(ElDebate/InfoCatólica) Miguel Ángel Buonarroti siempre ha sido un referente de innovación en el arte, y su obra El Juicio Final, que adorna la Capilla Sixtina, no fue la excepción. La representación de Jesucristo en esta monumental pintura rompió con los cánones tradicionales de la iconografía religiosa de su tiempo. En lugar de retratar al Salvador con los clásicos rasgos judíos, barba ascética y cabello largo propio de las comunidades esenias, Miguel Ángel optó por una visión inspirada en héroes greco-latinos. Este Cristo, musculoso y lleno de energía, combina su divinidad con su papel como juez y Señor de la creación.
La composición de la obra también refleja este dinamismo: los círculos concéntricos y el movimiento pendular del cuadro sugieren un momento de transformación, evocando el torbellino del Juicio Final descrito en el Apocalipsis, en el que el mundo antiguo se desvanece para dar paso a la nueva Jerusalén celestial. Este enfoque rompió paradigmas al enfatizar un concepto renovador y visualmente impactante.
La anatomía como lenguaje artístico
El cuerpo humano ocupa un lugar central en la obra de Miguel Ángel, y El Juicio Final es una muestra clara de su dominio técnico y su pasión por la anatomía. En pleno auge del Renacimiento, el artista florentino llevó al límite la representación del cuerpo, plasmando con inigualable realismo a más de 300 figuras entre santos y pecadores. Este nivel de detalle impresionó tanto como escandalizó a sus contemporáneos, quienes se sintieron perturbados por la desnudez y el movimiento dramático de los personajes.
Sin embargo, es este enfoque innovador el que le aseguró a Miguel Ángel su lugar como uno de los mayores genios de la historia del arte, marcando un antes y un después en la forma de concebir el cuerpo humano como un vehículo de expresión espiritual y artística.
María Magdalena: ¿una figura oculta en la obra?
Entre las muchas figuras que pueblan el fresco, una en particular ha generado un intenso debate. Se trata de una mujer rubia, vestida con un manto dorado, que se encuentra semiescondida detrás de la Cruz. Su mirada perdida y el gesto de besar la Cruz han llevado a la historiadora del arte y restauradora Sara Penco a atribuirle un papel especial en la obra. Según Penco, esta misteriosa figura no sería otra que María Magdalena.
La hipótesis de Penco, presentada recientemente en Roma en su libro «María Magdalena en el Juicio de Miguel Ángel» y recogida por The Times, defiende que esta representación sería una innovación radical del autor. Tradicionalmente, María Magdalena era retratada como una penitente, símbolo del arrepentimiento y la redención. Sin embargo, aquí Miguel Ángel la habría colocado como una figura cercana a Cristo, resaltando su importancia en el relato evangélico.
Un vestuario simbólico
El principal argumento de Penco se basa en el atuendo de la figura: un vestido dorado, un color que históricamente se asociaba a María Magdalena en las representaciones artísticas de la época. Según la historiadora, este detalle, junto con el cabello rubio y la intimidad con la Cruz, refuerza su teoría. Aunque no ha presentado pruebas adicionales, Penco declaró: «Estoy firmemente convencida de que ésta es María Magdalena: la intimidad con la Cruz, el vestido amarillo y el cabello rubio, pero también todo el contexto en el que Miguel Ángel coloca esta figura para subrayar su importancia».
Un enigma sin resolver
Si bien la atribución no ha sido confirmada por otros expertos, la posibilidad de que Miguel Ángel haya incluido a María Magdalena de esta manera refuerza la idea de que su obra es un mosaico de simbolismos y significados profundos. Más allá de los debates, El Juicio Final continúa siendo una fuente inagotable de estudio e inspiración, una obra que trasciende su tiempo para seguir provocando admiración y preguntas en quienes la contemplan.