(Aica/InfoCatólica) Ante más de 900 delegados de diócesis y asociaciones de toda Italia, el Papa hizo un llamamiento a favor de un proceso democrático que involucre la participación personal y comunitaria.
En su discurso, recordó que la primera Semana Social Católica Italiana se celebró en 1907 y que las ediciones posteriores ayudaron a galvanizar el proceso democrático italiano después de la Segunda Guerra Mundial.
El acto anual, que se reinició en 1988, se nutre de la Doctrina Social de la Iglesia y busca ofrecer una visión evangélica de los fenómenos sociales.
«Así como la crisis de la democracia atraviesa diversas realidades y naciones -dijo-, también la actitud de responsabilidad ante las transformaciones sociales interpela a todos los cristianos, dondequiera que vivan y trabajen, en cualquier parte del mundo».
Solidaridad y subsidiariedad
El Papa Francisco ofreció luego una imagen de la crisis de la democracia como «un corazón herido», en el que la corrupción y la exclusión social pueden abundar y el poder se vuelve autorreferencial e incapaz de servir a sus electores.
«La propia palabra 'democracia' no coincide simplemente con el voto del pueblo sino que exige crear las condiciones para que todos puedan expresarse y participar», afirmó.
La participación democrática, añadió, debe inculcarse desde una edad temprana, para que los ciudadanos adopten un sentido crítico «frente a las tentaciones ideológicas y populistas».
El Obispo de Roma invitó a los cristianos a promover un diálogo fructífero entre religión y sociedad, defendiendo al mismo tiempo la dignidad de la persona.
«Los principios de solidaridad y subsidiariedad», dijo, ayudan a construir los vínculos de la democracia, ya que fomentan la participación y superan la indiferencia, que dijo es «un cáncer de la democracia».
El Santo Padre continuó defendiendo el objetivo de la participación democrática con la imagen de un «corazón sanado».
«Si miramos a nuestro alrededor», afirmó, «vemos muchos signos de la acción del Espíritu Santo en la vida de las familias y de las comunidades, incluso en los campos de la economía, de la tecnología, de la política y de la sociedad».
La fraternidad, añadió Francisco, «hace florecer las relaciones sociales» y engendra un espíritu de aspiración colectiva.
Democracia sana
«Una democracia con un corazón sanado», dijo, «continúa cultivando sueños para el futuro, involucra y llama a la participación personal y comunitaria».
Los católicos, dijo el Papa, deben mirar más allá de las soluciones rápidas a los males de la democracia y nunca refugiarse en una «fe marginal o privada».
«Esto significa no tanto exigir ser escuchados», afirmó, «sino sobre todo tener el coraje de hacer propuestas en favor de la justicia y de la paz en el debate público».
El compromiso cristiano en la política debe asumir los aspectos del «amor político» o la «caridad política», que permiten a la política «estar a la altura de sus responsabilidades y superar las polarizaciones».
«Eduquémonos en este amor para difundirlo en un mundo falto de pasión civil», concluyó el Papa Francisco. «Aprendamos a caminar mejor juntos como pueblo de Dios, para ser fermento de participación entre el pueblo al que pertenecemos».