(InfoCatólica) El Papa Francisco, mediante una carta publicada el 21 de noviembre de 2024, ha puesto de relieve la trascendencia del estudio de la historia de la Iglesia, especialmente en la formación de los futuros sacerdotes y agentes pastorales. En el texto, el Santo Padre plantea que no basta con adquirir un conocimiento cronológico de los eventos más destacados de los veinte siglos de cristianismo. En su lugar, aboga por cultivar una «sensibilidad histórica» que permite comprender profundamente el vínculo entre el pasado y el presente, ayudando a los creyentes a interpretar la realidad social y eclesial de manera más completa.
Francisco explica que «nadie puede saber verdaderamente quién es y qué pretende ser mañana sin nutrir el vínculo que lo une con las generaciones que lo preceden». Para él, este vínculo no solo fortalece la identidad personal, sino también el sentido de comunidad en la Iglesia, facilitando una comprensión más responsable y solidaria de la realidad.
En su carta, el Pontífice señala que el estudio de la historia de la Iglesia debe ser una herramienta para alejarse de visiones idealizadas o triunfalistas de la institución. «El estudio de la historia nos protege del “monofisismo eclesiológico”, es decir, de una concepción demasiado angelical de la Iglesia, de una Iglesia que no es real porque no tiene manchas ni arrugas», subraya Francisco. Según el Papa, amar verdaderamente a la Iglesia implica aceptarla tal como es, con sus luces y sombras, y trabajar para corregir sus errores con humildad y dedicación.
En el contexto actual, marcado por lo que el Papa denomina una «pérdida del sentido de la historia», Francisco advierte sobre los riesgos de caer en narrativas simplistas y de permitir que las ideologías contemporáneas borren o manipulen el pasado. «Hoy se alienta una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero», señala, advirtiendo que esta tendencia cultural fomenta el consumo desmedido y un individualismo vacío que desconecta a las personas de su legado histórico y espiritual.
En relación con la formación de los futuros sacerdotes, el Papa insiste en la importancia de un estudio histórico que no sea meramente cronológico ni apologético. Critica que, con demasiada frecuencia, la historia de la Iglesia se presenta solo como un soporte de la teología, sin una conexión adecuada con la realidad vivida por los fieles a lo largo de los siglos. Además, sugiere que los seminaristas y estudiantes de teología tengan acceso a textos fundamentales como la Carta a Diogneto, la Didaché y las Actas de los mártires, para que puedan formarse a partir de las fuentes originales, libres de prejuicios ideológicos.
Francisco también llama a «hacer historia» con rigor y pasión, destacando que el historiador de la Iglesia tiene la tarea de dar voz a aquellos que no la tuvieron en el pasado, como los pobres, los marginados y los oprimidos. «¿No es quizás un lugar de investigación privilegiado, para el historiador de la Iglesia, el poder sacar a la luz en la medida de lo posible el rostro popular de los últimos?», pregunta, resaltando la importancia de comprender las derrotas y las riquezas humanas y espirituales de estas personas para interpretar mejor los fenómenos de exclusión actuales.
El Santo Padre vincula esta tarea con el martirio, afirmando que «no hay historia de la Iglesia sin martirio» y que, paradójicamente, en los momentos de mayor sufrimiento es cuando la Iglesia alcanza su mayor belleza espiritual. Asimismo, recuerda que la memoria histórica debe incluir tanto los errores como los aciertos, para fomentar una reconciliación auténtica y sincera dentro y fuera de la comunidad eclesial.
En esta línea, Francisco subraya que «la búsqueda de la verdad histórica es necesaria para que la Iglesia pueda iniciar caminos sinceros y eficaces de reconciliación y de paz social». Insiste en que solo desde un reconocimiento honesto del pasado es posible construir un futuro más justo y fraterno.
Para concluir, el Papa rechaza las tendencias actuales de banalizar el estudio y promueve una formación rigurosa, que no se limite a lecturas superficiales o a resúmenes tomados de fuentes no fiables. «El estudio sirve para hacerse preguntas, para no ser anestesiado por la banalidad, para buscar sentido en la vida», afirma. En un mundo que invita constantemente a distraerse y a abandonar la reflexión profunda, el Santo Padre insta a los fieles, y en particular a los futuros sacerdotes, a abrazar el estudio como un acto de fe y de compromiso con la verdad.
La carta, firmada en la memoria de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María, subraya una vez más el esfuerzo del Papa Francisco por revitalizar la enseñanza y la memoria histórica como elementos esenciales en la misión evangelizadora de la Iglesia.