(PortaLuz/InfoCatólica) En 1999, el Papa Juan Pablo II destacó en su exhortación Ecclesia in America que los «avances proselitistas de las sectas y de los nuevos grupos religiosos en América no pueden contemplarse con indiferencia». También afirmaba que esto «exige de la Iglesia en este Continente un profundo estudio, que se ha de realizar en cada nación y también a nivel internacional». Sin embargo, más de 25 años después, la respuesta de la Iglesia Católica ante las sectas en América Latina ha disminuido considerablemente, tanto en las referencias oficiales como en los estudios que aborden este fenómeno.
La secularización y otros desafíos han relegado las sectas a un segundo plano, dejando de ser un tema prioritario para los líderes eclesiásticos. La Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) sigue siendo una de las pocas organizaciones dedicadas al estudio y al discernimiento de estos grupos. En este artículo de Portaluz, se presentan datos sobre las sectas más influyentes en América Latina en el año 2023. Las cifras son impactantes y reflejan la magnitud del fenómeno.
Las tres principales sectas de origen cristiano, nacidas en Estados Unidos, han crecido exponencialmente desde sus inicios en el siglo XIX. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los Adventistas del Séptimo Día y los Testigos de Jehová, aunque derivadas del cristianismo, difieren profundamente en sus doctrinas y prácticas. De hecho, la Iglesia Católica no reconoce a estos grupos como cristianos en su totalidad, aunque algunas ramas aceptan a los adventistas.
A nivel mundial, estos tres movimientos suman aproximadamente 14,97 millones de adeptos, de los cuales más de 6,8 millones se encuentran en América Latina. Esto representa el 39,63% de los mormones, el 22,8% de los adventistas y el 33,43% de los testigos de Jehová. América Latina, por lo tanto, se ha convertido en la principal cantera de seguidores para estas sectas, siendo un continente clave para su expansión.
Brasil y México lideran la región en números absolutos, con más de 4 y 3 millones de seguidores, respectivamente. Sin embargo, países como El Salvador, la República Dominicana y Panamá destacan por los altos porcentajes de población involucrada en estos movimientos, superando el 4% de su población en algunos casos. Este fenómeno contrasta con la situación en otros países como Cuba, Colombia, Argentina y Paraguay, donde la presencia de estas sectas es mucho menor.
En comparación con las cifras de Europa, donde el fenómeno sectario suele rondar el 1% de la población, la penetración de estas sectas en América Latina es alarmantemente mayor. España y Portugal, que comparten la herencia cultural con América Latina, presentan cifras mucho menores, lo que hace aún más notorio el impacto en las naciones latinoamericanas.
A pesar de la magnitud del fenómeno sectario, las políticas públicas en América Latina no han reaccionado con la urgencia que el tema requiere. Las administraciones no parecen abordar la expansión de estas sectas de manera eficaz, y la falta de una respuesta pastoral contundente dentro de la Iglesia Católica y otras confesiones religiosas es preocupante. Las cifras siguen aumentando, y el fenómeno sigue sin ser completamente comprendido ni estudiado en su totalidad.