(Die Tagespot/InfoCatólica) En una entrevista concedida a Die Tagespost, Mons. Erik Varden, obispo de Trondheim (Noruega) y recientemente elegido presidente de la Conferencia Episcopal Nórdica, ofrece una profunda reflexión sobre la misión de la Iglesia, las reformas y el papel esencial del cristianismo en el mundo contemporáneo. Varden insiste en que la misión debe entenderse como un «envío» que compromete a cada cristiano. «La misión es esencialmente un envío», explica el obispo, quien subraya que cada fiel, al final de cada celebración eucarística, recibe el mandato de llevar el mensaje de Cristo al mundo. «Si tomamos en serio el "Ite missa est", somos todos misioneros», añade.
El obispo recuerda cómo su percepción de la misión ha cambiado con el tiempo, pasando de una visión inicial un tanto crítica a una comprensión más profunda y espiritual. Evoca una anécdota de su infancia en la que una familia de su pueblo conducía un coche con la frase "Jesús es el Señor" en el lateral, un tipo de evangelización que le parecía poco atractiva. Sin embargo, su perspectiva comienza a transformarse al escuchar y cantar el Mesías de Händel. «El pensamiento de que el Evangelio es tan valioso que embellece incluso los pies de quienes lo llevan me cautiva», comenta. Para Varden, la misión no es un simple proselitismo, sino una invitación a ser portadores de consuelo y belleza.
Respecto al debate sobre las reformas dentro de la Iglesia, Varden reconoce que las estructuras tienen un papel importante, pero advierte sobre los riesgos de poner demasiado énfasis en ellas. «Las estructuras pueden impulsar o frenar la misión», señala, reflexionando sobre las experiencias de las comunidades monásticas que intentaron liberarse de reglas estrictas en los años setenta. Según el obispo, aunque estas iniciativas nacieron de un deseo de autenticidad, muchas terminaron redescubriendo la necesidad de un marco estable para seguir siendo fieles al Evangelio. «Descubres que ciertas reglas y estructuras son auténticamente evangélicas y no necesariamente contrarias al Espíritu», afirma.
Varden defiende que las reformas deben orientarse hacia una conformidad más plena con Cristo. Para ilustrar esto, se refiere a la Regla de San Benito como una guía clave para cualquier proceso de reforma espiritual. «Las reformas deben llevarnos a conformarnos más plenamente a la forma de Cristo», insiste, subrayando que las verdaderas reformas no se centran en la mera reorganización estructural, sino en una conversión profunda del corazón.
En cuanto a la próxima Asamblea del Sínodo de los Obispos en octubre, Varden expresa su esperanza de que sea un evento que impulse la «renovación y conversión cristiana». Para el obispo, la Iglesia debe estar a la altura del ideal establecido por el Concilio Vaticano II, que la presenta como «germen indestructible de unidad, esperanza y salvación». En este sentido, el obispo confía en que la sinodalidad pueda fortalecer el papel de la Iglesia como testigo del Evangelio en el mundo actual, siempre en unidad con el sucesor de Pedro.
Al reflexionar sobre lo que los católicos en Alemania podrían aprender de la experiencia de la Iglesia en Escandinavia, Varden es cauteloso. «Sería absurdo y arrogante presentarnos como maestros de alguien», afirma, sugiriendo que, en lugar de intentar enseñar, los católicos deberían centrarse en aprender a vivir plenamente su fe y a ser verdaderamente humanos. «Lo más importante es animarnos unos a otros, en el nombre de Cristo, hacia todo lo bueno», destaca, citando una máxima de San Benito sobre la importancia de la mutua edificación dentro de la comunidad.
Finalmente, el obispo Varden comparte algunas figuras que considera inspiradoras para su vida y ministerio, entre las que destacan Santa Edith Stein, el obispo Clemens August von Galen y el siervo de Dios Jérôme Lejeune. De cada uno de ellos admira su valentía y fidelidad a la verdad, especialmente en contextos de adversidad. También menciona al obispo griego-ortodoxo Meletios Kalamaras, de quien cita la frase: «El antropocentrismo mata a la Iglesia», recordando la necesidad de que la Iglesia esté siempre centrada en Dios y no en los intereses humanos.
Varden concluye la entrevista con una reflexión sobre el desafío de la santidad, citando a la escritora Ida Friederike Görres: «Siempre, en todo tiempo, la Iglesia terrenal está en contradicción con su verdadero y propio ser». Para el obispo, esta tensión es una llamada constante a la conversión y la renovación. «La pregunta es: ¿Estoy dispuesto a aceptar el imperativo de la santidad?», concluye, invitando a los fieles a no perder nunca la esperanza en la misericordia de Dios.