(InfoCatólica) «Pienso en ustedes y rezo por ustedes. Deseo llegar hasta ustedes en este día triste», comienza diciendo el Santo Padre en su carta, haciendo referencia al conflicto que desde hace un año ha sembrado aún más sufrimiento en la región. El Papa lamenta que «estalló la mecha del odio; no se ha apagado, sino que ha explotado en una espiral de violencia, en la vergonzosa incapacidad de la comunidad internacional y de los países más poderosos para silenciar las armas y poner fin a la tragedia de la guerra».
El Papa hace una observación dolorosa sobre la realidad que viven millones de personas en Oriente Medio:
«La sangre corre, al igual que las lágrimas; la rabia aumenta, junto con el deseo de venganza, mientras parece que a pocos les interesa lo que más se necesita y lo que la gente quiere: diálogo, paz».
En este sentido, Francisco subraya una vez más la necesidad de evitar la guerra:
«No me canso de repetir que la guerra es una derrota, que las armas no construyen el futuro, sino que lo destruyen, que la violencia nunca trae paz».
A lo largo de su mensaje, el Pontífice dirige un especial agradecimiento a los cristianos que, pese a las adversidades, siguen manteniéndose firmes en su tierra:
«Ustedes, hermanos y hermanas en Cristo que habitan en los lugares de los que más hablan las Escrituras, son un pequeño rebaño indefenso, sediento de paz. Gracias por lo que son, gracias porque quieren permanecer en sus tierras, gracias porque saben rezar y amar a pesar de todo».
Usando una metáfora, Francisco compara su fe y resistencia con una semilla que, aunque enterrada bajo la tierra, «siempre sabe encontrar el camino hacia arriba, hacia la luz, para dar fruto y dar vida».
El Papa reconoce el sufrimiento que padecen, pero también destaca la fortaleza espiritual de los católicos de la región:
«No se dejan devorar por la oscuridad que los rodea, sino que, plantados en sus tierras sagradas, se convierten en brotes de esperanza, porque la luz de la fe los lleva a testimoniar el amor mientras se habla de odio, el encuentro mientras prolifera el conflicto, la unidad mientras todo se inclina hacia la confrontación».
En su carta, Francisco subraya igualmente la importancia de la oración y el ayuno como herramientas para combatir el mal: «Los hombres hoy no saben encontrar la paz y nosotros, los cristianos, no debemos cansarnos de pedirla a Dios». Por ello, el Papa invita a toda la Iglesia a participar en una jornada de oración y ayuno, recordando que «la oración y el ayuno son las armas del amor que cambian la historia, las armas que vencen a nuestro único verdadero enemigo: el espíritu del mal que fomenta la guerra, porque es "homicida desde el principio", "mentiroso y padre de la mentira"».
El Santo Padre expresa su cercanía no solo a los católicos, sino a todas las víctimas de la guerra, independientemente de su fe:
«Tengo en el corazón algo que quiero decirles a ustedes, hermanos y hermanas, pero también a todos los hombres y mujeres de todas las confesiones y religiones que en Oriente Medio sufren por la locura de la guerra: estoy cerca de ustedes, estoy con ustedes».
Y agrega:
«Estoy con ustedes, habitantes de Gaza, torturados y agotados, que están cada día en mis pensamientos y oraciones».
El Papa se dirige además a aquellos que han perdido sus hogares y a las madres que han visto morir a sus hijos:
«Estoy con ustedes, forzados a dejar sus hogares, a abandonar la escuela y el trabajo, a vagar en busca de un destino para escapar de las bombas. Estoy con ustedes, madres que derraman lágrimas al ver a sus hijos muertos o heridos, como María al ver a Jesús».
El Papa reconoce el sufrimiento de los más pequeños, mencionando que muchos niños se ven privados de su infancia debido a los conflictos bélicos:
«Estoy con ustedes, pequeños que habitan las grandes tierras de Oriente Medio, donde las tramas de los poderosos les arrebatan el derecho a jugar».
Asimismo, denuncia la violencia que proviene del cielo:
«Estoy con ustedes, que tienen miedo de levantar la mirada al cielo, porque del cielo llueve fuego».
Francisco hace hincapié en la indiferencia de quienes, lejos del conflicto, deciden sobre el destino de aquellos que sufren:
«Estoy con ustedes, que no tienen voz, porque se habla mucho de planes y estrategias, pero poco de la situación concreta de quienes sufren la guerra, que los poderosos hacen que otros luchen; sobre ellos, sin embargo, pesa el juicio inflexible de Dios».
Agradeciendo a quienes perseveran en la fe y en la búsqueda de la paz, el Papa destaca el ejemplo que dan al mundo:
«Gracias a ustedes, hijos de la paz, porque consuelan el corazón de Dios, herido por el mal del hombre».
Además, da las gracias a aquellos que, desde distintos rincones del mundo, prestan ayuda a los afectados por la guerra:
«Gracias a aquellos que, en todo el mundo, los ayudan; a ellos, que cuidan en ustedes a Cristo hambriento, enfermo, extranjero, abandonado, pobre y necesitado, les pido que continúen haciéndolo con generosidad».
El Santo Padre ha dirigido también unas palabras a los obispos y sacerdotes de la región, instándolos a seguir trabajando por sus comunidades y recordándoles la importancia de la unidad:
«Les ruego que miren al pueblo santo que están llamados a servir y se dejen tocar el corazón, dejando, por amor a sus fieles, toda división y ambición».
La carta concluye con una bendición, donde el Papa implora la protección de la Virgen María y de San José para los católicos de Oriente Medio, asegurándoles su oración constante:
«Hermanos y hermanas en Jesús, los bendigo y los abrazo con afecto, de corazón. Que la Virgen María, Reina de la paz, los custodie. Que San José, Patrono de la Iglesia, los proteja».