(Asia news/InfoCatólica) La atención de la comunidad internacional «está centrada en Gaza, pero en Cisjordania también hay muchísimos problemas: enfrentamientos, ataques, aumento de los asentamientos, como está ocurriendo en estos días en la zona de Belén. Y siguen arrestando palestinos, más de diez mil personas desde el 7 de octubre; son una señal de preocupación para la Iglesia y para todos nosotros, incluyendo todos los cristianos que están emigrando. Más de 70 familias desde el comienzo de la guerra sólo en Belén, otras en Jerusalén y todas comparten la misma idea: ‘Aquí no hay futuro para nuestros hijos y la situación es dramática’». Las palabras del padre Ibrahim Faltas, vicario de la Custodia de Tierra Santa, muestran un panorama oscuro para el futuro de los cristianos en el lugar donde comenzó su historia, la tierra de Jesús y de los primeros discípulos. «Los lugares santos sin cristianos, Cisjordania sin cristianos, Belén y Jerusalén sin cristianos –dice a AsiaNews– son una fuente de profunda preocupación».
El conflicto en Gaza, los ataques de los extremistas judíos y el intento de expropiación de propiedades cristianas se suman a la aceleración de las colonias por parte del gobierno israelí, como lo confirman las declaraciones que hizo hace pocos días un alto miembro del Ejecutivo. En efecto, el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich anunció oficialmente la construcción de un nuevo asentamiento en Jabal al-Makhrur, en la zona de Beit Jala, cerca de Belén. Apenas se conoció la noticia, se produjo una inmediata intervención de colonos y del ejército con ataques conjuntos y la consiguiente expulsión de pobladores, sumado a la declaración de «zona militar cerrada». Ciudadanos y activistas respondieron con una sentada de protesta y se niegan a irse –a pesar de los ataques– para defender lo que es una de las últimas aldeas cristianas palestinas de la región.
Patrimonio de la Unesco
La zona que afecta el nuevo asentamiento ilegal es un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y desde hace mucho tiempo se encuentra en la mira de las autoridades israelíes, especialmente de la facción de la derecha radical y religiosa encabezada por Smotrich y el ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir. En una nota publicada en su perfil X (ex Twitter), el ministro de Finanzas señaló que «ninguna decisión anti-israelí detendrá la expansión de los asentamientos. Comenzando precisamente por los planes para Nahal Heletz en Gush Etzion, un territorio protegido. Continuaremos –concluye Smotrich– luchando contra el peligroso proyecto de crear un Estado palestino construyendo hechos sobre el terreno». Todos los asentamientos israelíes en Cisjordania, ocupada desde 1967 y ahora habitada por cerca de 700.000 colonos israelíes –incluyendo Jerusalén Oriental– se consideran ilegales según el derecho internacional, independientemente del hecho de que cuentan con el permiso de planificación israelí. Analistas y expertos señalan que el nuevo proyecto constituye una nueva expropiación de lo que queda de tierra palestina en la zona de Belén, reducida a poco más del 10 % respecto de sus orígenes. Y el objetivo sigue siendo la expansión de la «soberanía judía» a toda la tierra «desde el río hasta el mar».
En particular, el nuevo asentamiento abarca un total de aproximadamente 60 hectáreas (148 acres) y recibió la aprobación preliminar junto con otros cuatro en el mes de junio. El movimiento activista israelí contra la ocupación Peace Now añade que limitará directamente con la aldea palestina de Battir, un sitio del patrimonio mundial conocido por sus terrazas agrícolas escalonadas, viñedos y olivares. La ONG denunció el proyecto como «un ataque» a una zona conocida «por sus antiguas terrazas y sus sofisticados sistemas de riego, evidencia de miles de años de actividad humana». Las acciones de Israel representan «una amenaza inminente» para un territorio de elevado «valor cultural para la humanidad». Por último, también expresó su preocupación la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO), que en la nota difundida ayer señala que un nuevo asentamiento en la zona «estratégica» de Nahal Heletz «compromete» la subsistencia y la seguridad de los habitantes locales. Y constituye una «amenaza significativa» para la contigüidad y vitalidad de un Estado palestino. Desde que comenzó la guerra en Gaza se han «legalizado» retroactivamente tres puestos de avanzada, mientras los colonos han establecido otros 25 nuevos, aprovechando el desinterés internacional y la política colonial del gobierno de ultraderecha.
