué pasaría.
—Nadie duda de ese entramado cultural y religioso, pero, al final, lo que se extrapola fuera ¿no es saber si este año hay o no Sábado Santo?
—Sí, pero así es nuestro pueblo. Sobre este asunto, no debo tomar ninguna decisión, habrá que verlo, que estudiarlo. Este año seguro que no porque no me da tiempo, pero habrá que verlo, que sopesar muchas cosas.
—Y la creación de nuevas hermandades...
—Habrá realidades que habrá que ver. Hay otras que dicen que por qué una nueva hermandad, que a los mejor es que usted se integre en otra que ya está, que se puede revitalizar. Estas cosas las veo muy personalizadas. No se trata de decir que no va a haber más hermandades o de decir que todas las hermandades que se pidan se van a hacer. No. habrá que ver lo que es mejor para nuestras hermandades, para la Iglesia, para nuestro católicos. Hay que verlo.
—Hablando de patrimonio, ¿hay intención de seguir en esa línea de recuperación de los templos?
—Sí. Nos guste o no nos guste, una parte del patrimonio de este pueblo es de los católicos y al mismo tiempo el Estado tiene una obligación de buscar el bien común. Y este bien es promover nuestras raíces, de conservar nuestro patrimonio. La Iglesia está abierta a conservarlo y entre todos debemos buscar el bien de todos los ciudadanos.
—¿Hay previsión de incluir algún otro templo?
—Sí, pero no sólo aquí, porque la diócesis no es sólo Jerez y hay que ir construyendo parroquias nuevas. Se va viendo.
—¿Y el Seminario cómo va?
—La casa Sacerdotal ya casi está y habrá que ver qué pasa con el Seminario si seguimos adelante o si lo paramos, en función de las necesidades. A principios de año, como en todas las casas, habrá que hacer las cuentas.
—También está el tema de abrir las iglesias al turismo en colaboración con el Ayuntamiento. Se han dado ya los primeros pasos, pero ¿se va a seguir por esta línea?
—Sí, se buscarán las fórmulas necesarias, porque cuando uno va a un pueblo, a veces, dice qué pena de que esta iglesia no pueda ser disfrutada por todo el mundo. Pero para ello hace falta alguien que controle, que tenga una responsabilidad, pero estamos dispuestos a colaborar, porque eso es bueno para el bien común de la ciudad.
—Cuando llegó decidió prorrogar todos los cargos de la diócesis. Ha pasado un tiempo y ¿va a introducir cambios?
—En líneas generales estoy muy satisfecho. Este año no va a haber ningún cambio y luego me tendré que sentar a ver qué pasa, porque habrá gente que me pida el cambio y habrá gente que puede ser más válida para otras cosas.