(Religión en Libertad/InfoCatólica) Con motivo de la jornada del Domund, José María Carrera entrevistó para ReL a don Alexis, sacerdote que dirige en Gabón una de las dos misiones del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote. Aprovechando su paso por Madrid con motivo del XXX aniversario de presencia del Instituto en España recordó su paso por el país, su vocación y su labor en la misión.
El Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote (ICRSS) es una Sociedad de vida apostólica de derecho pontificio que tiene como parte integral del carisma del instituto el uso de la liturgia tradicional. Presente en África, Europa y Estados Unidos, en España desarrolla su labor pastoral en la iglesia de Nuestra Señora de la Paz de la calle O'Donnell.
África
En términos absolutos, la república centroafricana de Gabón cuenta con una Iglesia consolidada. Aunque la evangelización comenzó con los misioneros portugueses e italianos en los siglos XVI y XVII, el gran impulso llegó hace 180 años con la llegada de misioneros franceses como los Padres de la Congregación del Espíritu Santo -los Espiritanos-.
Desde que su iniciaron su presencia en 1844, el Señor se sirvió de su labor para extender una rápida labor evangelizadora con la que pronto la religión católica se convirtió en la profesión mayoritaria en el país. Se calcula que en torno al 55% de sus casi 2,3 millones de habitantes son católicos.
Pero más allá de los números, la realidad de la Iglesia en Gabón puede ser muy distinta en función de la propia práctica religiosa, de la misma localización e incluso ante su relación con otros fenómenos religiosos, como el incremento de sectas y congregaciones protestantes o de creencias animistas.
Quizá el Bwiti sea una muestra significativa de ello. Es una de las creencias chamánicas y sincretistas más populares, surgida en torno a un psicodélico autóctono «de moda» en Occidente, la iboga, que ha hecho del país un destino «turístico» mundial para su consumo. Se calcula que un 5% de los 2,3 millones de ciudadanos del país lo practican y muchos más lo consumen al margen del rito.
Aunque no es algo habitual, también hay una considerable práctica de sacrificios humanos, que la Asociación para la lucha contra los asesinatos rituales cifra en torno al centenar de víctimas anuales.
La dispersión étnica del país tampoco ayuda a la cohesión. Se calcula que en Gabón conviven hasta 40 etnias diferentes agrupadas en clanes y tribus. Las mayoritarias son la Fang, la Shira-punu y la Nzabi-duma.
15 años de sacerdocio: de Francia a España y Gabón
Desde hace tres años, el sacerdote Alexis Rouquayrol dirige en Gabón una de las dos misiones del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote, que en su historia reciente ha sufrido los complejos avatares políticos de toda la zona.
A principios de septiembre, el sacerdote misionero visitó a los fieles de Madrid, su anterior destino, para celebrar el decimoquinto aniversario de su ordenación sacerdotal, culminando con la celebración de la misa y posterior encuentro en la iglesia de Nuestra Señora de la Paz. Con motivo de su visita y la celebración este 20 de octubre del Domingo mundial de las misiones, Rouquayrol habló con Religión en Libertad sobre los retos de la evangelización de Gabón, de su propia vocación o de la importancia para los fieles de la conocida como «misa tradicional», siendo a su juicio un elemento de integración en un país dividido en múltiples órdenes.
Era su segunda visita a la ciudad este año. Hace unos meses pudo estar presente en la celebración del aniversario de los treinta años de presencia del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote en España, que contaron con diversos actos culturales y terminó con una Misa Solemne celebrada por el Prior General del Instituto, Monseñor Gilles Wach, y presidida por el Cardenal Antonio María Rouco Varela en la Colegiata de San Isidro de Madrid.
Allí don Alexis pudo comprobar el crecimiento y consolidación de las labores pastorales desarrolladas en la iglesia de Nuestra Señora de la Paz. El número de fieles que acuden a diario y los fines de semana a la Santa Misa ha aumentado significativamente, especialmente el número de jóvenes. Es normal «no caber» en las cuatro misas dominicales y las tres diarias que se celebran.
