(RV/InfoCatólica) La Casa de acogida del Sagrado Corazón se mantiene gracias a las aportaciones del Círculo de San Pedro y de la Fundación Roma y con la ayuda médico-científica del Polo oncológico Reina Elena. En la estructura hospitalaria trabajan también los voluntarios del Círculo de San Pedro, que desempeñan actividades de asistencia al equipo medico y al personal sanitario, con el objetivo de aliviar el dolor físico y espiritual y acompañar en su soledad a los enfermos terminales de cualquier credo religioso, etnia o clase social.
Benedicto XVI ha destacado precisamente en las palabras que ha dirigido a los enfermos y al personal médico y asistencial esta «compañía amorosa» que médicos, personal auxiliar y voluntarios dan a los pacientes para aliviar el proceso de su enfermedad. Los enfermos ingresados en esta ejemplar Casa-Asilo, en once años, han pasado de tres a más de treinta. A los que se deben añadir noventa enfermos que son asistidos a domicilio. En los últimos tiempos la Casa de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús se ha enriquecido con una Unidad de Alzheimer y un proyecto de Asistencia a personas afectadas por Esclerosis Lateral.
«Sabemos que algunas graves patologías producen inevitablemente en los enfermos momentos de crisis, de desfallecimiento y un serio enfrentamiento con la propia situación personal», ha añadido el Pontífice. «Los progresos de la ciencia médica a menudo ayudan a afrontar estos desafíos especialmente en lo que se refiere a los aspectos físicos. Pero no siempre es posible encontrar curaciones para todas las enfermedades. Los hospitales y clínicas de todo el mundo están llenos de sufrimiento de hermanos y hermas incurables, a menudo en fase terminal».
A través de los siglos, ha indicado el Papa, la Iglesia «se ha mostrado siempre como madre amorosa con los que sufren en el cuerpo y en el espíritu». El Papa ha denunciado que «hoy la prevaleciente mentalidad de eficiencia tiende a menudo a marginar estas personas, considerándolas un peso y un problema para la sociedad». En cambio, ha añadido, conociendo el sentido verdadero de la dignidad humana, «estas personas son respetadas y apoyadas mientras afrontan las dificultades y el sufrimiento que les conlleva sus condiciones de salud», y además reciben «gestos concretos de amor, de cercanía y de cristiana solidaridad para estar a su lado en la necesidad de comprensión, de consuelo y de constante estímulo».
La enfermedad como don y medio de santificación a la luz de la Cruz de Jesús
Por eso el Papa ha animado la benemérita obra de todos aquellos que «haciéndose imagen del buen samaritano cuidan al prójimo ofreciéndole cotidianamente una asistencia atenta y compasiva». A los enfermos Benedicto XVI les ha ofrecido su testimonio de cercanía y afecto: «Os aseguro mi oración y os invito a encontrar en Jesús apoyo y alivio, para que no perdáis nunca la confianza y la esperanza. Vuestra enfermedad es una prueba muy dolorosa y singular, pero ante el misterio de Dios, que asumió nuestra carne mortal, esta enfermedad asume un sentido y se convierte en don y en ocasión de santificación».
«Cuando el sufrimiento y el desaliento sean más fuertes –les ha exhortado el Santo Padre– pensad que Cristo os está asociando a su cruz, porque quiere decir a través de vosotros una palabra de amor a cuantos han perdido el camino de la vida y, encerrados en su propio vacío egoísmo, viven en el pecado y alejados de Dios. De hecho, vuestras condiciones de salud testimonian que la verdadera vida no está aquí, sino al lado de Dios».
Benedicto concluyó su mensaje afirmando que «el tiempo de Adviento en el cual estamos sumergidos, nos habla de la visita de Dios y nos invita a prepararle el camino. A la luz de la fe podemos leer en la enfermedad y en el sufrimiento una particular experiencia del Adviento, una vista de Dios que, de un modo misterioso, nos sale al encuentro para liberarnos de la soledad y del no sentido y transformando el dolor en tiempo de encuentro, de esperanza y de salvación con Él».