(InfoCatólica) Tras los saludos introductorios de rigor, Mons. Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid, inició su intervención describiendo el momento actual como «un tiempo de crisis estructural y de desafíos inéditos». Afirmó que España enfrenta un deterioro social y político que afecta a todos los ámbitos de la vida, desde la convivencia hasta la organización económica y cultural.
«No basta con diagnósticos técnicos ni con la gestión de los problemas. Debemos afrontar una transformación profunda que devuelva a nuestra sociedad la esperanza y la capacidad de convivir en el respeto y la solidaridad», aseguró.
El arzobispo articuló su análisis en torno a cinco grandes áreas: la demografía, el trabajo, la vivienda, la convivencia política y las recientes inundaciones que devastaron varias regiones del país. En todas ellas, denunció las fracturas y tensiones que debilitan la cohesión social y subrayó la necesidad de un compromiso colectivo para superarlas.
La crisis demográfica: una sociedad en declive
Uno de los principales puntos del discurso fue el análisis de la crisis demográfica en España, que describió como «un invierno prolongado». Mons. Argüello expuso datos alarmantes: en 2022, España registró 329.251 nacimientos frente a 464.417 fallecimientos, lo que arrojó un saldo vegetativo negativo de 135.166 personas. La tasa de fecundidad, de apenas 1,16 hijos por mujer, es una de las más bajas de Europa.
Además, lamentó que el número de matrimonios haya disminuido drásticamente, mientras que el 40% de los matrimonios y el 50% de las uniones de hecho no tienen hijos. «Estamos avanzando hacia una sociedad “amatrimonial”, donde los vínculos familiares se debilitan y la soledad no deseada crece», comentó.
El prelado también denunció que ideologías y modelos de vida promovidos en el ámbito cultural y mediático presentan la maternidad y la familia como obstáculos. «Se ha instalado el mensaje de que tener hijos es una carga, una limitación para el desarrollo personal o incluso un problema para el planeta», indicó. Criticó la falta de políticas públicas que fomenten la natalidad y el apoyo a las familias, situando a España en el último lugar en protección familiar en Europa.
La vivienda: una barrera para la estabilidad
El acceso a la vivienda fue otro de los temas destacados. Mons. Argüello señaló que, aunque España cuenta con más de 26 millones de viviendas, tres millones están vacías y casi cuatro millones son de uso esporádico. «La especulación, el alza de los alquileres y los precios prohibitivos dificultan la formación de hogares estables, especialmente para los jóvenes y las familias con menos recursos», advirtió.
El prelado denunció que estas dinámicas han provocado que el 27% de los hogares sean unipersonales y que cada vez más personas vivan en situaciones de precariedad habitacional, como alquileres por habitación o viviendas sobreocupadas. Además, resaltó que muchas familias no pueden afrontar el coste de una vivienda digna, lo que agrava la desigualdad social y afecta a la cohesión comunitaria.
Trabajo: entre el desempleo y la precariedad
En el ámbito laboral, Mons. Argüello denunció la persistencia de un desempleo estructural que afecta a 2,75 millones de personas, con una tasa de paro juvenil superior al 26 %. También destacó la precariedad laboral, con más de 2,79 millones de personas empleadas a tiempo parcial y una gran cantidad de trabajadores en la economía sumergida.
El arzobispo señaló que las condiciones laborales actuales no solo generan inseguridad económica, sino que también afectan a la salud mental y dificultan la conciliación familiar. «Muchos trabajadores viven en un círculo de inestabilidad que impide proyectos de vida sólidos», afirmó. Sin embargo, también alertó sobre una creciente tendencia entre los jóvenes a rechazar ciertos empleos, motivados por un ideal de autorrealización personal que, según él, refleja un individualismo exacerbado.
La cuestión migratoria: una paradoja social
Mons. Argüello también se refirió al impacto de la migración en la sociedad española, describiéndola como una realidad marcada por paradojas. «Nuestra demografía necesita a los migrantes, pero su llegada genera rechazo en muchos sectores. El mercado laboral los reclama, pero, a menudo, su integración se traduce en la reducción de condiciones dignas de trabajo», afirmó.
El prelado reconoció que los migrantes son esenciales para sostener servicios básicos, como la educación, donde gracias a sus hijos se mantienen abiertas muchas escuelas. Sin embargo, advirtió sobre la formación de guetos y las dificultades reales del multiculturalismo. Mons. Argüello llamó a trabajar por una acogida más justa, promoviendo su regularización y combatiendo las mafias que explotan su vulnerabilidad. «La Iglesia se compromete a acoger, proteger, promover e integrar, convencida de que cada ser humano merece ser tratado con dignidad y fraternidad», subrayó.
Polarización y crisis política
En su análisis de la convivencia política, Mons. Argüello destacó que España vive una «crisis de diálogo y polarización» que afecta a su democracia. Denunció el uso partidista de la historia y la propagación de la «posverdad» como estrategias para mantener o conquistar el poder. «La narrativa de las dos Españas sigue siendo utilizada como arma política, perpetuando un clima de enfrentamiento y división», afirmó.
El prelado hizo un llamamiento a superar estas dinámicas mediante una cultura del diálogo y el encuentro, inspirada en el principio del bien común. Subrayó que la solución no puede recaer únicamente en los partidos políticos, sino que requiere el compromiso activo de la sociedad civil. «Es imprescindible que los ciudadanos participen en la vida política con una actitud constructiva, alejándose de la indiferencia y el desencanto», aseguró.
Inundaciones: un ejemplo de vulnerabilidad y solidaridad
Mons. Argüello también dedicó una parte significativa de su discurso a las recientes inundaciones que asolaron Valencia, Albacete y otras regiones. Recordó a las víctimas fallecidas y expresó su apoyo a las familias afectadas, a la vez que alabó la respuesta solidaria de la población.
«La tragedia nos recuerda nuestra vulnerabilidad y nos invita a ejercer la fraternidad con quienes sufren. La solidaridad que hemos visto en estos días es una muestra de la bondad que anida en el corazón humano», afirmó.
Sin embargo, el prelado advirtió contra la tentación de buscar culpables inmediatos y simplistas. «Debemos reflexionar sobre las causas profundas, incluyendo nuestro impacto en el medio ambiente y las formas en que organizamos nuestras ciudades y territorios», añadió.
Una respuesta desde la esperanza cristiana
El arzobispo cerró su intervención con un mensaje de esperanza, llamando a construir una sociedad más justa y solidaria desde una perspectiva de fe. Citó al papa Francisco para destacar que la esperanza «no es un simple optimismo, sino la certeza de que, con la fuerza del amor, podemos transformar la realidad».
Mons. Argüello instó a los presentes a trabajar unidos, tanto desde la Iglesia como desde la sociedad, para superar los desafíos actuales. «La construcción de un mundo más humano y fraterno es posible si cada uno de nosotros se compromete a ser testigo de la esperanza», concluyó.