(Aica/InfoCatólica) El Papa Francisco presidió ayer domingo 20 de octubre, en la plaza de San Pedro, la misa con rito de canonización de 14 beatos: beato Giuseppe Allamano, fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata; sor Elena Guerra, fundadora de la congregación de las hermanas Oblatas del Espíritu Santo; sor Marie Léonie Paradis, fundadora de la Santa Famiglia, junto con once mártires de Damasco asesinados en 1860, Manuel Ruiz López y siete compañeros, y Francisco Mooti y Rafael Massabki, fieles laicos maronitas.
El Pontífice recordó en la homilía que «a lo largo de la agitada historia de la humanidad, ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y en la alegría, como el hermano Manuel Ruiz López y sus compañeros. Son sacerdotes y consagradas fervientes de pasión misionera, como el Padre José Allamano, sor María Leonia Paradis y sor Elena Guerra».
Francisco recordó además que estos nuevos santos vivieron «según el estilo de Jesús, que es el servicio». «La fe y el apostolado que llevaron a cabo no alimentaron en ellos deseos mundanos ni ansias de poder, sino que, por el contrario, se hicieron servidores de sus hermanos, creativos para hacer el bien, firmes en las dificultades, generosos hasta el final».
«Jesús —dijo— nos ayuda a pensar no según los criterios del mundo, sino conforme al estilo de Dios, que se hace el último para que los últimos sean enaltecidos y lleguen a ser los primeros».
El Santo Padre se refirió también a la narrativa evangélica que relata cuando los discípulos Santiago y Juan le pedían a Jesús que les concediera sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda en su gloria. Esta petición revela su deseo de poder y la respuesta de Jesús subraya la importancia del servicio.
«A su derecha y a su izquierda habrá dos ladrones, crucificados como Él en la cruz y no acomodados en los tronos del poder. El vencedor no es el que domina, sino el que sirve por amor», subrayó Francisco, quien aseguró además que «Jesús les revela que Él no es el Mesías que ellos piensan, sino el Dios del amor, que se abaja para alcanzar a los humildes; que se hace débil para levantar a los débiles; que trabaja por la paz y no por la guerra; que vino para servir y no para ser servido».
Aprender a servir y continuar la obra de Jesús en el mundo
En otro de los pasajes de su prédica, el obispo de Roma explicó que, al igual que los discípulos y los nuevos 14 santos, «también nosotros podemos aprender el estilo de Dios que es el servicio. ¿Cómo? Siguiéndolo a Él, caminando tras sus huellas y acogiendo el don de su amor que transforma nuestra manera de pensar».
«Debemos anhelar el servicio, no el poder, pues el servicio es el estilo de vida cristiano», dijo el Papa, afirmando también que «no se trata de una lista de cosas por hacer, como si, una vez hechas, pudiéramos considerar que nuestro turno terminó; quien sirve con amor no dice: "ahora le tocará a otro". Este es un modo de pensar como empleados, no como testigos».
Antes de concluir la homilía, rememoró que el servicio «nace del amor» y el amor «no conoce fronteras, no hace cálculos, se consume y se da». «De hecho —enfatizó— cuando aprendemos a servir, cada gesto de atención y cuidado, cada expresión de ternura, cada obra de misericordia, se convierten en un reflejo del amor de Dios. Y así continuamos la obra de Jesús en el mundo»