Las actividades sacramentales, pastorales y caritativas están plenamente integradas con naturalidad en la archidiócesis madrileña. La disponibilidad de los sacerdotes del Instituto facilita las confesiones o la formación prematrimonial de jóvenes.
El templo, muy reconocible como iglesia está situado muy cercano a varios hospitales, por lo que no resulta infrecuente poder acompañar espiritualmente y mostrar cercanía a las personas que se acercan.
Música, belleza y una JMJ, el camino al sacerdocio
Don Alexis, criado en una familia católica, de 43 años, cuenta que su vocación se encuentra estrechamente ligada a la misa tradicional que conoció de niño, junto a sus abuelos, y en la que profundizó durante sus estudios musicales durante una década en una escolanía de Bourges, en pleno centro de Francia. Descubrir «el significado del culto, la importancia de la música, de la belleza, de la arquitectura y del esfuerzo» fueron cruciales para su vocación que creció durante sus estudios en la universidad.
Conforme fortalecía su fe, ahora en la diócesis de Versalles, se involucró en la organización de campamentos y apostolados en su parroquia cuando conoció al Instituto que ahora pertenece. Su vocación llegaría poco después, tras acudir a la Jornada Mundial de la Juventud en Roma y peregrinar al santuario de Fátima.
Su llegada a Madrid no cambió mucho su dedicación. Rouquayrol impulsó y acompañó numerosas peregrinaciones de jóvenes, ya fuesen en España a Santiago o Covadonga, o uniéndose a la icónica y multitudinaria marcha francesa de París-Chartres.
Aprovechando su preparación musical, comenzó a formar a los fieles de la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz y erigió el coro Nuestra Señora de Fátima, que continúa acompañando las celebraciones litúrgicas años después de su nuevo destino.
Familia, emotivismo y sectas, los retos de la evangelización en Gabón
Este sería anunciado en 2021, cuando le encomendaron la dirección la misión de Santa Teresita del Niño Jesús en Gabón, alma máter del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote, fundado por los sacerdotes Gilles Wach y Philippe Mora en 1990. [Se puede seguir la actualidad de la misión a través de las redes sociales del Instituto en Gabón].
Cuenta que, aunque la fe católica es ampliamente aceptada, todavía no se ha logrado implementar en todos los aspectos de la cultura, especialmente en lo que toca a la familia.
«Hay muchos niños que crecen fuera del ámbito familiar, de la familia nuclear de padres e hijos. Eso afecta a la construcción de los niños y eso debilita mucho la transmisión de la fe», comenta.
También se refiere a una disminución progresiva de la influencia de la Iglesia, al tiempo que se incrementan las sectas y doctrinas protestantes.
El fenómeno, uno de los principales retos en la evangelización de Gabón, se ve agravado por la «atracción del emotivismo y del `milagro´». «La gente siempre quiere [ver] cosas espectaculares, el show, lo increíble, pero eso es lo contrario a la vida de los sacramentos, que es normal, ordinaria, y en la que lo sobrenatural se esconde. El milagro de la misa, de la comunión, la confesión… Todos esos son actos espectaculares, pero escondidos», comenta.
Un territorio amplio: 2000 fieles por sacerdote, y dispersos
Entre otros factores, menciona la dispersión de los religiosos.
La misión se encuentra en la diócesis de Mouila, una de las seis en que se divide el país. Según cifras de Catholic Hierarchy, esta se extiende a lo largo de casi 60.000 kilómetros cuadrados, agrupa a 52.000 católicos y los sacerdotes no llegan a los 30, lo que resulta en cerca de 2.000 fieles al cargo de cada sacerdote. La diferencia se comprende al conocer que Mouila es dieciséis veces el tamaño de su anterior destino, Madrid, donde los católicos por sacerdote se reducen considerablemente, a algo más de 1.300.
Las formas de abordar la evangelización o la labor sacerdotal también cambian. En Francia o Madrid, el sacerdote centraba su labor en el fomento de la vida espiritual y el crecimiento en la práctica sacramental, pero en Gabón el panorama es distinto. A ello, el misionero debe agregar ahora una necesaria labor social, educativa e incluso laboral, que por el momento se plasma en la propia misión, en un internado y un colegio, el San Francisco de Sales.
