(Vatican.news/InfoCatólica) Parolin dejó clara la postura de la Santa Sede sobre los términos «salud sexual y reproductiva» y «derechos reproductivos», que a menudo se incluyen en documentos de las Naciones Unidas para abordar cuestiones como la planificación familiar y el acceso a servicios de salud relacionados con la sexualidad y la reproducción.
El Vaticano tiene una visión diferente a la habitual sobre el significado y la implicación de estos términos. Según el cardenal, la Santa Sede considera que la salud reproductiva debe entenderse desde un enfoque integral que abarque a la persona en su totalidad, tanto en su dimensión física como mental y emocional. Esta concepción, explicó, debe centrarse en la maduración personal y en la toma de decisiones dentro del contexto del amor y la sexualidad matrimonial entre un hombre y una mujer, conforme a los principios morales de la Iglesia Católica.
Parolin subrayó enfáticamente que la Santa Sede no considera el aborto, ni el acceso al aborto o a métodos abortivos, como parte de estos derechos reproductivos. Para el Vaticano, la defensa de la vida desde la concepción es un principio no negociable, por lo que cualquier intento de incluir el aborto dentro de las definiciones de salud sexual y reproductiva es inaceptable. Esta postura refleja la resistencia histórica de la Iglesia a aceptar el aborto como un derecho, tanto en foros internacionales como en el ámbito de la política interna de los países.
El secretario de Estado también dedicó parte de su discurso a la cuestión del género, otro tema controvertido en los debates internacionales. En este sentido, reafirmó la posición del Vaticano, que entiende el concepto de género como una realidad basada en la identidad biológica, es decir, hombre o mujer. El cardenal criticó lo que consideró una creciente tendencia a desvincular el género del sexo biológico, señalando que esta perspectiva va en contra de la visión de la Iglesia sobre la naturaleza humana. En palabras de Parolin, la Santa Sede defiende que la identidad sexual está anclada en la biología y que cualquier intento de reconfigurar el género sobre una base distinta socava tanto la dignidad humana como el orden natural establecido.
En su intervención, Parolin expresó su preocupación por lo que consideró una confusión creciente en el uso del término «género» en los documentos internacionales, que cada vez más incluyen definiciones que permiten una interpretación flexible y subjetiva de la identidad de género. Para la Santa Sede, este enfoque pone en riesgo los valores fundamentales sobre los que se asienta la familia y la sociedad, al tiempo que distorsiona la comprensión tradicional de los roles y responsabilidades de hombres y mujeres.
El cardenal también quiso dejar claro que la Iglesia no se opone al desarrollo de los derechos humanos, pero sí a las interpretaciones que considera contrarias a la dignidad de la persona y a la moral natural. A este respecto, insistió en que los derechos reproductivos no deben ser entendidos como un derecho al aborto, sino como un marco que favorezca la plenitud de la persona, la responsabilidad en la vida sexual y la apertura a la vida en el contexto del matrimonio. Según Parolin, estos principios son fundamentales para el desarrollo humano integral, concepto central en la visión de la Iglesia sobre el progreso social y económico.
A lo largo de su intervención, el secretario de Estado del Vaticano reiteró la importancia del diálogo y la cooperación internacional para abordar los grandes desafíos globales, pero también insistió en que este diálogo debe estar basado en el respeto a la dignidad humana y en principios morales sólidos. Señaló que la paz y la justicia solo se pueden alcanzar si se respetan los valores esenciales que garantizan el bienestar de las personas y las comunidades, y alertó sobre el peligro de erosionar estos valores en nombre de ideologías o interpretaciones que, a juicio de la Santa Sede, son contrarias a la verdad del ser humano.
Por otro lado, Parolin también se refirió al contexto general en el que se desarrolla esta cumbre de la ONU, subrayando la crisis del multilateralismo y la creciente desconfianza entre las naciones. En este sentido, destacó que cualquier futuro de paz y prosperidad debe estar basado en la cooperación sincera entre los estados y en un compromiso genuino con el desarrollo sostenible y la justicia social. Sin embargo, dejó claro que para la Iglesia, el desarrollo no puede entenderse únicamente en términos económicos o tecnológicos, sino que debe incluir una visión integral que respete tanto la vida como la dignidad de la persona en todas sus dimensiones.