El éxodo de los cristianos
«Lo que está pasando en Cisjordania –cuenta el p. Faltas– es muy grave, desde los enfrentamientos con los colonos hasta los crecientes asentamientos, las muchísimas personas arrestadas y las numerosas destrucciones que se han producido desde el comienzo de la guerra, que desencadenó el ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre. En poco más de diez meses han muerto más de 700 personas en Cisjordania, que se suman a las 40.000 víctimas y más de 100.000 heridos en la Franja. Muchísimos cristianos –advierte– han perdido sus propiedades y es un hecho muy grave, porque lo que une a la persona a un lugar es la tierra, la realidad donde vive. Llevamos 70 años esperando que intervenga la comunidad internacional, pero nadie ha hecho nunca nada concreto. Estamos pendientes de la mediación en curso de los estadounidenses, los egipcios y Qatar... esperamos que pueda conducir a un acuerdo, porque de lo contrario será un desastre. Todos lo esperan, cristianos y musulmanes, judíos, israelíes y palestinos, tras 11 meses de muertos, incluyendo niños, enfermedades y escombros; ya es un desastre en todas partes».
La última alarma procedente de Gaza está relacionada con la epidemia de polio, donde «al menos 600.000 niños –continúa el vicario de la Custodia de Tierra Santa– necesitan la vacuna. Todos están mal, no llega ninguna ayuda y la gente se muere de hambre, de sed, primero de frío y ahora de calor. Si no ponemos fin a todo esto, si no se llega a una tregua –advierte–, el conflicto está destinado a difundirse y será la tercera guerra mundial. Mientras tanto, las personas sufren, incluso los cristianos, desde la Franja hasta Cisjordania y en el mismo Israel: el 90 % trabajaba en el sector del turismo, que ya no existe debido a la violencia, y el panorama es de profunda desesperación. Nosotros –concluye el p. Faltas–, como Iglesia de Tierra Santa, estamos haciendo todo lo posible para ayudar a los cristianos a permanecer. Estamos aquí desde hace más de 800 años y los alentamos, los ayudamos a mantener su presencia, pero necesitamos paz y la ayuda de todos, también de los cristianos de Occidente y del papa Francisco, que hasta la fecha ha sido el único que siempre ha invocado con fuerza un alto el fuego, aunque nadie lo haya escuchado».
Alice Kisiya, una historia emblemática
Una de las muchas historias de derechos negados es la de esta cristiana palestina con ciudadanía israelí, Alice Kisiya, y su familia, quienes el 31 de julio descubrieron que habían sido expulsados y no podían acceder a sus tierras porque los colonos habían colocado un portón. Estos, sin título alguno, tomaron el control de la propiedad con la aprobación del ejército y las autoridades del Estado judío. La mujer se puso en contacto con la policía y con movimientos activistas que en vano intentaron ayudarla. Como cuenta *The Art Newspaper*, a pesar de la documentación que presentó ante la policía y el ejército, se vio obligada a abandonar su propiedad porque había sido designada como «zona militar» y estaba prohibido ingresar. Esta disposición, sin embargo, no se aplica a los colonos, que son libres de tomar posesión de ella y explotarla. «[Mi tierra] antes no era una zona militar», denuncia la mujer cristiana, pero «de pronto» pasó a serlo. Un grupo de activistas compuesto por cristianos, musulmanes y judíos se unió a Kisiya en su lucha y crearon un campamento donde se llevan a cabo eventos pacíficos. «No respondemos con violencia, sino con amor», afirma.
La familia reivindica la propiedad de la tierra desde hace al menos 40 años y ha librado una larga y costosa batalla legal para hacer valer sus derechos. Su popular restaurante ha sido destruido cuatro veces debido a problemas con los permisos. La última, en 2019, también dañaron su casa y un antiguo pozo, además del local. Kisiya añade que también fueron víctimas de una expropiación ilegal de tierras por parte de un grupo israelí que reivindicaba la propiedad con documentos falsos. En 2023, después de una larga batalla judicial que costó alrededor de 135 mil dólares, ganaron el juicio: «Llevamos más de 20 años luchando. Estamos agotados económica, psicológica y físicamente. Pero no nos rendimos», añade, y concluye afirmando que «ha llegado el momento de la paz». Xavier Abu Eid, un cristiano palestino cuya familia posee un terreno cerca del de Kisiya, denuncia que
ha perdido una parte importante de su propiedad. Explica que alrededor del 90 % de la tierra en esta zona es propiedad de cristianos palestinos, que corren el riesgo de ser expulsados. «Muchos cristianos de Occidente hacen muy poco para ayudar a los cristianos que luchan por quedarse», acusa, señalando también a la UNESCO. «No pretendo que tenga la capacidad de detener los asentamientos, pero lo menos que podemos esperar es que los condene».