(InfoCatólica) Gregorio Luri, filósofo, pedagogo y ensayista, ha participado en el EncuentroMadrid, organizado en octubre por Comunión y Liberación, y ha tenido la amabilidad de responder a las preguntas de InfoCatólica. Recientemente ha publicado un libro titulado Prohibido repetir: una propuesta apasionada para salvar la escuela.
Usted dijo en una ocasión que lo primero que tenían que hacer los padres para educar a sus hijos era quererse entre sí. ¿Se podría decir, entonces, que la omnipresencia del divorcio y las relaciones de pareja temporales en nuestra sociedad casi necesariamente tiene que deseducar?
Yo lo que sé es que el amor es un magnífico refugio contra la inclemencia. El que llega al mundo y es recibido por un regazo cálido tiene mucho que agradecer. Cuando hablo de la experiencia del amor mutuo de los padres estoy pensando en dos personas adultas que se aman conociendo cada uno los defectos del otro y que hacen de su amor, espontáneamente, sin proponérselo conscientemente, una lección de vida para sus hijos. ¿Y encontrar a alguien que te ame así no es disponer de un comodín en la vida?
Una de las cosas en las que suele insistir, en particular en su último libro, es en la necesidad de repetir las cosas importantes para educar. ¿Van juntas tradición, en el sentido de la transmisión de las cosas importantes, y educación?
En mi opinión el mayor conservador del siglo XX fue Picasso, porque siempre estuvo dispuesto a recibir la influencia de los artistas que lo precedieron, pero no para copiarlos, sino para hacer con ellos algo nuevo. En Picasso la tradición resucita renovada en cada cuadro. Y ahora una imagen de la apicultura: Lo importante no es el polen que recogemos, sino la miel que hacemos con él. Y, efectivamente, cuanto mejor sea el polen de más calidad será la miel.
Usted se denomina orgullosamente conservador y tiene otro libro titulado La imaginación conservadora. Es obvio que el conservadurismo conserva, pero ¿qué es lo que conserva?
El conservador no es el guardián de un museo, sino el guardián de una maternidad. Sabe en qué corriente de sentido vive y aprovecha su inercia para orientarse, no para limitarse. Vivimos en mundos de segunda mano que no hay que parar de adecentar al mismo tiempo que no hay que parar de agradecer el hecho de que dispongamos un mundo que nos ha sido dejado en herencia.
Entonces, ¿no está de acuerdo con la famosa frase de Chesterton, “los progresistas se dedican a seguir cometiendo errores; los conservadores a evitar que esos errores se corrijan”?
A mi modo de ver la diferencia fundamental entre progresistas y conservadores ha radicado en que los primeros creen más en la historia que en la moral y los segundos, más en la moral que en la historia. Hablo en pasado porque hoy el progresismo vive la inaudita experiencia de tener miedo al futuro.
También dijo una vez que hay expertos en educación que parece que no han visto un niño en su vida. ¿Se entiende de forma distinta la educación cuando se tienen hijos y nietos?
Sin duda entiendes mejor por qué, tanto en la sociedad, como en la familia o en la escuela, para que las cosas vayan razonablemente bien, alguien ha de resignarse a hacer de adulto.
¿Y la filosofía? ¿Un padre o un abuelo la enfocan de forma distinta?
La experiencia cotidiana sí la enfocan de manera muy distinta, pero a la filosofía le interesa muy poco la sociología del saber.
Durante milenios, Dios ha sido un aspecto fundamental tanto de la educación como de la filosofía. Hoy en cambio parece que se prescinde de ese tema por sistema. ¿No es eso un gran empobrecimiento de ambas?
Sospecho que Dios es aquello de lo que no te atreves a reírte y, en este sentido solo las hienas que, por lo visto, se ríen de todo, son ateas. Añadiré que llamamos mundo aquello que nuestros dioses nos entregan a cambio de la fe que depositamos en ellos. Si quieres saber en qué cree alguien, no te dejes guiar por lo que dice, sino por la manera como vive. Los que se han empobrecido son nuestros dioses.
