(InfoCatólica) El pasado 25 de septiembre se hizo pública la decisión del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica de expulsar a diez miembros del Sodalitium Christianae Vitae, entre ellos Mons. José Antonio Eguren Anselmi, arzobispo emérito de Piura (Perú). En una carta dirigida a sus «hermanos y amigos en el Señor», el prelado ha expresado su profunda tristeza ante esta decisión, la cual acata en obediencia,destacando que se produce en el año en que celebraba sus 50 años de pertenencia a dicha comunidad.
Mons. Eguren manifiesta su cercanía espiritual con los otros expulsados y agradece a los sodálites su apoyo y oraciones en este momento difícil. Afirma que, a lo largo de su vida como sodálite, sacerdote y obispo, su único objetivo ha sido amar y servir a la Iglesia, y confía en que la verdad sobre los hechos de su caso, que según él no han sido conocidos en su totalidad, saldrá a la luz, permitiendo reconsiderar la decisión.
El arzobispo también agradece las numerosas muestras de solidaridad recibidas, destacando el apoyo de sus compañeros obispos y de los fieles de la archidiócesis de Piura y Tumbes. Subraya que siempre ha actuado con integridad y rectitud en su trayectoria pastoral de casi dos décadas en la archidiócesis.
En cuanto a las acusaciones en su contra, Mons. Eguren aclara que nunca se le informó de manera precisa sobre los cargos, salvo uno que, asegura, pudo desmentir. También niega estar implicado en ningún tipo de abuso o actividades ilícitas, como la imputación periodística que lo vinculaba con un supuesto tráfico de tierras en Piura, la cual ya ha sido desmentida por abogados y expertos.
Además, lamenta la manera en que se ha comunicado su expulsión, atribuyendo a todos los afectados actos gravísimos sin mayor precisión, lo que considera una injuria que daña su reputación y la de los otros expulsados.
Finalmente, Mons. Eguren reafirma su compromiso de servicio eclesial y pide oraciones para afrontar los nuevos desafíos que se presenten en su vida. Concluye la carta encomendando a todos sus fieles en sus oraciones y solicitando que no dejen de rezar por el Papa Francisco.