Protestantes y animistas en un colegio católico: los motivos
No son pocos los que colaboran desde España y otros lugares con el desarrollo de ambos proyectos, también apadrinando niños o con donativos concretos. Las solicitudes de ingreso al colegio son abundantes y las conversiones y bautismos que se dan en el entorno y la escuela ascienden a unos 15 niños cada año, a los que se suman unos 4 o 5 familiares y adultos anualmente.
El sacerdote lo achaca a la misión «cuasiparroquial» y social que el Instituto Cristo Rey tiene especialmente en Gabón: solo el 40% de los alumnos del colegio son católicos, pero el programa evangelizador se dirige al conjunto de niños y niñas.
¿Por qué un protestante o un animista llevaría a sus hijos a un colegio marcado por la fidelidad a la Iglesia y la liturgia tradicional? En su opinión, la enseñanza es uno de los principales motivos, pero también se agregan factores como los pocos alumnos por cada aula, unos 25, comparados a las escuelas públicas, donde hay 70. También influyen otros aspectos, como el transporte de los alumnos a sus hogares. Algo que para los padres supone una seguridad, especialmente en un país donde la explotación laboral o sexual de menores o el tráfico y la trata es un riesgo real.
«Muchas familias eligen el colegio sin ser practicantes ni católicos. Es por eso que cada año, muchas familias descubren la fe o vuelven a la práctica religiosa a través de los niños. Por eso estamos muy contentos de bautizar a entre 12 y 15 cada año», celebra.
Gabón vs Europa
Más allá de lo social, Rouquayrol también observa que las liturgias dominicales, marcadas en sus parroquias por la misa tradicional -el sacerdote ad orientem o de cara al sagrario, en latín, muchas partes en silencio, etc.- cuentan con numerosos fieles que buscan en la misa «devoción, reverencia y solemnidad». Muchos de los gaboneses que asisten al misa en latín, lo ven como en el lenguaje de su madre, la Iglesia en su dimensión universal, por encima de los aspectos tribales que tanto dividen a las sociedades africanas.
Por su experiencia en Madrid y Francia y un entorno tan distinto como el de Gabón, el misionero aventura a explicar las diferentes motivaciones de los fieles.
En el caso de los europeos, observa que parte de ese acercamiento a la liturgia tradicional puede deberse a las «muchas heridas culturales» de Occidente, como puede ser «el ataque a la familia, a las certezas inamovibles que necesita una persona para construir su vida o la pérdida de lo que todos podíamos dar por hecho con crisis como la del covid». Son solo algunos de los motivos a los que el sacerdote achaca la consolidación de esta misa en grandes ciudades, celebrando el notable incremento del número de fieles, familias y jóvenes que acuden a la iglesia de Nuestra Señora de la Paz en la calle O'Donnell.
Unas razones muy distintas a las que pueden estar presentes entre los fieles de Gabón, donde el emotivismo y el protestantismo está muy asentado. «Más todavía que en Europa», subraya. En su opinión, «lo tradicional» no es mayoritario en el país centroafricano, pero sí es palpable «un deseo de espiritualidad más profunda».
En Gabón, dice, «la gente es mucho más sencilla y para ellos lo importante es si les acerca a Dios».
El latín, factor de cohesión entre etnias y tribus
Lo que sin lugar a dudas influye enormemente es a su juicio la búsqueda de unidad y cohesión, teniendo en cuenta que hay unas 40 etnias y 50 dialectos en todo el país africano.
A través del latín, concluye, «los fieles se sienten unidos. Por sus dialectos y por la unidad de la Iglesia, para ellos tiene mucho más sentido que se rece en latín. Antes, la Iglesia hizo que se pudiesen mezclar las distintas etnias. Pero conforme baja su influencia, también vuelve el tribalismo. Hay conflictos tribales, hay Punu, Fang, Nzabi… y el latín es un signo visible de que son una familia, les ayuda a superar la cultura tribal. Para ellos, es una lengua que no pertenece a nadie y muestra que su madre, la Iglesia, lo es de todos».